Somos los hijos que vamos al encuentro del Padre y Dios es el Padre lleno de amor que se goza habitando en nuestro corazón
Éxodo
33, 7-11; 34, 5b-9. 28; Sal
102; Mateo
13, 36-43
‘El Señor hablaba con
Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo’. Hermosa expresión para expresarnos
la familiaridad en la relación de Dios y Moisés. Una hermosa expresión de la
intensidad con que hemos de vivir nuestra oración.
Nos acercamos a Dios y ¿quiénes somos nosotros pequeñas
criaturas para entrar en relación con nuestro Creador? Pero Dios en su
inmensidad se acerca al hombre, permite que podamos entrar en su conocimiento
porque El nos ama y se nos revela. Estamos ante el Misterio y sentimos nuestra
pequeñez y nuestra incapacidad. Pero grande es el amor del Dios que se nos
manifiesta y se nos revela, el Dios que se hace cercano y podemos sentirlo y
vivir su presencia allá en lo más hondo de nuestro corazón.
Aunque Dios se nos revela y es su Espíritu el que anida
en nuestro corazón para que podamos así gozarnos de su amor y atrevernos a
acercarnos a El, nos sentimos incapaces y no sabemos cómo hacer, como entrar en
esa comunión con Dios, cómo mejor hablarle y cómo mejor escucharle, cuando por
otra parte tantas veces nos hacemos oídos sordos a su llamada y hasta llegamos
en nuestra inconsciencia a rechazar su amor.
Pero Dios se ha hecho Emmanuel, se ha hecho Dios con
nosotros para hacernos sentir su presencia, para que nos gocemos de su amor. En
Jesús aprendemos toda esa cercanía de Dios y queriendo escuchar su Palabra y
seguirle sabemos que estamos entrando en ese camino de Dios, en ese camino que
nos lleva a Dios.
Además de contemplar su presencia en Jesús que se hace
cercano a todos y a todos nos manifiesta lo que es el amor de Dios, si
escuchamos su Palabra iremos aprendiendo cómo Dios quiere habitar en nosotros,
cómo puede ser la mejor forma de entrar en relación con Dios con nuestra
oración. Jesús nos ha enseñado a orar, nos ha enseñado a llamar a Dios Padre y
sentirle y vivirle como tal. Nos concede la fuerza y la presencia de su
Espíritu allá en lo más hondo de nuestro corazón para que aprendamos a orar y
para que podamos hacer la mejor oración. Y nos dice que si guardamos su Palabra
y cumplimos sus mandamientos sentiremos un especial amor del Padre en nosotros y
vendrá a habitar en nuestro corazón, en nuestra vida.
Claro que reconociendo con nuestra fe su grandeza y su
inmensidad pero reconociendo también y gozándonos de su amor podemos entrar en
esa relación nueva con Dios a quien podemos llamar Padre, a quien tendremos que
sentir siempre como Padre. Es una relación filial, una relación de amor la que
podemos establecer con el Señor en toda nuestra vida. Tendremos momentos de
mayor intensidad e intimidad en la presencia de Dios con nuestra oración, pero
es que allá donde estemos, allá donde vayamos sabemos que siempre estamos en su
presencia y en todo momento puede y debe surgir nuestro corazón esa expresión
de amor para con nuestro Dios.
Comenzábamos recogiendo el texto del Éxodo que nos
expresaba esa relación de Moisés con Dios con quien hablaba cara a cara como se
habla con un amigo. Así y más aún podemos y tenemos que hablar con Dios porque
somos los hijos que vamos al encuentro de nuestro Padre, es el Padre lleno de
amor que se goza habitando en nuestro corazón.
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