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sábado, 7 de diciembre de 2013

la mision de Jesús es nuestra misión, la compasión de Jesús ha de ser también nuestro amor

La misión de Jesús es nuestra misión, la compasión de Jesús ha de ser también nuestro amor

Is. 30, 18-21.23-26; Sal. 146; Mt. 9, 35-10, 1.6-8
‘Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias… y llamó a doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia…’
Nos resume  en pocas palabras la misión y la actividad  de Jesús. El anuncio del Reino, las señales de que el Reino de Dios se va realizando porque va liberando de todo mal. Pero inmediatamente nos señala cual es nuestra misión. Hemos de continuar la misma misión de Jesús, el anuncio del Reino y la liberación de todo mal en cuantos sufren como consecuencia de la instauración del Reino de Dios. Elige a los apóstoles y los envía con su misma misión.
A nosotros se nos anuncia también el Reino de Dios y Cristo con su gracia viene también a liberarnos de todo mal. Hemos de ser conscientes de nuestra pertenencia al Reino de Dios. Nos hemos incorporado a la Iglesia, manifestación y presencia de ese Reino de Dios en nosotros, por la gracia del Bautismo. Pero cuando hemos recibido esa gracia del Señor nos convierte a nosotros también en evangelizadores y constructores de ese Reino de Dios.
Cuando hoy escuchamos nosotros el evangelio no lo hemos de mirar simplemente como el relato de algo sucedido en otro tiempo, y que pudiera, entonces, se ajeno a nosotros. De ninguna manera podemos pensar así. El evangelio es palabra viva y actuar para nosotros hoy y nos está señalando lo que con nosotros sigue haciendo la gracia de Dios. A nosotros también el Señor nos cura y nos libera, nos llena de gracia y de vida. Tendríamos que comenzar por dar gracias a Dios, no cansarnos de dar gracias a Dios por cuanto hace en nosotros con su amor.
Pero al mismo tiempo estamos recibiendo su misión, estamos impregnándonos de los mismos sentimientos de Jesús y de su mismo amor. Hoy nos dice que ‘al ver a las gentes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor’. Expresa los sentimientos de Jesús en aquellos momentos al ver la multitud que le rodeaba. ¿Serán esos también nuestros sentimientos? Porque tenemos el peligro de acostumbrarnos a las cosas y de insensibilizarnos.
Miramos nuestro mundo y no somos capaces de verlos con los ojos de Jesús. Miramos nuestro  mundo que se va materializando, va perdiendo los sentimientos religiosos o confundiéndolos, va perdiendo el sentido cristiano de la vida a la luz del Evangelio, y nos acostumbramos a que sea así y quizá no sentimos dolor en el alma porque Dios sea tan dejado a un lado en nuestra sociedad o Cristo sea apartado del sentido profundo del hombre. Que se despierten en nosotros esos mismos sentimientos de Jesús porque a ese mundo es al que El nos está enviando, confiando su misma misión.
‘Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido: dad gratis’.  Gratis hemos recibido; pensemos en la gracia de Dios que a lo largo de nuestra vida hemos recibido de tantas formas. La mano amorosa de Dios ha estado de tantas maneras sobre nosotros a los que también nos ha curado, resucitado, limpiado, liberado de tantos males. Es lo que ahora nosotros tenemos que ir a hacer con los demás. Eso que nos expresa Jesús con esas palabras puede significar muchas cosas buenas que nosotros podemos hacer en nombre de Jesús por los demás.
¡Cuántas angustias podemos compartir y consolar! ¡Cuántas lágrimas podemos enjugar! Y podemos y tenemos que hacernos solidarios de verdad con los que sufren; y podemos y tenemos que acercarnos al que está solo y deprimido y llenarlo de una ilusión nueva que le dé nuevas ganas de vivir; y podemos poner nuestro hombro para que con nuestra presencia se sienta descansado y apoyado aquel que lucha y que quizá le cuesta salir adelante; y podemos simplemente ponernos a su lado con oídos bien atentos para escucharle y se pueda sentir comprendido y animado.
¡Cuánto podemos curar! ¡Cuánto podemos hacer para llenar de ilusión de una nueva vida al que se siente caído y deprimido, que es lo mismo que resucitarlo! ¡Cuánto podemos hacer con el hermano que se siente marginado y orillado de la vida para que siga creyendo en si mismo porque también se sienta valorado por alguien a su lado!

Es la misión que realizaba Jesús. Es la misión que nosotros también hemos de seguir realizando en el nombre de Jesús. 

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