Somos
testigos y misioneros de la buena noticia de la paz que tenemos que anunciar
para conseguir un mundo de justicia y de paz desde la transformación de
nuestros corazones
Isaías 66, 10-14c; Sal 65; Gálatas 6, 14-18;
Lucas 10, 1-12. 17-20
En todos los
ámbitos de la sociedad nos solemos encontrar con semejantes problemas; aunque a
veces pueda dar la sensación de que la gente tiene ganas de participar en la
vida de la sociedad y nos encontramos con variadas iniciativas en el movimiento
social, sin embargo en la general a la gente le cuesta implicarse, participar,
formar parte de grupos de trabajo en el ámbito social; como se suele decir
muchas, somos siempre los mismos. Y sin embargo tendríamos que ser conscientes
de que la sociedad la constituimos todos y todos tendríamos que implicarnos más
en su construcción.
Hoy el
evangelio nos está invitando a esa implicación, a esa generosidad y
disponibilidad por nuestra parte para ofrecer nuestro tiempo, nuestra
presencia, nuestro trabajo, nuestras iniciativas en ese camino. Aunque el
evangelio incide principalmente en ese anuncio del evangelio al que Jesús envía
a aquellos setenta y dos discípulos escogidos de entre todos los seguidores de
Jesús, creo que entendemos que tiene que ser la implicación que en todos los ámbitos
de la sociedad hemos de tener todos.
Jesús en su
subida a Jerusalén, en la que está inmerso el relato del evangelio de Lucas que
vamos escuchando, va enseñando a sus discípulos cuál ha de ser su tarea, la
respuesta que han de aprender a dar a la misión que Jesús a todos les va a
confiar. Parece este pasaje como un adelanto del envío final que Jesús hará en
su Ascensión de sus discípulos por todo el mundo para el anuncio del evangelio.
Ahora les envía a aquellos lugares cercanos en donde Jesús ha de ir presentarse
como buena noticia y que ahora a sus discípulos les toca abrir caminos.
Pero antes
del envío Jesús hace una constatación para lo que invita también a orar a
sus discípulos. La tarea es inmensa, ‘la
mies es mucha pero los obreros son pocos, rogad al dueño de la mies para que
envíe operarios a su mies’.
La tarea es
inmensa constatamos nosotros hoy también; pero no solo pensamos quizás en esa
falta de sacerdotes, de vocaciones especiales a esa tarea misionera en la
Iglesia y en el mundo, tantos agentes de pastoral – catequistas, agentes de
cáritas, visitadores de enfermos, agentes de movimientos cristianos de la
familia, de la juventud… - tan necesarios en nuestras comunidades, sino que
constatamos quizás también que falta la presencia de cristianos auténticos ahí
en medio de esa sociedad, testigos en nuestras familias, en nuestros hogares,
en nuestros lugares de trabajo, en la diferentes profesiones donde es necesario
que brille la luz del evangelio; serán médicos cristianos, serán maestros cristianos,
serán periodistas cristianos, serán empresarios cristianos, serán profesionales
bien marcados por el sentido cristiano que ahí en su medio y en su lugar sean
testigos, den testimonio del nombre de Jesús para hacer brillar la luz del
evangelio, el Reino de Dios.
‘Poneos en
camino’. Es
la buena noticia de la paz que tenemos que anunciar. ¿No fue ese el primer
anuncio que hicieron los ángeles allá en los campos de Belén a la hora del
nacimiento de Jesús? y es que quienes nos vamos a sentir envueltos por el
mensaje de Jesús un mundo nuevo tenemos que construir donde brilla paz porque
brille el amor y la justicia; un mundo donde brille la paz porque desaparecen
las vanidades y las falsedades de la vida para vivir en autenticidad nuestro
ser humano como personas; un mundo donde brille la paz porque desterramos las
violencias y los odios para vivir una auténtica reconciliación.
Nos pide
Jesús que vayamos con la pobreza de nuestros pobres medios porque nada vamos a
imponer sino a contagiar desde la autenticidad de nuestras vidas. Algunas veces
pensamos que desde la imposición de unas leyes o de unos preceptos vamos a
conseguir un mundo de justicia y de paz, pero es desde la transformación de
nuestros corazones desde podemos lograrlos en verdad. Vamos a ofrecer no solo
una palabra, sino el testimonio de una vida; vamos con el anuncio de la paz,
pero no vamos a imponer la paz; vamos con la disponibilidad de nuestro corazón
donde también sabremos aceptar lo bueno
que recibamos de los demás.
‘Quedaos en la misma casa, comiendo
y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis
cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que
os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: El reino de Dios
ha llegado a vosotros’.
¿Sentiremos en verdad la urgencia del
anuncio del Evangelio en nuestro mundo? ¿En qué medida somos capaces de
comprometernos? ¿Somos conscientes de que tenemos que ser una Iglesia misionera
en medio del mundo hoy también? ‘Poneos en camino’, nos está pidiendo
Jesús hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario