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viernes, 31 de julio de 2015

El sentido de fiesta innato en el corazón del hombre ha de llevarnos al encuentro con los demás y a la alabanza al Creador

El sentido de fiesta innato en el corazón del hombre ha de llevarnos al encuentro con los demás y a la alabanza al Creador

Levítico 23, 1. 4-11. 15-16. 27. 34b-37; Sal 80; Mateo 13,54-58
Podríamos comenzar afirmando que el sentido de fiesta es algo que lleva el ser humano, por así decirlo, impreso en lo más profundo de su ser. Una manifestación de alegría y de gozo compartido que viene como a expresar también sentimientos de gratitud por el bien recibido ya sea de la vida misma o del mismo compartir con los que convivimos. En el creyente este sentimiento de fiesta, de alegría se eleva sobre si mismo para trascender hasta el que es el Creador y Redentor de su vida. Por eso en la experiencia religiosa de todos los hombres siempre ha estado unida la fiesta también a esas expresiones del culto a Dios.
El Levítico prescribe esas fiestas que el pueblo judío ha de realizar a través del año. ‘Estas son las festividades del Señor, en las que convocarán a asambleas litúrgicas’, les dice Moisés. Y señala la fiesta de la Pascua, como la fiesta de las siete semanas - Pentecostés - que es la fiesta de la ley, la de los tabernáculos para recordar su peregrinar por el desierto, la de la expiación. Serán convocados en asamblea; la fiesta nunca tiene un carácter particular o individualista, sino que siempre se ha de realizar en el compartir; y en esas asambleas siempre se dará gloria al Señor en recuerdo de las maravillas que el Señor ha realizado en su pueblo.
Para nosotros cristianos ya para siempre nuestra fiesta es Cristo. Es el motivo y razón de ser de nuestra alegría más profunda en la salvación recibida en el amor de Dios que se nos manifiesta en Cristo. Por eso el centro de las fiestas cristianas es la Pascua, en la que celebramos la pasión, muerte y resurrección del Señor. Pero más aun cada semana, en el primer día de la semana, el día que resucitó el Señor, los cristianos seguimos reuniéndonos en asamblea litúrgica para celebrar la Pascua del Señor.
Qué sentido más hermoso tiene para nosotros el domingo. Es el día del encuentro, del compartir, donde la familia ha de verse reunida cuando durante la semana hemos caminando cada uno en nuestros quehaceres y ahora el descanso dominical nos facilita ese encuentro, pero es también el día del Señor, donde además nos reunimos en asamblea litúrgica para alabar al Señor que nos salva, al Señor que nos ama y que está con nosotros.
Pero también tenemos que reconocer que vamos perdiendo ese hermoso sentido del domingo, y algunas veces mas que momento de encuentro parece momento de dispersión en que cada uno sigue yéndose por su lado; es una lástima que se pierda ese sentido humano de la fiesta que ha de tener el domingo cada semana, como se pierde el sentido familiar, pero también se vaya perdiendo ese sentido religioso y ya a Dios lo hemos aparcado a un lado en el día del Señor, olvidándonos del sentido más profundo que tendría que tener el domingo.
Y algo parecido tendríamos que decir de nuestras fiestas populares, en su origen con un profundo sentido religioso, pero del que queda el recuerdo de que es la fiesta de este santo o de aquella virgen o aquel Cristo, pero que en la mayoría de los que celebran la fiesta eso se queda en un muy postrero lugar. Se sigue con la fiesta, porque el ser humano siente necesidad de expresar esa alegría y ese encuentro con los demás compartiendo sus gozos y sus esperanzas, aunque hemos de reconocer que mucho de eso en su sentido más profundo también se va perdiendo quedándose muchas veces en algo así como una orgía donde se pierde todo sentido.
Creo que los cristianos, los verdaderos creyentes tenemos mucho que hacer y que decir en ese sentido; por una parte para vivirlo nosotros mismos con intensidad, pero también que recuperemos los sentimientos más humanos en nuestras relaciones interpersonales y en la convivencia con los demás, dándole un profundo y sano sentido a nuestra alegría y a nuestra fiesta. Y claro, nosotros creyentes no podemos olvidar ese sentido religioso de alabanza y acción de gracias al Creador.

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