Vistas de página en total

lunes, 30 de junio de 2025

Seguir a Jesús algo más que buena voluntad, una búsqueda de compensaciones, o unos compromisos con condiciones

 


Seguir a Jesús algo más que buena voluntad, una búsqueda de compensaciones, o unos compromisos con condiciones

Génesis, 18, 16-33; Salmo 102; Mateo, 8, 18-22

Hemos oído muchas veces aquello de nadar y guardar la ropa; es una imagen que solemos emplear para manifestarnos algo que si no imposible sí que resulta bien difícil, porque mientras nadamos nos despojamos de la ropa, que se queda abandonada en la orilla a merced de quien quiere adueñarse de ella; pero sin embargo queremos expresar actitudes de cierta doblez con las que actuamos muchas veces en la vida, aparentamos una lealtad que luego interiormente no tenemos, queremos contentar algunas cosas como para prevenir y salvarnos luego cuando las cosas se vuelvan en contra, porque siempre tenemos algo de lo que agarrarnos.

Ya decimos que el juego de la política es ese en cierto modo, porque para sacar nuestros proyectos adelante tenemos que negociar con quien sea para cediendo en algunas cosas poder conseguir aquello que aspiramos; lo que nos sucede con frecuencia es que ese juego se vuelve sucio, muchas veces injusto, y donde se oculta mucho la identidad de lo que realmente nosotros queremos. Así andamos en muchas cosas de la vida con politiqueos.

Pero hay cosas que son mucho más serias y que realmente nos piden una autenticidad verdadera y una congruencia entre palabras y acciones. Nuestro camino de seguimiento de Jesús no puede andar con esos politiqueos. Ya veremos que muchas veces Jesús nos pide radicalidad hasta el punto de que nos arranquemos un ojo o una mano si nos hacen pecar.

En el caso del evangelio de hoy se trata del seguimiento de Jesús, de lo que podíamos llamar vocación a la vida cristiana en todas sus consecuencias. La Palabra que va anunciando Jesús llama la atención y entusiasma a las gentes; ‘nadie ha hablado como El’, se dicen las gentes, ‘habla con autoridad’, lo que da una garantía de veracidad; pero además sus palabras van acompañadas de numerosos signos, como cumplimiento de lo anunciado por los profetas y que Jesús recordó en la sinagoga de Nazaret. ‘los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados…’ Eso hará que muchos quieran seguirlo, o aquellos a los que Jesús va llamando desde esos signos que va realizando quieran en verdad seguirle, aunque muchas veces se sientan inseguros y pongan por así decirlo sus condiciones.

Uno se ofrece a seguirle a donde quiera que vaya con todo el impulso y vehemencia de su buena voluntad. Pero Jesús lo hace pensar, le hace ver que hay unas exigencias, que va a haber un nuevo estilo de vida, que seguirle a El no es para conseguir unos beneficios o privilegios. ‘Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’, le dice Jesús.

¿Estaremos dispuestos a esa disponibilidad total? ¿Estaremos a hacernos pobres así, a vivir con esa pobreza de no tener ni siquiera un techo donde cobijarnos cuando llegue la noche? ¿Seguiremos aun hoy en el siglo XXI buscando esos privilegios, esos puestos de honor, esa placa de reconocimiento  porque un día hicimos una cosa buena y trabajos quizás en la Iglesia?

A otro es al que Jesús directamente le invita a seguirle. Parece que al hombre le agrada, le parece bien y estaría dispuesto, pero está pidiendo que le den un tiempo, que tiene que hacer unas cosas en la familia, que tiene que atender porque se le ha muerto un familiar. ‘Tú sígueme y deja que los muertos entierren a los muertos’, le dice Jesús.

Queremos la luz, pero aún queremos permanecer en las sombras un ratito más por si acaso luego fuera demasiado el calor. Y nuestros arreglos siguen retrasando nuestros pasos, porque tenemos que dejarlo todo atado y bien atado. Y los apegos de los que tenemos que arrancarnos nos duelen, el cambiar nuestras costumbres nos parece imposible y decimos que tenemos que darle tiempo al tiempo, las rutinas van ralentizando nuestros pasos que no nos dejan actuar con la autentica libertad que en Jesús vamos a encontrar. Y tenemos que dejar las cosas bien arregladas en casa, por si acaso no resulte y tener donde volver a refugiarnos. ¿Nos seguirán sucediendo cosas así también hoy?

Tú, sígueme’, nos está diciendo Jesús. ¿Qué haremos? ¿También queremos nadar y guardar la ropa?

No hay comentarios:

Publicar un comentario