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sábado, 28 de marzo de 2009

Dejémonos humildemente sorprender por Jesús

Jer. 11, 18-20
Sal.7
Jn. 7, 40-53

¿Con que actitud vamos hasta Jesús? Es bueno que nos hagamos esta pregunta para que encontremos la mejor manera de acercarnos a El y conocerle más y mejor, amarle más y vivir más intensamente su vida.
En el evangelio hoy proclamado y en los que vamos escuchando estos días encontramos distintas posturas y reacciones hasta contradictorias en torno a la figura de Jesús. Nos puede ayudar el reflexionar sobre ello para que nosotros purifiquemos nuestra manera de acercarnos a Jesús.
Está la gente humilde y sencilla, podríamos decir que con un especial olfato de Dios, capaz de admirarse ante las maravillas con las que Dios se les manifiesta y que entonces quieren ver en Jesús que es un profeta o que es el Mesías. ‘Unos decían: éste es de verdad el profeta. Otros decían: Este es el Mesías’.
Pero estaban también los que dudaban y discutían aunque también con deseos de búsqueda. Y trataban de confrontar lo que veían en Jesús con lo anunciado en la Escritura. ‘¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?’
Pero estaban también los inseguros y los indecisos, como los guardias del templo que se veían entre la espada y la pared; por un lado los sumos sacerdotes y fariseos y por otra parte el pueblo sencillo, mientras ellos también en su interior sentían una inquietud. Ante la reacción de los sumos sacerdotes y fariseos porque no lo llevaron preso ellos reconocían: ‘Jamás ha hablado nadie así’. Y a pesar de ese reconocimiento sin embargo no se atrevían a hacerse sus discípulos
Pero estaban también los maliciosos y manipuladores, los que querían de la forma que fuera quitar de en medio a Jesús. Era lo único que les importaba. Y en una actitud soberbia despreciaban incluso a quienes no pensaran como ellos. ‘Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos’.
Nosotros, ¿con qué actitud vamos o tenemos que ir a Jesús?
Apertura de corazón para conocerle, pienso que es lo primero. No cerrar los oídos del corazón. Tengamos ese olfato de Dios, que decíamos antes. Humildad para ser capaces de admirarnos en lo que vamos a encontrar. Dios nos va a manifestar algo nuevo. Nunca de antemano pensemos que ya nos lo sabemos todo y nada nuevo se nos va a enseñar, porque si con esa apertura del corazón y esa humildad acudimos siempre nos vamos a encontrar con la sorpresa de lo nuevo que nos va a manifestar el Señor.
Deseo de conocer a Dios, de búsqueda sincera, y de dejarnos conducir por el Espíritu del Señor que nos habla de mil maneras. El habla a nuestro corazón. Tenemos también que saber escuchar la Escritura Santa, ahondar en la lectura del Evangelio.
Busquemos a Jesús sin prejuicios y con sinceridad de corazón. Orando a Dios para que nos conceda la luz de su palabra para conocerlo. El gran teólogo santo Tomás de Aquino decía que estudiaba la teología de rodillas. Pues con esa actitud orante acerquémonos nosotros al evangelio para conocer a Jesús. Porque cuando leemos el evangelio o cualquier pasaje de la Escritura no vamos allí a aprender cosas como quien acude a un libro de historia o de cualquier otro humano saber. Vamos a saborear a Dios, a adquirir la sabiduría de Dios.
Escuchemos allá en lo hondo del corazón la Palabra de Dios. dejándonos conducir por la Iglesia que está asistida por el Espíritu Santo. Dejémonos sorprender por la revelación del Señor.

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