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jueves, 4 de diciembre de 2014

El que no cuida ni alimenta su fe es como el que edificó su casa sobre arena

El que no cuida ni alimenta su fe es como el que edificó su casa sobre arena

Is. 26, 1-6; Sal. 117; Mt. 7, 21.24-27
En los momentos difíciles y problemáticos se puede calibrar hasta donde llega la hondura y la madurez de la persona; es cuando van a aparecer los verdaderos valores de la persona o cuando vamos a ver cuales son los principios por los que nos guiamos a la hora de enfrentarnos a ese problema.
No nos gusta tener que enfrentarnos a momentos duros y quisiéramos que en la vida todo sea fácil pero reconocemos que no siempre es así, porque además en la vida de cualquier persona se concatenan muchas y diversas circunstancias ya que además estamos sujetos a las relaciones de convivencia con los están a nuestro lado, ya sea la familia, ya sea el lugar de trabajo, o ya sea simplemente el  mundo en el que vivimos donde todos no pensamos ni opinamos lo mismo y tenemos que enfrentarnos muchas veces a encontrados planteamientos.
Es ahí donde aparecerá nuestra madurez humana, donde aparecerán o deben aparecer nuestros principios, y es ahí donde también como cristianos tenemos que expresar también cual es nuestro camino.
Me hago esta reflexión porque nos puede valer para muchas situaciones en las que nos podemos encontrar en la vida, pero que además nos vale también de cara a los planteamientos cristianos que nos hagamos en la vida en el orden de nuestra fe o de nuestra vivencia cristiana.
Hoy Jesús nos propone en el evangelio la imagen de una casa que va a ser azotada por fuertes lluvias, vientos y temporales; y Jesús nos está haciendo la notar la diferencia de cimientos que puede tener esa casa; la que está edificada sobre arena sin haber preparado un adecuado cimiento se vendrá abajo también pronto la azoten los vientos y las lluvias; la que está edificada sobre roca, la que tiene un buen cimiento que la fundamente aguantará todo lo que se le venga encima y no se derrumbará.
Es lo que nos puede pasar en las diferentes situaciones de la vida, como decíamos antes, porque aparecerán nuestros valores y nuestros principios si los tenemos bien fundamentados o no; en lo que nos puede pasar en nuestra vida de fe, en nuestra vida cristiana si tenemos una fe débil, si no buscamos el verdadero apoyo que hemos de buscar para nuestro caminar cristiano en la oración, la Palabra de Dios y los Sacramentos. Es necesario fundamentar nuestra vivencia cristiana sobre roca.
Por eso Jesús comenzaba diciéndonos que no nos vale decir ‘Señor, Señor’ para vivir el Reino de Dios. Es ‘el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo’, nos viene a decir Jesús. Cuántas veces decimos, es que yo soy muy religioso; vale eres religioso, pero ¿buscas en todo lo que vives hacer la voluntad de Dios? ¿Y cómo vas a descubrir lo que es la voluntad de Dios? ¿Sólo por lo que a ti te parece o se te ocurre? ¿Eres religioso porque dices que crees mucho en los santos o que haces muchas promesas o te contentas con llevar ramos de flores a la Virgen o a los santos? Hay mucha gente que toda su religiosidad y lo que llaman su vida cristiana se queda en eso.
¿No necesitarías detenerte más a escuchar a Dios en tu corazón, a escuchar, meditar y rumiar la Palabra de Dios que se nos proclama y que tenemos contenida en la Biblia? Cuántos dicen que son muy religiosos pero ni una Biblia tienen en su casa, ni se han ocupado nunca de tomarla en sus manos para leer y meditar lo que el Señor quiere decirnos. Son preguntas que tenemos que hacernos sin miedo, con valentía y sinceridad. El camino de Adviento que estamos haciendo en esto quiere ayudarnos.
Necesitamos fundamentar bien nuestra fe y para eso es necesario también que conozcamos en lo que creemos, que no es solo sabernos el Credo de memoria, cosa que ya muchos tampoco se lo saben. Necesitamos fundamentar nuestra fe y por eso es necesario reflexionarla, buscar la manera de formarnos, alimentarla, cuidarla. Muchas veces edificamos nuestra vida cristiana sin cimientos, sobre arena como nos dice la imagen del evangelio, porque no nos hemos preocupado de crecer y madurar en nuestra fe.
Y para eso necesitamos escuchar la Palabra de Dios, escuchar a quien nos pueda ayudar a reflexionarla para conocerla más y para hacerla más profunda en nuestra vida, de manera que en ella encontremos respuesta a todos esos problemas con que tenemos que enfrentarnos en la vida y podamos dar razón de ella con nuestra manera de vivir. Así aparecerá la madurez de nuestra fe.
Mucho necesitamos reflexionar en este sentido. Mucho tenemos que alimentar nuestra fe también en la oración y la vivencia de los sacramentos.

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