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domingo, 2 de agosto de 2015

Buscamos a Jesús queriéndonos alimentar de la Sabiduría de Dios que nos lleva por caminos de vida eterna y plenitud

Buscamos a Jesús queriéndonos alimentar de la Sabiduría de Dios que nos lleva por caminos de vida eterna y plenitud

Éxodo 16, 2-4. 12-15; Sal. 77; Efesios 4, 17. 20-24; Juan 6, 24-35
Buscaban a Jesús. ‘Maestro, ¿cuándo has venido aquí?’ Al no encontrarlo allá donde en la tarde anterior había realizado aquel gran signo de la multiplicación de los panes, habían buscado modo en la mañana de llegar a Cafarnaún. Y aquí se lo encuentran. Y es entonces, la pregunta.
Buscamos a Jesús. ¿Habremos visto nosotros también signos de algo? ¿hay inquietud en nuestro corazón? ¿hay algo que nos ha llamado la atención y nos preguntamos del por qué de las cosas? ¿hay quizá ansias de trascendencia en nuestro corazón? También tenemos que preguntarnos por qué buscamos a Jesús. Ahora mismo estás leyendo esta reflexión. Has ido tantas veces a la Iglesia, o vas a misa todos los domingos o en algunas ocasiones. Hay algo quizá en tu interior que te llama, te hace buscar, te hace hacerte preguntas. ¿Buscamos a Jesús? ¿por qué lo buscamos?
Cuando aquellas gentes de Cafarnaún le están preguntando a Jesús como ha llegado hasta allí porque ellos no le habían visto marcharse, pero luego no lo encontraban, Jesús quiere hacerles pensar, hacer que se pregunten también por qué lo buscan. ¿Sólo por el milagro del que fueron beneficiarios en la tarde anterior? ¿solo porque les curaba a los enfermos? ¿o había alguna otra inquietud en su corazón?
‘Os lo aseguro, les dice, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros’. Algo mucho más hondo tenemos que buscar, aunque algunas veces no sepamos bien lo que estamos buscando. No nos podemos quedar en nuestra relación con Dios en ese milagro fácil que nos resuelva nuestros problemas materiales. Es cierto que también en eso tenemos que acudir al Señor. Pero es algo mucho más hondo lo que El quiere darnos, lo que tenemos que buscar en El.
‘Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre…’ Tenemos que buscar lo que verdaderamente es importante; tenemos que buscar lo que en verdad dé mayor plenitud a nuestra vida, lo que realmente nos haga crecer, lo que verdaderamente nos haga más humanos y más divinos a la vez. Hay valores que son importantes y que no son cosas que podamos palpar con nuestras manos, pero son cosas que nos hacen mejores, que nos hacen encontrar un sentido y un valor a lo que hacemos y a toda nuestra vida.
¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? ¿Dónde podemos encontrar todo eso?  Es lo que la gente le está preguntando a Jesús. En cierto modo aunque les cueste entender se están dando cuenta de que es algo más lo que tienen que buscar. Piensan quizá en obras, en cosas materiales, pero Jesús les irá ayudando a que den pasos. ‘¿Y qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?’, se preguntan y preguntan a Jesús.
De entrada es querer dejarnos guiar; no vamos a ser nosotros solos, por nuestra cuenta lo que vamos a encontrarlo. Es la confianza y la fe que hemos de poner en Jesús, en su palabra. ‘La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que El ha enviado’. Creer en Jesús. Aunque han visto sus milagros, como sucederá tantas veces a lo largo del evangelio, todavía siguen pidiendo más pruebas. Seguimos pidiendo pruebas, no terminamos de convencernos, no terminamos de abrir los ojos, o de abrir el corazón. Ellos les recuerdan que Moisés en quien habían confiado sus padres cuando salieron de Egipto - aunque también les costó bastante confiar en Moisés - les había dado milagrosamente el maná, el pan del cielo. Y es lo que ahora le recuerdan a Jesús.
Les está ahora descubriendo Jesús que allí hay alguien mayor que Moisés. Es cierto que Moisés en la misión que Dios le había encomendado les había sacado de Egipto y allá en el Sinaí les dio la ley del Señor. Verdadero constructor del pueblo de Dios podemos decir que fue la misión de Moisés. No solo los condujo por el desierto, los liberó de Egipto o los hizo pasar el mar Rojo sino que fue haciéndolos pueblo, haciéndolos comunidad, ayudándoles a descubrir los designios de Dios, la voluntad del Señor.
Pero ahora en medio de ellos está el que viene en nombre del Señor, el Verbo de Dios encarnado que viene a descubrirnos el más profundo rostro de Dios y el verdadero y más profundo sentido del hombre. No son solo unos milagros lo que Jesús viene a hacer; los milagros son signos de lo más profundo que Dios quiere hacer en el corazón del hombre. Jesús viene como Palabra de Dios, como revelación de Dios y en Jesús vamos a encontrar ese verdadero y más profundo sentido del hombre y de la vida.
Ese alimento que Jesús quiere darnos, en ese pan bajado del cielo, es El mismo, porque El es la Sabiduría de Dios, la Revelación de Dios, la Palabra de Dios que se ha encarnado y se ha hecho Emmanuel, se ha hecho Dios con nosotros. Con nosotros está y con nosotros camina, a nosotros nos muestra el amor de Dios y a nosotros nos enseña a amar con ese mismo amor de Dios. Y, ¿cómo podemos hacerlo? Llenándonos de la vida de Jesús, por eso hoy nos dirá -y es principio de lo que seguiremos escuchando en los próximos domingos - que El es ‘el Pan de vida; quien viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará sed’. Ese pan es la Sabiduría de Dios, es el Verbo de Dios, es la Vida de Dios.
Busquemos a Jesús. Sigamos buscando a Jesús. Sigamos queriendo vivir a Jesús.

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