El que
nos ama nos busca, el que ama de verdad no dejará pasar la ocasión de buscar a
aquel que ama, es lo que tiene que ser siempre nuestra relación de amor con Jesús
Hechos de los apóstoles 25, 13b-21; Salmo
102; Juan 21, 15-19
El que nos ama nos busca; el que ama de
verdad no dejará pasar la ocasión de buscar a aquel que ama. ¿No son así los
corazones enamorados? Quizás algunas veces con dolor; quizás pasando por encima
de momentos difíciles como pueda ser el sentirse en cierto modo humillado
porque se tienen que reconocer ciertas debilidades; siempre buscando el gozo
del encuentro, de la recuperación del amor debilitado, de la superación de las
tinieblas pasadas.
Es Jesús el que les había salido al
encuentro allá junto a la orilla del lago de Tiberíades, como en otras
ocasiones. Ahora también se habían ido a pescar. ¿Aburridos quizás porque se
encontraban mano sobre mano y no terminaban de creer todo lo que había pasado?
¿Con la soledad de no estar con Jesús a quien tanto habían amado, a quien
habían seguido a todas partes, pero ahora pesaba como una loza cuanto había
sucedido en Jerusalén?
En la orilla estaba Jesús y sin embargo
les había costado reconocerle. Solo el discípulo amado – siempre por medio el
amor – le había dicho al oído a Pedro que quien estaba en la orilla era el
Señor. Y allí se había lanzado Pedro, porque quería estar con Jesús. Había
dejado que otros fueran los que arrastraran la barca hasta la orilla cargada de
peces.
Había dicho que por El todo lo daría y
que estaría dispuesta a dar su vida, pero las experiencias habían sido otras.
Un día lo había reconocido allá en los confines de Galilea como el Mesías y el
hijo del Dios vivo, pero cuando Jesús había hablado de pasión, de entrega, de
muerte, quería quitarle la idea de la cabeza. En lo alto del Tabor había
querido quedarse para siempre con El disfrutando de aquella visión de Dios,
pero había sido obligado a bajar a la llanura de la vida, porque había que
subir a otro monte, porque había que subir a Jerusalén. Solo Jesús tenía
palabras de vida eterna para él, y no tenían a quien acudir, pero no se dejaba
lavar los pies por Jesús porque no había terminado de entender lo que era el
servicio y el amor hasta la humildad.
Ahora, recordando, si, muchas cosas y
muchos momentos pasados, unos llenos de luz, pero otros en que se habían dejado
dormir en las sombras de la noche, había saltado para estar a los pies de Jesús. ¿Cómo serían las miradas que se cruzaban uno
y otro? La mirada de Jesús bien sabemos como era siempre. Era la mirada que
penetraba el corazón pero que llenaba de paz, era la mirada de quien sigue
confiando y sigue ofreciendo y pidiendo amor.
Por eso aquel diálogo que se había
entablado después de comer el almuerzo que Jesús les había preparado. ‘¿Me
amas? ¿Me amas más que estos?’ Y ya Pedro no sabía como responder. ‘Tu
sabes que te amo… tú conoces todo’. No era necesario más. Jesús lo conocía
todo, Jesús estaba viendo el corazón, Jesús estaba viendo la luz que se estaba
encendiendo de nuevo dentro de El para disipar tinieblas para siempre. Pedro
sabía que Jesús seguía confiando en El.
No temamos correr hasta Jesús, saltar
las olas de la playa, o saltar las dudas que puedan aparecer en el corazón,
saltar por encima de los pesares de lo pasado que no siempre fue bueno, pero
queriendo llenarnos siempre de su amor y amar con un amor como el que Jesús nos
tiene. No temamos reconocer que Jesús conoce las sombras de nuestro corazón,
nuestras dudas o nuestras debilidades. No temamos, sino con confianza, como
quien se pone totalmente en sus manos, va a porfiar una y otra vez su amor.
Detrás está nuestra historia, que también
tiene sus muchas luces en tantos momentos maravillosos vividos; está nuestra
historia, es cierto, que también con sus sombras porque no siempre hemos sido
muy congruentes con las palabras que en otro momento hayamos pronunciado; pero
detrás está la historia del amor de Dios en mi vida, con todo lo que nos ha
buscado, con todo lo que nos ha ofrecido, con todo lo que nos ha regalado.
Tenemos que reavivar nuestro amor, tenemos
que volver a aquel amor primero que un día nos puso en camino para seguirle,
tenemos que poner toda la intensidad de ese fuego que ha ido creciendo en
nuestro corazón, tenemos que clarificar esos nuevos horizontes que se abren
ante nosotros porque Dios sigue confiando en nosotros, sigue regalándonos con
su amor.
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