La fe no nos hace desentendernos de los problemas de la vida sino que nos compromete a afrontarlos con valor sintiendo la presencia del Señor
Números
11,4b-15; Sal
80; Mateo
14,13-21
Escuchaba un comentario ayer en una noticia que daban
en televisión que me hizo pensar sobre la idea que se tiene de la fe y para qué
nos vale tener fe. Estaban haciendo referencia a esos centenares de emigrantes
que intentan cruzar de Francia a Inglaterra por el túnel ferroviario del Canal
de la Mancha. Y en la noticia se reflejaba en breves segundos - como suelen ser
las noticias que tengan que ver con el hecho religioso - que dichos emigrantes
habían podido tener unos servicios religiosos en el domingo. Y el comentario
decía que así podían olvidar por unos momentos el drama que estaban viviendo.
¿La fe nos sirve para olvidar los dramas y los malos
momentos que podamos estar pasando en la vida? ¿La fe es un refugio para
olvidar? Triste concepto de fe que según esta idea pretende hacernos olvidar
los problemas de la vida. ¿Es para eso para lo que nos sirve nuestra fe?
Creo que es cosa de pensar y pensarlo muy bien. No
acudimos a Dios para olvidar la vida que vivimos con sus problemas. Acudimos a
Dios y queremos en todo momento cantar su alabanza - en las breves imágenes
ofrecidas se veían es cierto los cánticos y los signos con los que querían
expresar su fe aquellos emigrantes - porque sentimos el amor de Dios en todo
momento cualquiera que sea la circunstancia que vivamos en la vida. Sentimos
que en verdad es el Señor de nuestra vida que nos ama y siempre merece nuestra
alabanza al tiempo que le invocamos para sentir su presencia y su fuerza.
La fe no nos hace desentendernos de los problemas de la
vida, sino todo lo contrario. Un verdadero creyente se siente más y más
comprometido en su vida no solo afrontando sus propios problemas con el valor y
la fuerza de la gracia de Dios que le acompaña, sino que se siente comprometido
con el sufrimiento de los demás y con la problemática de la sociedad en la que
vive.
Sentimos nuestros problemas y no cerramos los ojos ante
ellos; nos sentimos movidos a afrontarlos con valentía y entereza, ponemos
nuestro empeño y todas nuestras capacidades e inventivas, por así decirlo, en
tratar de resolverlos, pero en esa fe que tenemos en el Dios que es Padre
estamos llenos de esperanza, sentimos su presencia y la fuerza de su Espíritu,
queremos no huir u olvidarnos de esos problemas sino afrontarlos sintiendo que
Dios no nos abandona. Y lo hacemos con esperanza movidos por esa fe que anima
nuestra vida. La fe no nos adormece sino
todo lo contrario nos impulsa con fuerza a luchar, a caminar, a hacer que cada
día nuestro mundo sea mejor; la fe nos despierta por dentro para encontrar
soluciones, caminos de salida.
Me he hecho esta reflexión, al hilo por una parte de la
noticia de televisión y su triste comentario, pero dejándome iluminar por la
palabra del Señor. Contemplamos en el evangelio hoy que una multitud grande
acude a Jesús; llevan tiempo con él y las provisiones se van terminando; están
hambrientos. Jesús no se desentiende ni quiere que sus discípulos se
desentiendan. Los discípulos vienen preocupados a decirle que los despida para
que vayan a las aldeas donde puedan comprar pan, pero Jesús les dice: ‘dadles vosotros de comer’. No tienen
sino cinco panes y dos peces, que por allá un muchacho ha aparecido con ellos
según el relato de uno de los evangelistas. ‘Traédmelos’,
les dice Jesús.
Aportan lo poco que tienen, no se lo reservan para si;
no se contentan con que ya es suficiente con estar con Jesús y no habría que
preocuparse de buscar comida para aquella gente hambrienta; no se encierran en
si mismos. El estar con Jesús les impulsa a luchar, a buscar soluciones, a
despertar en el corazón los buenos sentimientos para compartir, a poner todo lo
que son para la solución de los problemas de la vida.
No se trata, pues, de olvidar por unos instantes.
Estamos con el Señor y sentimos que el Señor es nuestra fuerza para nuestro
caminar.
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