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sábado, 11 de junio de 2022

Aprendamos a discernir para descubrir y valorar a tantos a nuestro lado capaces de manifestar también con sus obras las maravillas de Dios

 


Aprendamos a discernir para descubrir y valorar a tantos a nuestro lado capaces de manifestar también con sus obras las maravillas de Dios

Hechos de los apóstoles 11, 21b-26; 13, 1-3; Sal 97; Mateo 5, 33-37

Algunas veces tenemos la tendencia de hacer las cosas solos y no sabemos confiar en nadie; nos parece quizás que nosotros sabemos hacer bien las cosas y que las hacemos mejor y lo tremendo es que no sabemos descubrir los valores de los demás y darles la oportunidad de que ellos desarrollen cuanto valen. Es una buena sabiduría y un signo también de nuestra madurez humana el ser capaces de fijarnos en los otros para saber descubrir cuánto bueno tienen en sí mismos y cuánto podrían desarrollar desde una responsabilidad que le confiemos y no pensar que solo por nosotros mismos seremos capaces de hacerlo todo.

Es la tarea educadora de unos padres que saben descubrir los distintos valores que tienen los hijos y que no son solo lo que nosotros queremos que sean, sino lo que ellos por sí mismo tienen y pueden desarrollar; es la tarea de todo educador y de todo aquel que se considere de alguna manera dirigente de la sociedad; saber discernir, saber descubrir, saber valorar, saber dejar hacer confiando en el otro, saber dejar que cada uno aporte su granito de arena en esa sociedad en la que vivimos.

Alguien al hilo de esta reflexión se podría estar preguntando a qué viene todo esto. Me vais a permitir que lo diga ya así claramente de entrada, es lo que vemos que supo hacer san Bernabé a quien estamos celebrando en este día. Pudiera parecer que hacemos un aparte en la continuidad del texto evangélico que se nos va proclamando en estos días, pero no nos alejamos del espíritu del evangelio cuando contemplamos la obra de san  Bernabé.

El texto escogido en la liturgia de este día nos lo presenta enviado por la comunidad de Jerusalén cuando tienen conocimiento de cómo va creciendo la nueva comunidad de Antioquia. Los Apóstoles atentos a la proclamación del evangelio que les ha confiado Jesús, quieren tener un conocimiento directo de las noticias tan esperanzadoras que llegan de Antioquía y envían a alguien de confianza, Bernabé. El ‘consolado’, lo ha venido a definir previamente el texto de los Hechos, y ya se nos habló de su generosidad para desprenderse de sus bienes a la hora de la conversión y poner todo a los pies de los apóstoles para que se cubrieran las necesidades de aquella Iglesia naciente. Ya vamos viendo una cualidad valiosa de este que sin ser del grupo de los doce, sin embargo es considerado también como un apóstol.

Es en Antioquía desde donde va a resplandecer aun más su figura. Es ‘un hombre lleno del espíritu Santo y de fe’ y sabrá discernir cuánto sucede en aquella comunidad animándolos a todos en su fe. Allí es necesario alguien más y marcha a Tarso a buscar a Saulo para incorporarlo a la predicación y enseñanza en aquella comunidad, dando incluso la cara por Pablo, cuando aún algunos tenían cierta desconfianza en él.

Pero sabrán dejarse conducir por el Espíritu Santo que estando la comunidad en oración sienten como son escogidos para ser enviados a una misión evangelizadora que sería principio de grandes viajes apostólicos. Bernabé se lleva consigo a Saulo - a partir de Chipre ya comenzará a llamársele Pablo -, y también a Juan Tomás, aunque posteriormente él les abandone en su camino para volverse a la comunidad de origen. Será un primer viaje recorriendo gran parte del Asia Menor, donde irá dejando la iniciativa a Pablo, sabiendo hacer ese discernimiento para encontrar al gran apóstol de los gentiles como se le llamará.

A su regreso serán otros los viajes y las tareas que se le encomendarán y subirán a Jerusalén para en aquel primer concilio de los Apóstoles tener también su palabra  desde la experiencia vivida para que el evangelio se abra también a los gentiles sin necesidad de imponerles la ley y las costumbres judías. Será la apertura a nuevos rumbos y a nuevos horizontes de la predicación del evangelio y en lo que tuvo buena parte este apóstol lleno también del Espíritu para discernir lo que era la obra de Dios.

Un estímulo hermoso para nuestra vida, y para la vida de nuestras comunidades cristianas. Ojalá sepamos tener ese espíritu de discernimiento para descubrir la obra de Dios en lo que hacemos, pero también en lo que hacen tantos a nuestro lado que quizá no siempre tenemos en consideración. Desgraciadamente muchas veces andamos con nuestros celos llenos de desconfianzas y desaprovechamos la obra de Dios que se está manifestando en el buen hacer de quien está a nuestro lado y que quizá no le prestamos atención.

Nos quejamos en ocasiones de que nuestras comunidades cristianas están muertas, que no surgen nuevas personas inquietas y con deseos de trabajar, pero quizás los que ya estamos en esas tareas no hemos sabido discernir, estamos llenos de desconfianzas hacia los otros, y no descubrimos cuántos apóstoles pueden estar escondidos a nuestro lado, como verdaderos diamantes en bruto, en personas a las que solamente tendríamos que hacerles una invitación, tener un gesto de cercanía y confianza y ya serían capaces de hacer también las maravillas de Dios en nuestro mundo que tanto lo necesita.

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