Es
una dicha poder hacer camino con Jesús, abramos nuestros ojos y sensibilidad
para captar cuantos a nuestro lado están haciendo también ese mismo camino
1Corintios 15, 12-20; Sal 16; Lucas 8, 1-3
Ponernos a
hacer camino con alguien puede tener hermosos significados; una comunión de
metas a las que queremos llegar y donde nos queremos sentir acompañados por
quienes van a hacer el mismo recorrido; una confianza y una comunicación, pues
el caminar juntos da oportunidad para intimidad y comunicación de aquello de
nosotros que quizá con otros no seríamos capaces de compartir, pero que en ese
camino juntos hace que abramos los corazones, manifestemos nuestros sueños e
ideales, no temamos dejarnos conocer en nuestras debilidades y cansancios,
porque nos damos cuenta que a todos por igual se nos aflojan las piernas y los
entusiasmos; un dejar relucir lo que somos y lo que es nuestra vida, pues nos
estimula y levanta el ánimo lo que los demás también dejan entrever de sí
mismos.
Algunas veces
somos recelosos a la hora de escoger con quien vamos a hacer el camino, y
muchas veces cuando salta la debilidad de nuestro carácter nos puede hacer un
tanto costoso y difícil el camino; ya no sería tanto saber a quién vamos a
escoger, sino sobre todo aceptar quién va a ser nuestro compañero de camino. Ese
camino que hacemos juntos puede ser también una manera de crecer y de madurar,
porque nos hace vencernos y dominarnos, pero también sacar a flote lo mejor de
nosotros mismos. Al final seguramente nos sentiremos agradecidos por esos
compañeros de camino y florezcan amistades que surgen en ese camino realizado
juntos.
Hoy en el
evangelio contemplamos una imagen muy hermosa, aunque algunas veces nos pueda
pasar desapercibida en su sencillez porque nos podría parecer la cosa más normal
del mundo. Jesús va de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, recorriendo
aquellos caminos de Galilea y luego de casi toda Palestina.
Le acompaña, en primer lugar, aquel grupo de los doce que El se había escogido entre todos los que le seguían, pero allí estaban también algunas mujeres que habían recibido gracias especiales de Jesús y con El se habían querido quedar para hacer esos caminos. No es solo ya la respuesta a una invitación, como lo eran la de los apóstoles, sino una respuesta de agradecimiento por la gracia que de El habían recibido. Veremos que algunas llegarán en ese camino hasta el monte de la calavera, hasta el momento de la Pascua de Jesús. Hacían camino con Jesús sintiendo y reconociendo el paso de Dios por sus vidas y llegarían a vivir la misma Pascua de Jesús.
¿Queremos
también nosotros hacer camino con Jesús? Seguro que hay una invitación y tendría
que haber también una respuesta de gratitud de nuestras vidas. Jesús nos pone
en camino, Jesús quiere que marchemos a su paso anunciando también el Reino,
testimoniando con nuestros gestos y con nuestra vida la vivencia que ya
nosotros vamos teniendo del Reino. Habremos sentido de una manera u otra ese
paso de Dios por nuestras vida, porque también nosotros en más de una ocasión
hemos sentido su salvación hecha vida en nuestra vida, ese paso de Dios que nos
llama, nos invita, nos compromete, nos lanza también a hacer ese anuncio del
Reino de Dios. Como aquellos discípulos, como aquellas mujeres, como tantos que
también nosotros vemos a nuestro lado haciendo el camino.
Es una dicha
poder hacer camino con Jesús. Abramos nuestros ojos, abramos la sensibilidad
del alma para captar y darnos cuenta de tantos que a nuestro lado están
haciendo también ese camino; sintamos que es camino que hacemos juntos;
disfrutemos de ese camino y de la presencia de los que a nuestro lado están. Hablábamos
al principio de toda la riqueza que significa hacer el camino juntos; tenemos
que darnos cuenta que esa riqueza está a nuestra mano; sepamos tener verdadero
sentido de Iglesia, sepamos descubrir la presencia de tantos hermanos que
caminan a nuestro lado y son un hermoso estímulo en nuestro caminar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario