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lunes, 2 de diciembre de 2019

Tenemos que sacar a flote nuestra fe, nuestra fe humilde porque reconocemos nuestra pequeñez y también tantas cosas y complejos que nos distraen


Tenemos que sacar a flote nuestra fe, nuestra fe humilde porque reconocemos nuestra pequeñez y también tantas cosas y  complejos que nos distraen

Isaías 2, 1-5; Sal 121; Mateo 8, 5-11
Quizá por aquello de que nos gusta relacionarnos con la gente, que quizás entablamos conversación con facilidad con la gente con las que nos vamos encontrando, se pueda llegar a un cierto grado de comunicación y principio de amistad con esos personas con las que nos vamos encontrando; pero nuestras conversaciones son casuales, allí donde nos encontremos, en el parque, la calle o aquellos lugares que frecuentamos para nuestra vida social, y puede darse que esa amistad maya en cierto modo creciendo y esa persona con la que nos relaciones quizá quiera conocernos más, o hacer que la amistad sea más profunda y quizá nos  habla de visitarnos mutuamente, él nos ofrece su casa para lo que necesitemos y ya ahí nos quedamos un tanto parados porque ya no sabemos qué hacer.
¿Voy a abrir las puertas de mi casa a esa persona que quizá no conozca tanto? Pero si mi casa es un desastre porque soy un desordenado y no está como para recibir visitas, nos buscamos unas disculpas; yo soy una persona humilde y quien soy yo para recibir a esa persona en mi casa que se ve que el tiene otro porte, otro señorío, y seguimos dando largas, quizá no nos consideramos dignos de que personas así vengan a mi casa a visitarme y probablemente nos frenemos.
¿Nos pueden suceder cosas así? ¿Podemos pensar nosotros que nuestra casa no está preparada para recibir el regalo de la visita de esa persona? ¿Es realmente humildad, o puede ser que escondamos algunos miedos allá en lo más hondo de nosotros mismos?
Estamos dando los primeros pasos de este camino de Adviento. Y decimos con toda normalidad y naturalidad que el Señor viene a visitarnos, porque de alguna manera ¿qué significa el misterio de la navidad que vamos a celebrar sino que Dios quiso hacerse hombre para no venir solo a visitarnos, sino para vivir en nosotros y con nosotros? ¿Seremos en verdad conscientes de lo que eso significa?
La conciencia que tengamos de ello será lo que en verdad va a motivar nuestra mejor preparación. Dios ha visitado a su pueblo, fue una de las exclamaciones de la gente sencilla cuando veían las obras de Jesús. Nos visitará el sol que nace de lo alto, cantará Zacarías en alabanza al Señor en el nacimiento del Juan. Dios viene a poner su tienda entre nosotros reflexionará el evangelio de Juan en su inicio. Y también dirá vino a los suyos y los suyos no lo recibieron.
En este primer lunes de Adviento la liturgia nos propone un texto en el evangelio que quizás más de una vez nos habremos preguntado por qué ese texto precisamente cuando estamos iniciando el Adviento. Le veo todo su sentido. Nos habla del centurión que tenía criado enfermo al que miraba casi como un hijo. Y no sabiendo ya a quien acudir, aunque era pagano acude a Jesús. Hay por medio unos intermediarios que suplican en su nombre y quizá hasta hacen valer sus méritos para ser atendido por lo bueno que había sido con los judíos, por los que se había preocupado hasta de arreglarles la sinagoga. Y Jesús decide ir a la casa del centurión.
Quizá asombro entre los mismos que hacían de intermediarios, pero lo más grandioso es la reacción de aquel soldado romano. ‘Yo no soy digno de que vengas a mi casa…’ Y no es solo el considerar su indignidad sino también aparece la confianza absoluta que había puesto en Jesús. ‘Basta tu palabra y mi criado quedará sano’, ya sabemos de las alabanzas de Jesús que ni en todo Israel había encontrado una fe así. Pero es una fe enraizada en la humildad. Jesús quiere ir a su casa, pero él no se siente digno, pero aun así pone a juego a tope toda su fe, Se fía de la palabra de Jesús que es poderosa.
¿No será lo que nosotros necesitamos? Como reflexionábamos al principio quizá somos un desastre, es un desorden grande el que hay en nuestra casa, en nuestro corazón, porque al final no sabemos ni lo que queremos ni lo que buscamos. Pero sí tenemos que sacar a flote nuestra fe, nuestra fe humilde porque reconocemos nuestra pequeñez y también tantas cosas que nos distraen de lo que tendría que ser lo fundamental.
Y aquí, aunque nos consideremos indignos sí que tenemos que abrir las puertas, dejar que el Señor venga a visitarnos, venga a morar en nuestra tienda, en nuestra casa, en nuestro corazón. Su presencia va a ser presencia de vida, de gracia, de salvación. Pero tenemos que dejarle entrar, no poner obstáculos en la puerta porque estemos pensando o distrayéndonos con otras cosas, hacer desaparecer también nuestros miedos, complejos y rutinas. Cuantas cosas nos distraen estos días de preparación para la vida yéndonos por cosas accesorias, secundarias; vayamos a lo principal, y para eso dejémonos conducir por el Espíritu que gime en nuestro interior.
¿Qué será lo principal que tendría que buscar para celebrar hoy la navidad?

1 comentario:

  1. Qué hermosa reflexión. Me llegó mucho, y le agradezco!! Es un tema de superar nuestras propias debilidades, porque el Señor es mayor, mayor que ellas. Que cuando uno tropieza diga: vamos, me caí, pero me levanto, me quiero corregir, me voy a corregir. El Señor me da fuerza para lograrlo, me sana, me alienta a levantarme. A romper el ciclo del error, y a avanzar, avanzar hacia el Cielo. El irse preparándose, mi ser, mi hogar, mi familia. ¿Cómo tengo mis prioridades? ¿Qué aspectos debo limpiar, ordenar, etc.? Sí, realmente es una gran lección. Y el conservar la humildad, siempre. Ahh sí, son varias cosas, sí sí. ¿Sabe usted? Es muy interesante leerle y releerle, son varios los mensajes que se pueden observar para meditar, para aprender, para reflexionar. Bendito el Señor que nos da ejemplos para aprender. ¡Que tenga usted muy buen día! Muchas gracias por sus escritos.

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