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lunes, 18 de diciembre de 2017

Aprendamos a reaccionar con una actitud creyente ante las incertidumbres de la vida, ante las dudas que se nos presentan y que nos inquietan angustian


Aprendamos a reaccionar con una actitud creyente ante las incertidumbres de la vida, ante las dudas que se nos presentan y que nos inquietan angustian

Jeremías 23,5-8; Sal 71; Mateo 1,18-24
Un hombre justo pero un hombre de fe. Así tenemos que decir de san José, cuya figura se nos presenta hoy en el evangelio ya en la cercanía del nacimiento de Jesús. José dudaba, había cosas que no comprendía y se convertían como en un misterio en su corazón que al mismo tiempo por la duda se llenaba de dolor.
Nos sucede también a nosotros. En la vida en ocasiones se nos presentan hechos o acontecimientos que un poco nos descolocan en el camino que estamos siguiendo en la vida; cosas imprevisibles a las que nos cuesta dar respuesta. Nos angustiamos ante el futuro que se nos presenta, sufrimos en nuestro interior en nuestro desconcierto, nos vemos desorientados porque la duda nos llena de sospechas, nos duelen cosas que suceden a personas cercanas a nosotros en que también nos vemos implicados, no lo esperábamos.
Sentimos la tentación de tirar la toalla, como suele decirse, romper con todo para olvidar lo que nos sucede, sentimos desesperación en nuestra impotencia, nos hacemos preguntas en nuestro interior para las que no encontramos respuesta. Alguna vez en la vida pasamos por situaciones así o somos testigos de cómo eso le puede pasar a personas que están a nuestro lado. ¿Qué hacer?
Nos estamos mirando en esas situaciones por las que podemos pasar y lo hacemos partiendo de la duda por la que vemos en el evangelio que esta pasando José. Estaba desposado con María  ‘y antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo’. Era lo que no comprendía José, y podemos imaginar todo el dolor humano que rompería su corazón, todo lo que veníamos reflexionando de lo que sucede en nuestro interior ante las dudas e incertidumbres que se nos presentan en la vida que igual sucedía en el corazón de José.
Pero ya nos dice el evangelista que José era un hombre justo. Una hermosa alabanza que nos habla de la madurez humana de aquel hombre. El evangelio es muy escueto para hablarnos de José, pero cada vez que lo hace es para hablarnos de los problemas que se le iban presentando, pero también de cómo iba afrontándolos. Era un hombre justo que no quería hacer daño, aunque sufriera mucho por dentro. Ya sabemos como suelen ser nuestras reacciones tantas veces.
Pero José era un hombre abierto a Dios, un verdadero creyente para saber escuchar en su corazón lo que Dios quería manifestarle y lo que le iba pidiendo. Era importante el lugar de José en la historia de la salvación. Importante fue el Sí de María en Nazaret ante el anuncio del ángel, pero estamos bien qué importante es este Sí de José ante todo lo que está sucediendo donde él sabe descubrir los designios de Dios.
El evangelio nos habla con el lenguaje de la Escritura y de su tiempo para decirnos como Dios se le manifiesta en sueños. Imaginemos nosotros como queramos la forma, pero él ha sentido la voz de Dios en su corazón. Un ángel, nos dice el evangelista, se le manifestó en sueño para explicarle el sentido de todo. Lo que sucede en María es obra de Dios, es obra del Espíritu divino. El debe aceptar aquel misterio divino que se está realizando ante sus ojos porque de allí nos viene la salvación. ‘La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados’.
Y nos recuerda el evangelista, lo recuerda José lo anunciado en la Escritura, ‘lo que había dicho el Señor por el Profeta: Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros’. Y José, el hombre justo y el hombre de fe, dice Sí.
¿No tendríamos nosotros también ante la incertidumbre de lo que se nos presenta en la vida, ante esas preguntas sin respuesta que sentimos tantas veces, ante esas dudas que se nos presentan y que nos inquietan y hasta angustian, tratar de responder desde una actitud creyente? ¿Somos en verdad esas personas de fe que intentan descifrar la voz de Dios en los acontecimientos que nos suceden?

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