Por muchas que sean las negruras de la vida que nos hagan sentirnos hundidos e impotentes siempre hay un camino de vida y de luz que con Jesús llena de sentido nuestra vida
Hebreos 12, 1 – 4; Sal 21; Marcos 5, 21-43
Hay
ocasiones en la vida que nos parece que todo lo tenemos perdido. Unos
proyectos en los que habíamos puesto toda nuestra ilusión y de
repente surgen problemas, todo son obstáculos o dificultades y no
encontramos ayuda por ninguna parte, tenemos que abandonar el barco
en que nos habíamos embarcado en la vida y todo se nos viene abajo
sintiéndonos impotentes sin poder ni saber qué hacer; en muchas
cosas podríamos pensar en cuanto a esas situaciones que nos
trastocan la vida y aquello en que habíamos puesto tanta ilusión
ahora vemos que no podemos desarrollarlo; una mala jugada de alguien
que nos lo echa todo por tierra, una paralización de la economía de
la sociedad en que nos vemos sin recursos para afrontar aquello con
lo que tanto habíamos soñado; un accidente o una enfermedad que se
nos atraviesa en el medio del camino y que nos deja imposibilitados o
incluso abocados a una muerte que la vemos muy cercana… así tantas
cosas que nos pueden quitar las ganas de luchar, que nos dejan
impotentes y sin saber qué hacer o qué camino tomar. ¿Donde
encontrar una luz? ¿donde buscar una solución o un remedio a
momentos tan catastróficos?
Así
se ven los enfermos con enfermedades poco menos que incurables, así
se puede ver un padre o una madre de familia con la enfermedad de un
hijo para el que no tenemos remedio, o un accidente que o le quitó
la vida o le dejó paralizado de por vida o en una vida poco menos
que simplemente vegetativa. Nos gastamos lo que tenemos y lo que no
tenemos, pero no logramos ver mejorías; acudimos a todas las puertas
allí donde pensamos que se pueda encontrar una esperanza de curación
o de salvación pero al final nos tenemos que enfrentar a la cruda
realidad.
Nos
sentimos sin esperanzas, parece que se nos ha acabado el sentido de
la vida y andamos como en un túnel oscura al que no le vemos
salidas. Son los interrogantes continuos de la vida ante la
enfermedad y ante la muerte; son los interrogantes hondos que se nos
plantean ante situaciones de muerte anímica cuando todo ha perdido
sentido para nosotros. ¿Dónde encontrar luz? ¿Dónde encontrar un
sentido o un valor? Perdemos la fe y perdemos la esperanza. Nos
cuesta encontrar algo que nos trascienda más allá de este mundo que
nos parece a veces tan oscuro.
Situaciones
humanas y en ocasiones muy dolorosas en que nos vemos envueltos y
para las que necesitamos encontrar una luz. El evangelio que hoy se
nos propone puede arrojar luz para nuestra vida. y es que en Jesús
encontraremos siempre esa luz, encontraremos la respuesta,
encontraremos el verdadero sentido de la vida. Es necesario, sin
embargo, por nuestra parte que pongamos verdaderos deseos de
búsqueda, una apertura de corazón, una sensibilidad especial para
entrar en esa sintonía de Dios.
Hoy
nos habla el evangelio de un padre angustiado por su hija está en
las últimas; por otra parte vemos a una mujer con una desagradable
enfermedad en la que ha gastado todos sus recursos para encontrar la
salud perdida y que ya no sabe qué hacer ni a quién acudir. ¿No
reflejaran ambos hechos situaciones de oscuridad y de muerte en que
tantas veces nos vemos envueltos en la vida?
Jairo
ha oído hablar de Jesús y cuando Jesús regresa a la ciudad,
venía del otro lado del lago, allí acude presuroso porque no hay
tiempo que perder y le pide a Jesús que vaya a imponer su mano sobre
su hija para que no muera. Mientras van de camino sera esa mujer que
se lo ha gastado todo en médicos para curar sus hemorragias, la que
acude a Jesús, calladamente por detrás, pensando que solo será
necesario tocar su manto, para ser curada de su enfermedad.
La
fe de aquella mujer la ha curado. Jesús se vuelve buscando y
preguntando por quien lo ha tocado entre tanta gente que lo estruja a
su paso, como le dirá Pedro. Allí está humilde y temblorosa,
aunque en su interior ya hay alegría porque ha sentido que la vida y
la salud a vuelto a su cuerpo, la mujer que se adelanta hasta Jesús.
‘Tu
fe te ha curado’,
le
dice Jesús. Y ella ha encontrar una forma de vivir en dignidad,
porque ya sabemos lo que significada de impurezas en aquel tiempo
todo lo referente a flujos de sangre. Podrá volver a una vida con
dignidad.
En
este intervalo o retraso ya le vienen a decir a Jairo que su hija ha
muerto y para qué molestar más al maestro. ‘Basta
con que tengas fe’,
le
dice Jesús y se ponen de nuevo en camino hacia la casa. Aunque
pareciera que todo son signos de muerte, por allá andan las
plañideras con sus llantos y lamentos, Jesús sigue hablando de
vida. Aparta todo lo que pudiera dar señales de oscuridad y luto y
entra con tres de sus discípulos y los padres hasta donde está la
niña; la toma de la mano y la levanta. ‘Muchacha,
a tí te lo digo, ¡levántate…!’
Levantarnos
para la vida; no quedarnos postrados en la oscuridad; no dejar que
nos abrumen las sombras. Tenemos quien nos tienda la mano; tenemos
quien nos dice que la vida es hermosa y que hay que vivirla con
dignidad; tenemos quien viene a arrancarnos de todas las postraciones
en que nos veamos hundidos; tenemos quien nos dice que la vida tiene
un valor, que hay un sentido para todo.
Y
Él va delante asumiendo también todo dolor y todo sufrimiento,
enseñándonos a caminar, dándonos un sentido hermoso incluso hasta
para eso que tantas veces nos hace sentirnos hundidos. El va delante
abriéndonos caminos de amor para que tengamos la fuerza y la
valentía de enfrentarnos con esperanza a todo situación. El nos
habla de vida, porque nos da vida, porque Él vive para siempre,
porque en su pascua le vemos en el camino del dolor y de la muerte,
pero le veremos vencedor, le veremos resucitado para siempre. Nos
hace descubrir el verdadero sentido de la fe que nos conduce a la
vida y nos llena de una nueva dignidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario