Vistas de página en total

sábado, 6 de diciembre de 2014

Como discípulos de Jesús hemos de ser signos de su amor para nuestro mundo

Como discípulos de Jesús hemos de ser signos de su amor para nuestro mundo

Is. 30, 18-21.23-36; Sal. 146; Mt. 9, 35-10, 1.6-8
Cuando nos vamos preparando a través del camino del Adviento para la celebración del misterio del nacimiento del Señor nos vamos dejando iluminar por la Palabra de Dios que cada día la liturgia nos va proponiendo; están por una parte los profetas que vamos escuchando siempre en la primera lectura, y salvo ya los días inmediatos a la Navidad en que se nos proclamará el principio del evangelio de Lucas con todos aquellos acontecimientos previos al nacimiento de Jesús, de resto acudimos a diversos textos del evangelio que en la enseñanza de Jesús ya nos van ayudando a prepararnos para la celebración de este Misterio.
Hoy el evangelio nos presenta aquel momento en que vemos no solo a Jesús predicando, anunciando el evangelio por las distintas ciudades y aldeas de Galilea, enseñando en las sinagogas pero también curando todas las enfermedades y dolencias, como un signo del Reino de Dios que estaba anunciando y que estaba haciéndose presente. Se compadece Jesús de cuantos acuden a El, porque les parecía que ‘eran como ovejas sin pastor’ que andaban extenuadas y abandonadas y a continuación llamó a doce de sus discípulos para enviarlos a realizar la misma misión que Jesús venia realizando. ‘Les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia’.
Algo bien significativo que nos puede decir mucho a nosotros también hoy. Quien es discípulo de Jesús recibe la misma misión de Jesús, porque esa Buena Nueva de Salvación que ha recibido no se puede quedar con ella para sí solo sino que ha de trasmitirla a los demás.
También nosotros contemplamos el campo de nuestro mundo hoy. Podemos pensar en la amplitud de todo el mundo con todos sus continentes y naciones, o podemos mirar más cerca y ver ese mundo cercano a nosotros y en el cual estamos inmersos,  en donde vivimos.  Un mundo, también el cercano a nosotros que se apresta también a celebrar la navidad; pero ya tendríamos que preguntarnos ¿se apresta en verdad a celebrar el nacimiento de nuestro Salvador? La pregunta hecha así puede cambiar la perspectiva y darnos otra respuesta. Para muchos celebrar la navidad puede ser simplemente celebrar unas fiestas con toda la parafernalia que rodea la manera de celebrar la navidad del mundo que nos rodea, pero quizá no estén en verdad celebrando el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador, porque quizá no se sientan necesitados de esa salvación o no miran a Jesús de esa manera. Tenemos que ser conscientes de lo que es la realidad.
Quizá a nosotros, entonces, nos pueda pasar como a Jesús cuando vio a toda aquella gente que acudía a El que sintió compasión, como decíamos, porque andaban como abandonados y extenuadas como ovejas sin pastor. ¿Será así como veremos ese mundo que nos rodea que no llega a reconocer a Jesús como su Salvador, a reconocer que Jesús es en verdad nuestra única salvación?
Aquí entramos los que nos sentimos creyentes más comprometidos con nuestra fe y con Jesús y su evangelio. Jesús envió a los discípulos a curar enfermedades y expulsar demonios para anunciar el evangelio. ¿Será eso lo que nosotros tenemos que hacer? Pero eso ¿significará que también tenemos que ir haciendo milagros por ahí para que el mundo crea?
Los milagros que tenemos que hacer son los signos y señales que nosotros tenemos que dar con nuestra manera de vivir. Claro que podemos curar y sanar, ayudar a liberar del mal o ayudar a que la gente tenga esperanza. Muchas veces hablamos de cuanto sufrimiento hay en nuestro mundo, ¿no tenemos una palabra o un gesto de consuelo y de ánimo para esas personas? Muchas veces hablamos también de cuantas cosas que no son buenas hay en tantos con sus malquerencias, sus envidias, sus orgullos, sus maldades, sus violencias ¿no puede haber por nuestra parte una palabra buena que podemos decir, unas señales de cercanía y paz que faciliten la buena convivencia, unos gestos de acogida y comprensión para esas personas que se ven envueltas en esos desencuentros o en esas violencias?
Pensemos que si nos vamos convirtiendo en instrumentos de paz y de armonía, de encuentro y de amistad, de consuelo y de esperanza para aquellos que están cercanos a nosotros, estaremos preparando esos corazones para que Cristo nazca en ellos cuando vayan aprendiendo a llenarlos también de amor. Y pensemos también que si nos convertimos así en signos del amor de Cristo es porque Cristo de verdad está naciendo en nuestros corazones. Y eso será verdadera navidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario