Una buena noticia que nos anuncia luz para un mundo nuevo
Is. 29, 17-24; Sal. 26; Mt. 9, 27-31
‘Pronto, muy pronto,
el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día
oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los
ojos de los ciegos…’
Parece un anuncio urgente, de algo que es inmediato; pero una noticia buena,
una buena noticia porque anuncia una transformación muy grande.
La naturaleza rebrota con fuerza para hacerse un vergel
y tanta será su intensidad que parecerá un bosque. Pero eso son signos de algo
más que sucede, porque los sordos podrán oír y los ciegos llenarán sus ojos de
luz.
Además lo que sigue anunciando el profeta indica
también que será como un mundo nuevo donde reine la justicia y la verdad para
siempre y entonces todos se alegrarán porque los oprimidos alcanzarán la
ansiada libertad.
Un hermoso anuncio mesiánico es el que nos hace el
profeta. Un anuncio que nosotros también escuchamos en la liturgia cuando
estamos emprendiendo este camino de Adviento que nos lleva al encuentro con el
Señor que viene y que celebraremos de manera intensa en la Navidad. Las señales
que nos pone el profeta, los signos que anuncia que se realizarán para nosotros
también tienen pleno sentido. Es lo que con Jesús conseguimos si ponemos toda
nuestra fe en El.
¿No quiere Jesús realizar un mundo nuevo, transformando
desde lo más hondo el corazón del hombre? Son los signos que tienen que irse
manifestando en nuestra vida. No nos quedamos en imágenes bonitas o bonitas
palabras que nos encantan, sino que hemos de hacer realidad eso en nuestra
vida. Como decíamos nos hablaba de un mundo nuevo donde reine la justicia y la
verdad para siempre y que a todos llene de alegría. ¿No será algo por lo que
nosotros tenemos que luchar?
Algunas veces nos escandalizamos cuando vemos tanta
maldad y tanta corrupción como hay en nuestro mundo. No pasa un día que no nos
traiga una nueva noticia de todos esos chanchullos de injusticia, falsedad,
corrupción que corre por nuestra sociedad. Estamos cansados de escuchar todas
esas noticias mientras vemos a tanta gente sufriendo porque lo pasan mal,
porque no tienen lo necesario para una vida digna.
Y nosotros ¿qué podemos hacer? Primero cuidado que no
nos contagiemos con esas cosas, porque terminamos viéndolo todo tan normal que al final podemos
tener la tentación de obrar de una forma semejante. Vayamos cambiando nuestro corazón,
cambiando nuestra manera de pensar para obrar
siempre con rectitud. Llenemos de luz nuestros ojos y no enturbiemos de
tinieblas nuestro corazón dejándonos arrastrar por ambiciones desmedidas, por
tantas falsedades que nos pueden contagiar y tantas hipocresías como vemos en
nuestro mundo. Si ponemos cada uno
nuestro granito de arena de bondad, de amor, de verdad, de justicia
podemos ir haciendo un mundo mejor.
Y en esa tarea no estamos solos. Jesús está de nuestra
parte. Por eso tenemos que acudir a él con la confianza y la certeza que vimos
hoy en el evangelio que iban aquellos dos ciegos gritándole: ‘Ten compasión de nosotros, Hijo de David’.
Vamos con las tinieblas que a veces también envuelven nuestra vida cuando nos
dejamos cegar por el pecado, o con el peligro de caer en esas redes de
tinieblas y de muerte en que nos envuelve nuestro mundo.
Por eso acudimos a Jesús porque sabemos que El es el
que verdaderamente nos libera de todo mal, arranca de nosotros las tinieblas
del pecado, nos llena de su luz y de su vida y nos hará con la fuerza de su
Espíritu unos hombres nuevos. Así iremos dando señales de ese mundo nuevo que
con Jesús se ha de ir realizando en nuestro mundo. Así, siguiendo este camino
en el Adviento llegaremos a una verdadera navidad, porque es el Señor que llega
a nuestra vida y nos inunda con su salvación.
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