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domingo, 18 de diciembre de 2016

Como José y como María, a pesar de nuestras dudas y oscuridades, nos abrimos al misterio del Emmanuel que vamos a celebrar para hacer presente la salvación de Dios hoy para todos los hombres

Como José y como María, a pesar de nuestras dudas y oscuridades, nos abrimos al misterio del Emmanuel que vamos a celebrar para hacer presente la salvación de Dios hoy para todos los hombres

Isaías 7, 10-14; Sal 23; Romanos 1,1-7; Mateo 1,18-24
Nos suceden en ocasiones cosas que nos cuesta entender por muchas vueltas que le demos al asunto, o vemos acontecimientos ante nosotros que nos resultan indescifrables porque no entendemos el por qué de esas cosas que suceden, nos vienen quizá de improviso cuando quizá teníamos otras cosas planeadas y nos vemos envueltos en las sombras de la duda, de la incertidumbre, del no saber qué va a pasar o como vamos a resolverlas. Nos cruzamos de brazos, tratamos quizá de desentendernos del asunto, buscamos una salida que sea lo más honrosa posible, o podemos también emprender el camino de la huida o como hacen tantos de echarle la culpa a los demás. En nuestra honradez y responsabilidad tratamos de buscarle quizá el lado menos malo o con el que menos daño podamos hacer a los demás.
Es a lo que se estaba enfrentando José y no sabia qué sucedía ni como actuar. Buscaba quizá una solución lo más honrosa posible y donde menos daño pudiera hacer, pero no comprendía lo que sucedía en María. Como nos dice el evangelista María estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo’. Este último apunte – ‘por obra del Espíritu Santo’ – ya nos lo adelanta el evangelista como narrador a posteriori de los hechos, pero José de esto no sabía nada.
Pero como nos adelanta también el evangelista ‘José era bueno’, no quería hacer daño a nadie. José se nos manifiesta además un hombre profundamente reflexivo, pero también de espíritu creyente muy grande. Era hombre abierto al Espíritu y bueno sería reflexionar también sobre la espiritualidad de José. Y Dios se le manifiesta allá en su corazón, en sueños que es una manera muy bíblica de expresar esa apertura a Dios pero también cómo Dios se nos manifiesta allá en lo más hondo de nosotros mismos.
Y el ángel del Señor se lo explica todo con claridad. ‘José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados’. Y ya el evangelista seguirá explicándonos cómo así se cumplen las Escrituras; nos recuerda lo de Isaías cuando también a un hombre lleno de dudas y que no se atreve a tentar a Dios pidiéndole pruebas el profeta también le anuncie: ‘Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros’. Y continuará diciéndonos el evangelista que José se llevó a María, su mujer, a su casa. Aceptó el plan de Dios que se le revelaba.
Escuchamos este evangelio cuando estamos ya a las puertas de la Navidad, estamos en el cuarto domingo de Adviento. Es ya como el pregón inmediato que nos anuncia lo que va a suceder. Pero los pregones se nos hacen para anunciarnos lo que va a suceder pero para que estemos preparados, para que demos los últimos toques, para que entremos ya en el ambiente de lo que ya cercano va a suceder. Un pregón y un anuncio que escuchamos no como algo fuera de nosotros o que nos pareciera extraterrestre sino como algo que tenemos que escuchar aquí y ahora, en el momento que vivimos, con sus luces y con sus sombras.
Se nos anuncia que viene el Emmanuel, que Dios estará y está con nosotros, que es Jesús porque el viene como Salvador, que eso es lo que significa su nombre. Y esa presencia de Dios es ahora y en este mundo en el que vivimos; y esa salvación que nos llega con Jesús es para nosotros, para los hombres de hoy, envueltos en nuestras luchas y problemas, y para este mundo nuestro tan crucificado por tantos sufrimientos, guerras, violencias, injusticias, vanidades, orgullos, indiferencia religiosa, pérdida de valores, tan materialista y tan amante de sensualidades y así tantas cosas más que nos lo llenan de sombras.
Para muchos quizá llega una navidad más y se hace fiesta porque hay que hacer fiesta, y se reúnen las familias porque está bien que al menos una vez al año nos reunamos aunque luego no nos volvamos a ver hasta no sabemos cuando, y se llena todo de luces y se hacen regalos y felicitaciones porque todo el mundo lo hace y nos dejamos llevar por la corriente. Pero ya vemos como incluso algunos quieren desterrar todo sentimiento o manifestación religiosa en las fiestas de estos días, de manera que incluso hasta ya quieren cambiarle el nombre.
Pero quizá algunos queremos pensar en serio en lo que verdaderamente es la navidad, pero viendo el ambiente y la manera de celebrarlo en tantos que nos rodean nos sentimos abrumados, confusos, sin saber quizá qué hacer porque no vamos a nadar contra corriente de lo que todo el mundo hace y tenemos la tentación de dejarnos llevar, porque total con estas fiestas así a nadie molestamos y alguna cosa buena tienen.
Son las dudas de José ante el misterio que estaba ante sus ojos y no terminaba de comprender. Son las dudas que también pueden envolvernos pero a las que hemos de hacer frente sacando lo más hondo de nuestra espiritualidad cristiana y no olvidar de ninguna manera el misterio que celebramos.
También quizá nos preguntamos si esa salvación que nos trae Jesús puede decir algo a la gente de nuestro mundo de hoy y si en verdad con el mensaje de Jesús podemos hacer algo para que nuestro mundo sea mejor. Y es ahí donde tenemos que sacar la firmeza y la fortaleza de nuestra fe. Sí necesita nuestro mundo de la salvación que nos ofrece Jesús. Necesita nuestro mundo, es cierto, esa presencia del Emmanuel, para sentir que en verdad Dios está con nosotros y con Dios podemos hacer que nuestro mundo sea mejor.
José se abrió al misterio de Dios y se dejó inundar por su Palabra. Tomemos ejemplo para estos días que nos quedan antes de la celebración del misterio de la Navidad. José se llevó a María, su mujer a su casa, como le había dicho el ángel. Traigamos nosotros también a nuestra casa, a la casa de nuestra vida, a María, la Madre del Señor que es también nuestra madre.
De ella aprendamos a prepararnos abriendo nuestro corazón al misterio de Dios, para que así hagamos presente de verdad al Emmanuel, no solo porque cantemos bonitos cánticos y villancicos, porque llenemos de luces nuestras casas o nuestras calles, porque tengamos hermosos encuentros familiares y con los amigos en estos días, sino porque en verdad no solo sintamos esa presencia salvadora del Señor en nuestro corazón sino porque también sepamos hacerlo presente a los demás en medio del mundo por nuestros actos, por nuestro amor, por nuestro compromiso, por los gestos que podamos realizar o tener con los demás.
Así haremos autentica navidad haciendo más presente a Dios – el Emmanuel - en nuestro mundo.


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