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domingo, 15 de febrero de 2015

Jesús nos enseña a acercarnos a los demás sin prevenciones ni prejuicios para derruir barreras y hacer desaparecer marginaciones

Jesús nos enseña a acercarnos a los demás sin prevenciones ni prejuicios para derruir barreras y hacer desaparecer marginaciones

Levítico 13, 1-2. 44-46; Sal 31; 1Cor. 10, 31 - 11, 1; Marcos 1, 40-45
La presencia de Jesús es rompedora, podríamos decir; hace que salten todos los moldes y rutinas porque se siente que con El algo nuevo está comenzando y todo ha de mirarse con una mirada nueva y distinta. Ya en otro lugar del evangelio nos dirá que a vino nuevo es necesario odres nuevos, que no nos valen los remiendos ni componendas sino que todo ha de ser nuevo y distinto. Es la novedad, el espíritu abierto con que nosotros hemos de acercarnos al Evangelio.
Es lo que contemplamos hoy en el evangelio. Aquel leproso se atreve a saltarse todas las normas cuando comprende, lleno de fe, que en Jesús puede encontrar la salud. Ya escuchábamos en la lectura del Levítico todas las prohibiciones que acompañaban su vida de leproso, pero ‘se acercó a Jesús suplicándole de rodillas: Si quieres puedes limpiarme’.
Dura era en si misma la enfermedad porque con los medios sanitarios de aquella época era una enfermedad necesariamente mortal. Pero más duro aún tenía que ser toda aquella situación de marginación en todos los aspectos, humano, familiar, social, incluso religioso, a la que se veía sometido un leproso. Terminaba diciéndonos el Levítico ‘mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento’. No es necesario extendernos en más explicaciones porque está bien claro.
‘Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: Quiero: queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio’. Allí está el amor renovador de Jesús. No solo lo cura, sino que lo acoge, se acerca a él, lo toca. Algo impensable, a un leproso no se le podía tocar porque inmediatamente se quedaría también impuro. Pero allí está Jesús. Y con Jesús todo es distinto.
Nos está enseñando Jesús a acercarnos a los demás sin prevenciones ni prejuicios. Porque es una tentación que tenemos; son actitudes que se nos pueden meter en la vida casi sin darnos cuenta. Piensa, por ejemplo, vas a dar una limosna, a compartir algo tuyo, con alguien que se acerca a ti en la calle, o lo encuentras tirado en la acera o a la puerta de un templo o un lugar publico; quizá esa persona tiene una cestita o algo para recoger la limosna que le des, pero ¿se la das en la mano o te contentas con echar, tirar la moneda en aquella bandeja o cesta que tenga aquella persona? ¿Qué sería más humano? Pero quizá tenemos miedo de tocar.
Nos asustamos del tipo de marginación que vivían los leprosos en tiempos de Jesús, pero ¿no habrá marginaciones parecidas hoy también en nuestro mundo en nuestras relaciones con los que nos vamos encontrando? Habría que examinar posturas y actitudes.
Creamos distancias, ponemos barreras, hacemos distinciones porque son de otra raza o de otra religión, porque son de otro país o porque están esclavizados en la droga o el alcohol, porque tienen una opinión distinta a nuestra o porque tienen una determinada ideología, porque son de esta condición o de la otra, y todos nos entendemos. No te mezclas con toda clase de gente y andamos prevenidos o queriendo incluso prevenir a los demás. Y nos aislamos o intentamos aislar a los demás.
Y nos llamamos creyentes y seguidores de Jesús; y nos decimos que nosotros queremos vivir el Reino de Dios; quizá hasta cuando reflexionamos sobre este pasaje del evangelio, de este leproso que se acercó a Jesús hasta decimos que es muy hermoso y valoramos la valentía del leproso o esa actitud abierta y acogedora de Jesús. Pero ¿seremos capaces de hacer como Jesús? ¿Estamos dispuestos a romper barreras, a quitar impedimentos, a hacer desaparecer todas esas discriminaciones tomando nosotros posturas y decisiones acogedoras y valientes como las de Jesús?
Que el Señor inspire en nosotros esas actitudes nuevas; que en verdad seamos esos odres nuevos que contengan en nuestra vida el vino nuevo del Evangelio.

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