Ser discípulo de Jesús no es solo seguirle sino ser también mensajeros de la Buena Nueva de Jesús con el anuncio de la paz y del Reino de Dios
Isaías 66, 10-14c; Sal 65; Gálatas 6, 14-18; Lucas 10, 1-12.
17-20
Ser cristiano, ser discípulo de Jesús no solo significa seguirle, sino
también necesariamente convertirse en anunciador, en mensajero de Jesús ante
los que nos rodean. Como bien nos decía el catecismo que estudiamos desde
pequeños ser cristiano es ser discípulo de Cristo y discípulo es el que sigue los
pasos de su maestro.
Ser cristiano, ser discípulo de Jesús nos compromete, es cierto, a
vivir su misma vida, pero la razón de ser de la vida de Jesús que era cumplir
la voluntad del Padre era la misión del anuncio del Reino de Dios. Por eso,
como decíamos, cuando nos hacemos discípulos de sus para seguir sus pasos, para
vivir su vida, necesariamente nos hemos de convertir en anuncio del evangelio.
En el evangelio de este domingo escuchamos el envío que Jesús hace de
aquellos setenta y dos discípulos que había escogido para que fueran delante de
El, por donde habría de ir El, haciendo ese primer anuncio del Evangelio, esa
Buena Noticia del Reino de Dios.
‘Poneos en camino’, les dice. El discípulo de Jesús ha de
ponerse en camino. Bien nos lo está recordando una y otra vez el papa
Francisco, de que nos pongamos en camino, que salgamos, que no nos quedemos
encerrados, que no nos quedemos solamente donde estamos cómoda y plácidamente
viviendo nuestra vida, con los nuestros, con los de siempre, con los ‘buenos
de siempre’, sino que vayamos a las periferias, que vayamos a ese mundo que
nos rodea aunque no siempre sea fácil, aunque nos parezca que no nos van a
entender, porque quizá están hambrientos de Dios y más de lo que nosotros
pensamos o pudiera parecer.
‘Poneos en camino’, les dice y ¿cuál es el anuncio que han de
hacer? ¿Cuál es su misión? Es el anuncio del Reino, la Buena Noticia del Reino
de Dios que llega y nos trae la paz. Ese es el primer anuncio, la paz. ¿Cómo no
va a ser ese el primer anuncio si con Jesús nos viene el perdón para nuestras
culpas y pecados? ¿Cómo no va a ser ese el primer anuncio, la paz, si con Jesús
llega el amor? Jesús nos trae el anuncio del amor de Dios que nos hace
sentirnos amados, pero el amor como sentido y razón de ser de nuestra vida,
porque ya para nosotros siempre ha de estar presente el amor en nuestra vida y
será el amor el que guíe, dé sentido y valor a nuestras relaciones con los
demás.
‘Poneos en camino’ les dice pero su fuerza y su valor no será
lo que lleven con ellos, no serán recursos humanos. La fuerza está en la
Palabra que anuncian, la fuerza está en el Espíritu del Señor que está con
ellos y hará que puedan realizar maravillas. Por eso les pide que vayan
desprendidos de todo. ‘No llevéis talega, ni
alforja, ni sandalias… Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta
casa… Si entráis en un pueblo y
os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y
decid: está cerca de vosotros el Reino de Dios…’
Es el desprendimiento y será el compartir;
será el anuncio de la Paz con el Reino de Dios que llega, pero serán las
señales de ese Reino haciendo desaparecer el mal. ‘Curad a los enfermos que
haya’, les dice. Será la enfermedad pero como una señal de que con el Reino
de Dios todo mal y todo sufrimiento será vencido. Es lo que queremos expresar
cuando decimos que comienza el Reino de Dios; donde Dios es en verdad el Señor
de nuestra vida el mal no tiene que existir; con Jesús nos llega el perdón,
pero con Jesús nos llega una vida nueva de la que hemos de desterrar para
siempre el mal, el pecado, la muerte. No nos quedemos en los enfermos por los
enfermos en las palabras de Jesús de la misión que hemos de realizar, sino que
en ellos hemos de ver un signo de todo ese mal del que Cristo nos quiere sanar,
nos quiere salvar.
Un ponerse en camino y un anuncio del
Reino que no siempre será tarea fácil. ‘Mirad que os mando como corderos en
medio de lobos’. Y más adelante nos hablará de cómo en algunas casas no nos
recibirán bien. Pero eso no nos ha de acobardar ni hacer que nos echemos para
detrás. El anuncio ha de seguir haciéndose en medio de nuestro mundo. Muchos
serán los que lo escucharán, los que estarán ansiosos quizá de escucharlos,
pero nuestra cobardía y nuestro encerrarnos en nosotros y en los nuestros habrá
impedido que llegue esa Buena Noticia a todos. Al final nos dirá que los discípulos
volvieron contentos de la misión que habían realizado y así se lo contaban a Jesús.
Sus nombres estarían inscritos para siempre en el cielo. Lo que nos ha de
llenar a nosotros también de esperanza y de paz.
Una página del evangelio que nos ha de
hacer pensar mucho en lo que hacemos, en el cumplimiento de esa misión que el
Señor nos ha confiado. Lo que tenemos que ser anunciadores, mensajeros del
Evangelio con nuestra vida. ¿Seremos en verdad signos con lo que hacemos del
Reino de Dios que queremos vivir y anunciar? Que seamos verdaderos instrumentos
de paz, constructores de la paz porque así alcanzaremos la bienaventuranza de
ser verdaderos hijos de Dios.
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