Buscamos a Jesús queriéndonos alimentar de la Sabiduría de Dios que nos lleva por caminos de vida eterna y plenitud
Éxodo 16, 2-4. 12-15; Sal. 77; Efesios 4, 17. 20-24; Juan 6,
24-35
Buscaban a Jesús. ‘Maestro,
¿cuándo has venido aquí?’ Al no encontrarlo allá donde en la tarde anterior
había realizado aquel gran signo de la multiplicación de los panes, habían
buscado modo en la mañana de llegar a Cafarnaún. Y aquí se lo encuentran. Y es
entonces, la pregunta.
Buscamos a Jesús. ¿Habremos visto nosotros también
signos de algo? ¿hay inquietud en nuestro corazón? ¿hay algo que nos ha llamado
la atención y nos preguntamos del por qué de las cosas? ¿hay quizá ansias de
trascendencia en nuestro corazón? También tenemos que preguntarnos por qué
buscamos a Jesús. Ahora mismo estás leyendo esta reflexión. Has ido tantas
veces a la Iglesia, o vas a misa todos los domingos o en algunas ocasiones. Hay
algo quizá en tu interior que te llama, te hace buscar, te hace hacerte
preguntas. ¿Buscamos a Jesús? ¿por qué lo buscamos?
Cuando aquellas gentes de Cafarnaún le están
preguntando a Jesús como ha llegado hasta allí porque ellos no le habían visto
marcharse, pero luego no lo encontraban, Jesús quiere hacerles pensar, hacer
que se pregunten también por qué lo buscan. ¿Sólo por el milagro del que fueron
beneficiarios en la tarde anterior? ¿solo porque les curaba a los enfermos? ¿o
había alguna otra inquietud en su corazón?
‘Os lo aseguro, les dice, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan
hasta saciaros’. Algo mucho más hondo tenemos que buscar, aunque algunas
veces no sepamos bien lo que estamos buscando. No nos podemos quedar en nuestra
relación con Dios en ese milagro fácil que nos resuelva nuestros problemas
materiales. Es cierto que también en eso tenemos que acudir al Señor. Pero es
algo mucho más hondo lo que El quiere darnos, lo que tenemos que buscar en El.
‘Trabajad, no por el
alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el
que os dará el Hijo del Hombre…’
Tenemos que buscar lo que verdaderamente es importante; tenemos que buscar lo
que en verdad dé mayor plenitud a nuestra vida, lo que realmente nos haga
crecer, lo que verdaderamente nos haga más humanos y más divinos a la vez. Hay
valores que son importantes y que no son cosas que podamos palpar con nuestras
manos, pero son cosas que nos hacen mejores, que nos hacen encontrar un sentido
y un valor a lo que hacemos y a toda nuestra vida.
¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? ¿Dónde podemos encontrar todo
eso? Es lo que la gente le está
preguntando a Jesús. En cierto modo aunque les cueste entender se están dando
cuenta de que es algo más lo que tienen que buscar. Piensan quizá en obras, en
cosas materiales, pero Jesús les irá ayudando a que den pasos. ‘¿Y qué obras tenemos que hacer para
trabajar en lo que Dios quiere?’, se preguntan y preguntan a Jesús.
De entrada es querer dejarnos guiar; no vamos a ser
nosotros solos, por nuestra cuenta lo que vamos a encontrarlo. Es la confianza
y la fe que hemos de poner en Jesús, en su palabra. ‘La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que El ha enviado’.
Creer en Jesús. Aunque han visto sus milagros, como sucederá tantas veces a lo
largo del evangelio, todavía siguen pidiendo más pruebas. Seguimos pidiendo
pruebas, no terminamos de convencernos, no terminamos de abrir los ojos, o de
abrir el corazón. Ellos les recuerdan que Moisés en quien habían confiado sus
padres cuando salieron de Egipto - aunque también les costó bastante confiar en
Moisés - les había dado milagrosamente el maná, el pan del cielo. Y es lo que
ahora le recuerdan a Jesús.
Les está ahora descubriendo Jesús que allí hay alguien
mayor que Moisés. Es cierto que Moisés en la misión que Dios le había
encomendado les había sacado de Egipto y allá en el Sinaí les dio la ley del
Señor. Verdadero constructor del pueblo de Dios podemos decir que fue la misión
de Moisés. No solo los condujo por el desierto, los liberó de Egipto o los hizo
pasar el mar Rojo sino que fue haciéndolos pueblo, haciéndolos comunidad,
ayudándoles a descubrir los designios de Dios, la voluntad del Señor.
Pero ahora en medio de ellos está el que viene en
nombre del Señor, el Verbo de Dios encarnado que viene a descubrirnos el más
profundo rostro de Dios y el verdadero y más profundo sentido del hombre. No
son solo unos milagros lo que Jesús viene a hacer; los milagros son signos de
lo más profundo que Dios quiere hacer en el corazón del hombre. Jesús viene
como Palabra de Dios, como revelación de Dios y en Jesús vamos a encontrar ese
verdadero y más profundo sentido del hombre y de la vida.
Ese alimento que Jesús quiere darnos, en ese pan bajado
del cielo, es El mismo, porque El es la Sabiduría de Dios, la Revelación de
Dios, la Palabra de Dios que se ha encarnado y se ha hecho Emmanuel, se ha
hecho Dios con nosotros. Con nosotros está y con nosotros camina, a nosotros
nos muestra el amor de Dios y a nosotros nos enseña a amar con ese mismo amor
de Dios. Y, ¿cómo podemos hacerlo? Llenándonos de la vida de Jesús, por eso hoy
nos dirá -y es principio de lo que seguiremos escuchando en los próximos
domingos - que El es ‘el Pan de vida;
quien viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará sed’. Ese
pan es la Sabiduría de Dios, es el Verbo de Dios, es la Vida de Dios.
Busquemos a Jesús. Sigamos buscando a Jesús. Sigamos
queriendo vivir a Jesús.
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