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viernes, 6 de diciembre de 2013

Una buena noticia que nos anuncia luz para un mundo nuevo



Una buena noticia que nos anuncia luz para un mundo nuevo

Is. 29, 17-24; Sal. 26; Mt. 9, 27-31
‘Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos…’ Parece un anuncio urgente, de algo que es inmediato; pero una noticia buena, una buena noticia porque anuncia una transformación muy grande.
La naturaleza rebrota con fuerza para hacerse un vergel y tanta será su intensidad que parecerá un bosque. Pero eso son signos de algo más que sucede, porque los sordos podrán oír y los ciegos llenarán sus ojos de luz.
Además lo que sigue anunciando el profeta indica también que será como un mundo nuevo donde reine la justicia y la verdad para siempre y entonces todos se alegrarán porque los oprimidos alcanzarán la ansiada libertad.
Un hermoso anuncio mesiánico es el que nos hace el profeta. Un anuncio que nosotros también escuchamos en la liturgia cuando estamos emprendiendo este camino de Adviento que nos lleva al encuentro con el Señor que viene y que celebraremos de manera intensa en la Navidad. Las señales que nos pone el profeta, los signos que anuncia que se realizarán para nosotros también tienen pleno sentido. Es lo que con Jesús conseguimos si ponemos toda nuestra fe en El.
¿No quiere Jesús realizar un mundo nuevo, transformando desde lo más hondo el corazón del hombre? Son los signos que tienen que irse manifestando en nuestra vida. No nos quedamos en imágenes bonitas o bonitas palabras que nos encantan, sino que hemos de hacer realidad eso en nuestra vida. Como decíamos nos hablaba de un mundo nuevo donde reine la justicia y la verdad para siempre y que a todos llene de alegría. ¿No será algo por lo que nosotros tenemos que luchar?
Algunas veces nos escandalizamos cuando vemos tanta maldad y tanta corrupción como hay en nuestro mundo. No pasa un día que no nos traiga una nueva noticia de todos esos chanchullos de injusticia, falsedad, corrupción que corre por nuestra sociedad. Estamos cansados de escuchar todas esas noticias mientras vemos a tanta gente sufriendo porque lo pasan mal, porque no tienen lo necesario para una vida digna.
Y nosotros ¿qué podemos hacer? Primero cuidado que no nos contagiemos con esas cosas, porque terminamos  viéndolo todo tan normal que al final podemos tener la tentación de obrar de una forma semejante. Vayamos cambiando nuestro corazón, cambiando nuestra manera de pensar para obrar  siempre con rectitud. Llenemos de luz nuestros ojos y no enturbiemos de tinieblas nuestro corazón dejándonos arrastrar por ambiciones desmedidas, por tantas falsedades que nos pueden contagiar y tantas hipocresías como vemos en nuestro mundo. Si ponemos cada uno  nuestro granito de arena de bondad, de amor, de verdad, de justicia podemos ir haciendo un mundo mejor.
Y en esa tarea no estamos solos. Jesús está de nuestra parte. Por eso tenemos que acudir a él con la confianza y la certeza que vimos hoy en el evangelio que iban aquellos dos ciegos gritándole: ‘Ten compasión de nosotros, Hijo de David’. Vamos con las tinieblas que a veces también envuelven nuestra vida cuando nos dejamos cegar por el pecado, o con el peligro de caer en esas redes de tinieblas y de muerte en que nos envuelve nuestro mundo.
Por eso acudimos a Jesús porque sabemos que El es el que verdaderamente nos libera de todo mal, arranca de nosotros las tinieblas del pecado, nos llena de su luz y de su vida y nos hará con la fuerza de su Espíritu unos hombres nuevos. Así iremos dando señales de ese mundo nuevo que con Jesús se ha de ir realizando en nuestro mundo. Así, siguiendo este camino en el Adviento llegaremos a una verdadera navidad, porque es el Señor que llega a nuestra vida y nos inunda con su salvación.

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