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jueves, 27 de noviembre de 2014

Con nuestra vida y nuestro compromiso de amor hemos de ser signo y grito que anuncie el amor liberador del Señor

Con nuestra vida y nuestro compromiso de amor hemos de ser signo y grito que anuncie el amor liberador del Señor

Apoc. 18, 1-2.21-23; 19, 1-3.9; Sal. 99; Lc.21, 20-28
‘Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación’. Algunas veces nos vemos como aturdidos por las circunstancias de la vida, lo que nos va sucediendo a nosotros, pero también cuando vemos la situación del mundo que nos rodea.  Personas con problemas y dificultades, enfermedades quizá que nos pueden poner en peligro la vida, la decadencia que vamos sufriendo las personas mayores que cada día parece que nos vemos con mas limitaciones; pero es también la situación de la sociedad que nos rodea, la crisis económica y social en que nos vemos envueltos, la maldad del corazón de los hombres que va apareciendo en corrupciones e injusticias de todo tipo en que nos vemos envueltos. Algunas veces tenemos la sensación de que perdemos la esperanza.
Pero el creyente, y por eso podemos decir en verdad que somos creyentes, nos fiamos de la Palabra de Dios y ponemos totalmente nuestra fe en El. La fe va a ser ese faro de luz que ilumina nuestro caminar, nos hace ver las cosas con otra perspectiva y despierta en nuestros corazones la esperanza. No nos sentimos solos en nuestras luchas; aunque veamos muchos nubarrones de oscuridad a nuestro alrededor en todo eso que vemos que sucede y que nos puede agobiar siempre podemos encontrar un rayo de luz que nos haga ver un final y un camino. Es nuestro sentido de creyentes que no se queda en meras palabras, sino que nos hace encontrar un sentido, una salida para el camino de la vida.
Hoy nos ha dicho Jesús: ‘Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación’, aunque haya oscuridades, aunque haya problemas, en el Señor encontraremos la liberación, lo salvación que necesitamos. La luz del evangelio nos hace encontrar caminos; el sentido de Jesús nos hace ver las cosas de otra manera y nos impulsa también a una nueva forma de actuar.
El texto del evangelio que precede a estas palabras de Jesús y que hoy hemos escuchado podría quizá llenarnos de confusión porque parece se mezclaran distintos anuncios. Comienza haciendo un anuncio y una descripción de la destrucción de la ciudad de Jerusalén, que a la hora de que el evangelista Lucas redactara este texto probablemente ya había sucedido todo lo anunciado, lo que quizá nos le haga describírnoslo con mayor crudeza; pero inmediatamente nos describe lo que sería el momento final de la historia o el fin del mundo.
Nos da una serie de señales y nos describe una situación de angustia, pánico y ansiedad en que vivirán las gentes en ese momento. Una referencia a esos momentos finales pero que pueden ser descripción también de los malos momentos por los que podemos pasar y de hecho pasamos a lo largo de la historia de la humanidad. La descripción que hacíamos en el comienzo de nuestra reflexión fijándonos en el momento actual puede ser también una lectura que hagamos actualizada de lo que nos dice el evangelio. No tiene que referirse necesariamente a un final de la historia sino por esos momentos difíciles por los que podemos pasar y de hecho pasan muchas personas también en nuestra época actual.
Es cuando tenemos que escuchar esa Palabra de Jesús que es una palabra de aliento y de esperanza. Una Palabra que nos invita a poner nuestra fe en Dios que nunca nos abandona porque siempre es el Padre bueno y providente que está a nuestro lado, pero una palabra que nos invita también a que los que tenemos puesta nuestra fe y nuestra esperanza en Dios seamos capaces de trasmitir esa fe a los que están a nuestro lado. Es el consuelo que podemos ofrecer a cuantos sufren a nuestro lado, pero será también la solidaridad que se despertará en nuestro corazón para hacer nuestro el sufrimiento de nuestros hermanos, pero por nuestro amor, por nuestro compartir generoso, por nuestra lucha por la justicia y por hacer un mundo mejor, tenemos que convertirnos en signos de ese amor de Dios para con nuestros hermanos.
Nosotros con nuestra vida y con nuestro compromiso de amor  tenemos que acercar ese amor liberador del Señor a nuestros hermanos que sufren a nuestro lado. Nuestra vida es ese grito, ha de ser ese grito que anuncia que se acerca la liberación, porque les acercaremos a Dios a nuestro mundo para que encuentre esa luz y esa salvación.

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