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lunes, 3 de agosto de 2015

La fe no nos hace desentendernos de los problemas de la vida sino que nos compromete a afrontarlos con valor sintiendo la presencia del Señor

La fe no nos hace desentendernos de los problemas de la vida sino que nos compromete a afrontarlos con valor sintiendo la presencia del Señor

Números 11,4b-15; Sal 80; Mateo 14,13-21
Escuchaba un comentario ayer en una noticia que daban en televisión que me hizo pensar sobre la idea que se tiene de la fe y para qué nos vale tener fe. Estaban haciendo referencia a esos centenares de emigrantes que intentan cruzar de Francia a Inglaterra por el túnel ferroviario del Canal de la Mancha. Y en la noticia se reflejaba en breves segundos - como suelen ser las noticias que tengan que ver con el hecho religioso - que dichos emigrantes habían podido tener unos servicios religiosos en el domingo. Y el comentario decía que así podían olvidar por unos momentos el drama que estaban viviendo.
¿La fe nos sirve para olvidar los dramas y los malos momentos que podamos estar pasando en la vida? ¿La fe es un refugio para olvidar? Triste concepto de fe que según esta idea pretende hacernos olvidar los problemas de la vida. ¿Es para eso para lo que nos sirve nuestra fe?
Creo que es cosa de pensar y pensarlo muy bien. No acudimos a Dios para olvidar la vida que vivimos con sus problemas. Acudimos a Dios y queremos en todo momento cantar su alabanza - en las breves imágenes ofrecidas se veían es cierto los cánticos y los signos con los que querían expresar su fe aquellos emigrantes - porque sentimos el amor de Dios en todo momento cualquiera que sea la circunstancia que vivamos en la vida. Sentimos que en verdad es el Señor de nuestra vida que nos ama y siempre merece nuestra alabanza al tiempo que le invocamos para sentir su presencia y su fuerza.
La fe no nos hace desentendernos de los problemas de la vida, sino todo lo contrario. Un verdadero creyente se siente más y más comprometido en su vida no solo afrontando sus propios problemas con el valor y la fuerza de la gracia de Dios que le acompaña, sino que se siente comprometido con el sufrimiento de los demás y con la problemática de la sociedad en la que vive.
Sentimos nuestros problemas y no cerramos los ojos ante ellos; nos sentimos movidos a afrontarlos con valentía y entereza, ponemos nuestro empeño y todas nuestras capacidades e inventivas, por así decirlo, en tratar de resolverlos, pero en esa fe que tenemos en el Dios que es Padre estamos llenos de esperanza, sentimos su presencia y la fuerza de su Espíritu, queremos no huir u olvidarnos de esos problemas sino afrontarlos sintiendo que Dios no nos abandona. Y lo hacemos con esperanza movidos por esa fe que anima nuestra vida. La fe no  nos adormece sino todo lo contrario nos impulsa con fuerza a luchar, a caminar, a hacer que cada día nuestro mundo sea mejor; la fe nos despierta por dentro para encontrar soluciones, caminos de salida.
Me he hecho esta reflexión, al hilo por una parte de la noticia de televisión y su triste comentario, pero dejándome iluminar por la palabra del Señor. Contemplamos en el evangelio hoy que una multitud grande acude a Jesús; llevan tiempo con él y las provisiones se van terminando; están hambrientos. Jesús no se desentiende ni quiere que sus discípulos se desentiendan. Los discípulos vienen preocupados a decirle que los despida para que vayan a las aldeas donde puedan comprar pan, pero Jesús les dice: ‘dadles vosotros de comer’. No tienen sino cinco panes y dos peces, que por allá un muchacho ha aparecido con ellos según el relato de uno de los evangelistas. ‘Traédmelos’, les dice Jesús.
Aportan lo poco que tienen, no se lo reservan para si; no se contentan con que ya es suficiente con estar con Jesús y no habría que preocuparse de buscar comida para aquella gente hambrienta; no se encierran en si mismos. El estar con Jesús les impulsa a luchar, a buscar soluciones, a despertar en el corazón los buenos sentimientos para compartir, a poner todo lo que son para la solución de los problemas de la vida.
No se trata, pues, de olvidar por unos instantes. Estamos con el Señor y sentimos que el Señor es nuestra fuerza para nuestro caminar.

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