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miércoles, 9 de octubre de 2019

Sentimos que vamos a orar y no sabemos cómo hacerlo pero aprendamos a disfrutar de la presencia de Dios que es el Padre que nos ama como nos enseña Jesús



Sentimos que vamos a orar y no sabemos cómo hacerlo pero aprendamos a disfrutar de la presencia de Dios que es el Padre que nos ama como nos enseña Jesús

Jonás 4,1-11; Sal 85; Lucas 11,1-4
En nuestro trato con los demás, en las conversaciones que mantenemos con nuestros amigos o con las personas que son cercanas a nosotros hablamos de muchas cosas, los aconteceres de la vida de cada día, las noticias que van surgiendo de las cosas que suceden en nuestro entorno, o en nuestra sociedad, un poco lo que nos pasa a cada uno, en lo que ocupamos nuestro tiempo, pero entrar en nuestra interioridad para expresar lo que sentimos por dentro ya es algo de lo que nos reservamos y solo con aquellas personas con las que mantenemos una especial relación expresamos algunas cosas.
Nuestra vida interior es un secreto bien guardado que quizá personas con una mayor sensibilidad podrán apreciar ligeramente desde nuestro actuar o nuestra forma de pensar en lo que expresamos. Pero dentro de nuestra interioridad, nuestra vida espiritual es un tema del que no nos expresamos mucho como si sintiéramos un especial decoro para hablar de ello. ¿A quienes contamos nuestras luchas internas? ¿Con quién compartimos lo que sea nuestra vida espiritual? ¿A quien hablamos de nuestra oración, y de cómo es nuestra relación con Dios? Hay un cierto pudor para hablar de esas cosas cuando si fuéramos capaces de compartir más nos enriqueceríamos mutuamente y nos ayudaríamos más rezando los unos por los otros pero no solo ya pidiendo por la salud y el bienestar de cada uno.
Hoy hemos escuchado en el evangelio que los discípulos manifiestan su pobreza espiritual, pero al mismo tiempo están expresando como quieren salir de esa pobreza cuando le piden a Jesús que les enseñe a orar. Nosotros también sentimos muchas veces que no sabemos orar, que a lo más nos contentamos con rezar oraciones ya formuladas pero que no llegamos a entrar en una oración más profunda en verdadera intimidad con el Señor. También sentimos ese deseo de aprender a orar aunque quizá no sea lo que le pidamos a nadie para que nos enseñe.
¿Cómo es realmente nuestra oración? Muchas veces sentimos que vamos a orar y no sabemos cómo hacerlo; llegamos a ese momento de oración y nos quedamos como en un vacío espiritual sin saber que hacer o qué decir. Nos refugiamos quizá en las formulas de oración que recitamos, pero sentimos que algo más tendría que ser, que en ese vacío y silencio interior – en el que con demasiada frecuencia no sabemos mantener porque la imaginación nos distrae – tendríamos que sentir que estamos en la presencia del Señor. No importa quizá que en ese momento no seamos capaces de decir o sentir grandes cosas, pero pensemos al menos que allí estamos, como niños que no sabemos que decir, pero estamos ante el Señor, que el Señor nos está inundando con su presencia y ya eso es oración porque nos sentimos confiados y seguros con Aquel que sabemos que nos ama.
Disfrutar de ese momento, de silencio, de paz interior como el hijo que se sienta al lado de su padre y aunque no se dicen nada y el silencio se prolongue nos sentimos a gusto porque estamos con el padre que nos quiere y a quien queremos. Quizá cuando en nuestra oración tenemos momentos así, nos parece luego que no supimos aprovechar el tiempo, que no dijimos todo aquello que llevábamos en el corazón, pero ¿es necesario decir muchas cosas de las que llevamos en el corazón si estamos ante quien nos conoce hasta lo más profundo de nosotros?
Ese silencio es también oración y aunque la mente recorra muchos mundos que parece que nos distraen, estamos recorriendo esos mundos ante el Señor que es de alguna manera como contarle al Señor lo que llevamos en el alma y que es expresión de nuestras preocupaciones y deseos. No olvidemos que cuando le piden los discípulos a Jesús que los enseñe a orar la primera palabra que han decir en esa manera de orar que Jesús les enseña es Padre. Disfrutándola lo tenemos todo; rumiándola en nuestro interior estamos sintiendo todo su amor y expresando también lo que es nuestro amor.

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