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martes, 28 de julio de 2015

Somos los hijos que vamos al encuentro del Padre y Dios es el Padre lleno de amor que se goza habitando en nuestro corazón

Somos los hijos que vamos al encuentro del Padre y Dios es el Padre lleno de amor que se goza habitando en nuestro corazón

Éxodo 33, 7-11; 34, 5b-9. 28; Sal 102; Mateo 13, 36-43
‘El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo’. Hermosa expresión para expresarnos la familiaridad en la relación de Dios y Moisés. Una hermosa expresión de la intensidad con que hemos de vivir nuestra oración.
Nos acercamos a Dios y ¿quiénes somos nosotros pequeñas criaturas para entrar en relación con nuestro Creador? Pero Dios en su inmensidad se acerca al hombre, permite que podamos entrar en su conocimiento porque El nos ama y se nos revela. Estamos ante el Misterio y sentimos nuestra pequeñez y nuestra incapacidad. Pero grande es el amor del Dios que se nos manifiesta y se nos revela, el Dios que se hace cercano y podemos sentirlo y vivir su presencia allá en lo más hondo de nuestro corazón.
Aunque Dios se nos revela y es su Espíritu el que anida en nuestro corazón para que podamos así gozarnos de su amor y atrevernos a acercarnos a El, nos sentimos incapaces y no sabemos cómo hacer, como entrar en esa comunión con Dios, cómo mejor hablarle y cómo mejor escucharle, cuando por otra parte tantas veces nos hacemos oídos sordos a su llamada y hasta llegamos en nuestra inconsciencia a rechazar su amor.
Pero Dios se ha hecho Emmanuel, se ha hecho Dios con nosotros para hacernos sentir su presencia, para que nos gocemos de su amor. En Jesús aprendemos toda esa cercanía de Dios y queriendo escuchar su Palabra y seguirle sabemos que estamos entrando en ese camino de Dios, en ese camino que nos lleva a Dios.
Además de contemplar su presencia en Jesús que se hace cercano a todos y a todos nos manifiesta lo que es el amor de Dios, si escuchamos su Palabra iremos aprendiendo cómo Dios quiere habitar en nosotros, cómo puede ser la mejor forma de entrar en relación con Dios con nuestra oración. Jesús nos ha enseñado a orar, nos ha enseñado a llamar a Dios Padre y sentirle y vivirle como tal. Nos concede la fuerza y la presencia de su Espíritu allá en lo más hondo de nuestro corazón para que aprendamos a orar y para que podamos hacer la mejor oración. Y nos dice que si guardamos su Palabra y cumplimos sus mandamientos sentiremos un especial amor del Padre en nosotros y vendrá a habitar en nuestro corazón, en nuestra vida.
Claro que reconociendo con nuestra fe su grandeza y su inmensidad pero reconociendo también y gozándonos de su amor podemos entrar en esa relación nueva con Dios a quien podemos llamar Padre, a quien tendremos que sentir siempre como Padre. Es una relación filial, una relación de amor la que podemos establecer con el Señor en toda nuestra vida. Tendremos momentos de mayor intensidad e intimidad en la presencia de Dios con nuestra oración, pero es que allá donde estemos, allá donde vayamos sabemos que siempre estamos en su presencia y en todo momento puede y debe surgir nuestro corazón esa expresión de amor para con nuestro Dios.
Comenzábamos recogiendo el texto del Éxodo que nos expresaba esa relación de Moisés con Dios con quien hablaba cara a cara como se habla con un amigo. Así y más aún podemos y tenemos que hablar con Dios porque somos los hijos que vamos al encuentro de nuestro Padre, es el Padre lleno de amor que se goza habitando en nuestro corazón.

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