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viernes, 7 de agosto de 2020

Queremos la felicidad pero busquemos el camino por el que haciendo felices a los demás podemos todos disfrutar de la dicha del amor

 

Queremos la felicidad pero busquemos el camino por el que haciendo felices a los demás podemos todos disfrutar de la dicha del amor

Nehemías 2, 1, 3; 3, 1-3, 6-7; Salmo: Dt 32; Mateo 16, 24-28

Tenemos que reconocer que nos gusta una vida cómoda y fácil; cuando nos llegan los momentos de los sacrificios, de apretarnos el cinturón, de ver que no podemos conseguir todo aquello que ansiamos o que nos han prometido poco menos que nos ponemos de mal humor y parece que la vida se nos hace insoportable y no merece la pena vivirla.  Nos han hablado tanto de la sociedad del bienestar que nos hemos llenado de tantas ilusiones y fantasías que cuando nos vienen situaciones, por ejemplo, como la que estamos padeciendo ahora poco menos que nos angustiamos y parece que el mundo se nos cae encima.

No digo que no tenemos que desear la felicidad y luchar por alcanzarla de la mejor manera posible, pero también tenemos que decir que tengamos cuidado nos confundamos en lo que verdaderamente nos da la felicidad y no busquemos una felicidad honda y estable, sino momentos efímeros que pronto se evaporan. Pero ya ahora mismo en ese deseo de felicidad que tenemos hemos hablado también de lucha, que no son guerras, sino esfuerzos, caminos de superación, búsqueda de verdad de lo que nos puede hacer felices y entonces quizá tengamos que dejar de lado cosas que nos parecían que nos podían dar la felicidad pero nos damos cuenta de que por ahí no está el camino de esa verdadera plenitud de la persona.

Si vamos siguiendo el hilo de esta reflexión comprenderemos mejor las palabras de Jesús que hoy le hemos escuchado en el evangelio. Quizá sea un evangelio que en una primera apariencia nos parezca duro y que Jesús se nos está poniendo con unas exigencias que no terminamos de comprender. Ya hemos dicho que para conseguir esas metas y esos ideales tenemos que luchar, esforzarnos, hacer caminos de superación.

¿Y que es lo que nos está pidiendo hoy Jesús en el evangelio? No lo veamos con un sentido negativo, sino démonos cuenta de que para llegar a esa meta necesitamos crecer, y crecer significa también dejar atrás muchas cosas de niño que no nos valen como adultos. Crecer duele muchas veces porque el camino de superación es exigente, es cierto, pero lo importante es que veamos la felicidad de una plenitud del ser, una plenitud de vida donde hemos desarrollado todo lo mejor de nosotros mismos dándole brillo a esas perlas preciosas que hay en nuestra vida en esos valores que vivimos.

Jesús hablaba de un tesoro escondido que alguien un día se encontró en un campo; quería tener aquel tesoro, deseaba tener aquel campo para hacerse dueño del tesoro, pero para comprar aquel campo vendió todo lo que tenía. Renunció a unas cosas para tener algo mejor.

Nos encontramos con ese tesoro que es Cristo, que es su evangelio, y tenemos que ser capaces de valorarlo como lo más importante de nuestra vida, y que merece la pena todos los sacrificios que tengamos que hacer por poseer ese tesoro. Jesús hoy nos habla de negarse a sí mismo, de renunciar a algo para obtener lo mejor, de ser capaces de olvidarnos de nosotros mismos cuando nos damos cuenta lo felices que somos cuando nos damos por los demás, de arrancarnos de nuestros egoísmos y nuestros orgullos para sentir y disfrutar del gozo del amor cuando todos nos sentimos hermanos y vemos los felices que pueden ser los demás y lo felices que nosotros llegamos a ser haciendo felices a los que nos rodean.

No son negaciones por negaciones, no son cruces por si mismas como si sádicamente amaramos el dolor, es descubrir el tesoro y hacer todo lo posible por alcanzarlo. Es descubrir la verdadera grandeza del amor y ser capaces de amar con ese amor de entrega y de donación por los demás porque lo que queremos es que todos amen, que todos nos amemos, y que todos seamos verdaderamente felices disfrutando del amor que recibimos de los demás. Seremos nosotros entonces de verdad felices porque aunque nos cueste arrancarnos de nuestro yo egoísta vemos muy felices a los demás.

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