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sábado, 1 de agosto de 2015

Como aquel hombre sabio que entiende del reino de los cielos y va aprendiendo de lo bueno y de lo malo que sucede en su entorno

Como aquel hombre sabio que entiende del reino de los cielos y va aprendiendo de lo bueno y de lo malo que sucede en su entorno

Levítico 25,1.8-17; Sal 66; Mateo 14,1-12
Es de persona sabia el ir sacando lecciones de cuanto le sucede en la vida, sea bueno o sea malo. Es un querer aprender, es un deseo de saber y de todo cuanto le va sucediendo querer ir aprendiendo. De lo bueno, para sentir el estimulo de superación de si mismo como de querer aprender de lo bueno que ve en los demás; de aquellas cosas que no son buenas o son verdaderamente negativas para aprender a apartarse de ellas, no dejar que su veneno inocule nuestra vida y nos lleve también a la muerte de lo negativo.
Algunas personas cuando ven en la Escritura santa, en la historia del pueblo de Israel hechos que no son edificantes sino que son realmente pecaminosos piensan que quizá esos textos no tendrían que estar allí; pero hemos de darnos cuenta de que están como ejemplo del mal que existe en la vida, en el mundo que nos rodea y que nos puede envenenar a nosotros mismos y de lo que hemos de aprender la lección para nosotros apartarnos de un mal así.
El evangelio de este día nos narra un hecho realmente desagradable que nos refleja esas malas pasiones que nos pueden arrastrar hacia el mal o esas cobardías en las que podemos caer tantas veces y ante las que nos hemos de prevenir. Es el martirio de Juan el Bautista. Está por supuesto el testimonio de valentía profética del Bautista para denunciar lo mal aunque eso le lleve a la prisión y a la muerte. Pero a contraluz está toda la negatividad de la vida de Herodes.
Está su forma de vivir inmoral al vivir en adulterio con la mujer de su hermano que es lo primero que le denuncia Juan el Bautista; pero está su estilo de vida materialista, sensual, sus banquetes y su forma de vivir de manera superficial; pero están sus temores interiores y sus cobardías, su miedo al que dirán y sus promesas incongruentes de quien está acostumbrado a una vida fácil y superficial que tiene lo que quiere abusando de su poder.
Aparece desde un primer momento su mala conciencia; cuando oye hablar de Jesús, se acuerda del Bautista a quien había mandado decapitar; lo que oye de Jesús despierta su conciencia que ha querido quizá adormecer en su vida insulsa y sin sentido y le vienen los miedos y los remordimientos.
Cuidado nos pasen cosas así, cuando tenemos mala conciencia por aquello que hemos hecho y que quizá queremos acallar de cualquier manera. Si hiciéramos siempre el bien y lo justo no nos aparecerían esas malas conciencias y remordimientos. Pero nosotros sabemos que podemos acudir a quien restaure nuestra vida con el perdón si con humildad nos presentamos con verdadero arrepentimiento; y el arrepentimiento no es solo ese mal momento que pasamos cuando nos damos cuenta que hemos hecho el mal, sino tiene que ser la voluntad firme y decidida de corregir nuestros errores, de cambiar nuestra conducta, de enmendar lo hecho pero también reparando el daño.
Mucho más podríamos seguir reflexionando en torno a esta figura de Herodes para no caer en sus mismos males. Creo que nos damos cuenta de toda esa cadena que como en una espiral sin fin le ha llevado incluso a la muerte del Bautista. Rompamos esa cadena y esa espiral del mal en nuestra vida, revisando, corrigiendo, enmendando, purificando, mejorando con la ayuda de la gracia del Señor. Que no nos puedan las superficialidades de la vida; que no andemos simplemente con el miedo al que dirán; que tratemos de ser siempre justos y de darle verdadera profundidad a nuestra vida.
Seamos ese hombre sabio que sabemos sacar lecciones de la vida que nos valgan para nuestro crecimiento y maduración como personas y como creyentes en Jesús.

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