El hombre justo a quien Dios había escogido para una misión en sus planes de salvación que respondió con la obediencia de la fe
2Samuel
7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal
88; Romanos
4, 13. 16-18. 22; Mateo
1, 16. 18-21. 24a
Un hombre justo a quien Dios había escogido para una
misión en sus planes de salvación y que aun en medio de sombras y oscuridades
respondió con la obediencia de la fe. Es san José, es esposo de María, de la
cual había de nacer Jesús porque El sería el Salvador de los hombres.
El evangelio es escueto a la hora de hablarnos de José,
porque realmente la Buena Noticia que es el Evangelio es Jesús. Pero Dios tuvo
en cuenta a José. Por obra del Espíritu Santo el Hijo de Dios se iba a encarnar
en el seno de María. Pero Dios quiso que fuera dentro de un hogar, en el calor
de una familia. Es el lugar que ocupa José, de manera que aunque nosotros
sabemos que la concepción de Jesús fue por obra del Espíritu Santo, Jesús había
de ser conocido y reconocido como el hijo del carpintero; esa fue la misión que
Dios le confiaba a José, en la que quiso contar con él.
Era el hombre bueno y justo en cuyo corazón, aun
atormentado por las dudas, no cabía la maldad. Porque era el hombre creyente y
lleno de esperanza que se dejaba conducir por Dios. En aquellos acontecimientos
que iban a ir desarrollándose en su vida, siempre buscaría descubrir lo que era
el plan de Dios. Será en medio de sueños o de la forma como queramos imaginar,
pero José tiene el corazón abierto a Dios y a su palabra. Y José tuvo también
su anunciación como María; el ángel del Señor también se le manifestaría para
trasmitirle lo que era la voluntad de Dios y llenar de luz su corazón
atormentado por las sombras de la duda.
Siembra una duda en el corazón y veremos cómo se
desarrollará la desconfianza y los recelos que nos separan y que nos apartan de
los demás. No sucedió así en José, aunque en principio estuviera lleno de
dudas, recelos y desconfianzas, no dejó de confiar en Dios y dejarse conducir
por sus inspiraciones para hacer siempre lo que era la voluntad del Señor.
Es la obediencia de la fe del corazón de José. Cuando
el ángel le descubre que lo que sucede en María es obra de Dios, porque es el
Espíritu Santo el que ha cubierto con su sombra a María para que de ella
naciera Jesús, José también dice sí, José también dice ‘hágase tu voluntad’,
José también es el siervo fiel y prudente que hace lo que le pide su Señor.
‘Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor’.
Cuanto tenemos que aprender de san José: El hombre
justo, el hombre de fe, el hombre lleno de esperanza que no dejó que los
contratiempos y adversidades le hicieran perder nunca la paz del corazon, el
hombre que siempre puso su vida en las manos de Dios para así entrar en el plan
de Dios en la obra de nuestra salvación. su corazón estará lleno de dudas por
cuanto sucede en María que no entiende, tendrá que dejar Nazaret para venirse a
Belén cuando los planes de su vida eran otros, marchará al exilio de Egipto con
lo duro que eso puede significar porque hay que salvar la vida de aquel Niño
que un día entregará su vida por nuestra salvación, pasará en silencio su vida
siempre en la obediencia de la fe o en la humildad de estar en un segundo
plano, pero porque se humilló y fue capaz de ser el último y el servidor de todos
será grande y la importancia de su vida no solo fue en aquel momento de la
historia de la salvación, sino que lo será para siempre como patrono y
patriarca de la Iglesia de los que creen en Jesús.
Hemos también de aprender a ocupar nuestro lugar, aunque
pase desapercibido, aunque sea en el silencio y el anonimato, aunque duros
tengan que ser los sacrificios y negaciones de nosotros mismos que tengamos que
hacer, aunque muchas veces nos veamos atormentados por cosas que no entendemos
o descubramos que los planes de Dios quizá rompen el ritmo de nuestros propios
planes. No olvidemos lo que luego Jesús nos enseñará de negarnos a nosotros
mismos, de hacernos los últimos y los servidores de todos, de ser semilla que
se entierra y se sacrifica en el seno humilde y callado de la tierra para que
pueda dar fruto. Es el camino de la verdadera grandeza que Jesús nos enseña,
que contemplamos realizado humilde y calladamente en san José, y que ha de ser
también el camino que recorramos en nuestra vida.
San José descubrió la misión para la que Dios le había
escogido y respondió con la obediencia de la fe.
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