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domingo, 3 de julio de 2022

Somos testigos y misioneros de la buena noticia de la paz que tenemos que anunciar para conseguir un mundo de justicia y de paz desde la transformación de nuestros corazones

 


Somos testigos y misioneros de la buena noticia de la paz que tenemos que anunciar para conseguir un mundo de justicia y de paz desde la transformación de nuestros corazones

Isaías 66, 10-14c; Sal 65; Gálatas 6, 14-18; Lucas 10, 1-12. 17-20

En todos los ámbitos de la sociedad nos solemos encontrar con semejantes problemas; aunque a veces pueda dar la sensación de que la gente tiene ganas de participar en la vida de la sociedad y nos encontramos con variadas iniciativas en el movimiento social, sin embargo en la general a la gente le cuesta implicarse, participar, formar parte de grupos de trabajo en el ámbito social; como se suele decir muchas, somos siempre los mismos. Y sin embargo tendríamos que ser conscientes de que la sociedad la constituimos todos y todos tendríamos que implicarnos más en su construcción.

Hoy el evangelio nos está invitando a esa implicación, a esa generosidad y disponibilidad por nuestra parte para ofrecer nuestro tiempo, nuestra presencia, nuestro trabajo, nuestras iniciativas en ese camino. Aunque el evangelio incide principalmente en ese anuncio del evangelio al que Jesús envía a aquellos setenta y dos discípulos escogidos de entre todos los seguidores de Jesús, creo que entendemos que tiene que ser la implicación que en todos los ámbitos de la sociedad hemos de tener todos.

Jesús en su subida a Jerusalén, en la que está inmerso el relato del evangelio de Lucas que vamos escuchando, va enseñando a sus discípulos cuál ha de ser su tarea, la respuesta que han de aprender a dar a la misión que Jesús a todos les va a confiar. Parece este pasaje como un adelanto del envío final que Jesús hará en su Ascensión de sus discípulos por todo el mundo para el anuncio del evangelio. Ahora les envía a aquellos lugares cercanos en donde Jesús ha de ir presentarse como buena noticia y que ahora a sus discípulos les toca abrir caminos.

Pero antes del envío Jesús hace una constatación para lo que invita también a orar a sus  discípulos. La tarea es inmensa, ‘la mies es mucha pero los obreros son pocos, rogad al dueño de la mies para que envíe operarios a su mies’.

La tarea es inmensa constatamos nosotros hoy también; pero no solo pensamos quizás en esa falta de sacerdotes, de vocaciones especiales a esa tarea misionera en la Iglesia y en el mundo, tantos agentes de pastoral – catequistas, agentes de cáritas, visitadores de enfermos, agentes de movimientos cristianos de la familia, de la juventud… - tan necesarios en nuestras comunidades, sino que constatamos quizás también que falta la presencia de cristianos auténticos ahí en medio de esa sociedad, testigos en nuestras familias, en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, en la diferentes profesiones donde es necesario que brille la luz del evangelio; serán médicos cristianos, serán maestros cristianos, serán periodistas cristianos, serán empresarios cristianos, serán profesionales bien marcados por el sentido cristiano que ahí en su medio y en su lugar sean testigos, den testimonio del nombre de Jesús para hacer brillar la luz del evangelio, el Reino de Dios.

‘Poneos en camino’. Es la buena noticia de la paz que tenemos que anunciar. ¿No fue ese el primer anuncio que hicieron los ángeles allá en los campos de Belén a la hora del nacimiento de Jesús? y es que quienes nos vamos a sentir envueltos por el mensaje de Jesús un mundo nuevo tenemos que construir donde brilla paz porque brille el amor y la justicia; un mundo donde brille la paz porque desaparecen las vanidades y las falsedades de la vida para vivir en autenticidad nuestro ser humano como personas; un mundo donde brille la paz porque desterramos las violencias y los odios para vivir una auténtica reconciliación.

Nos pide Jesús que vayamos con la pobreza de nuestros pobres medios porque nada vamos a imponer sino a contagiar desde la autenticidad de nuestras vidas. Algunas veces pensamos que desde la imposición de unas leyes o de unos preceptos vamos a conseguir un mundo de justicia y de paz, pero es desde la transformación de nuestros corazones desde podemos lograrlos en verdad. Vamos a ofrecer no solo una palabra, sino el testimonio de una vida; vamos con el anuncio de la paz, pero no vamos a imponer la paz; vamos con la disponibilidad de nuestro corazón donde también sabremos aceptar lo bueno que recibamos de los demás.

‘Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: El reino de Dios ha llegado a vosotros’.

¿Sentiremos en verdad la urgencia del anuncio del Evangelio en nuestro mundo? ¿En qué medida somos capaces de comprometernos? ¿Somos conscientes de que tenemos que ser una Iglesia misionera en medio del mundo hoy también? ‘Poneos en camino’, nos está pidiendo Jesús hoy.

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