Es domingo de ramos pero será bueno que nos preguntemos si al celebrar la pascua este año vamos a terminar por ser un poquito mejores y nuestro mundo será mejor
Isaías 50, 4-7; Sal. 21; Filipenses 2, 6-11;
Marcos 14, 1–15, 47
‘Mirad que subimos a Jerusalén…’ les había anunciado
repetidamente Jesús a los discípulos. Ellos no habían sabido entender. Subir a
Jerusalén era normal sobre todo por la fiesta de la Pascua para los judíos o también
alguna de las otras fiestas establecidas en la ley mosaica. Menos aun entendían
lo que Jesús les decía que el Hijo del Hombre iba a ser entregado en manos de
los gentiles y que sufriría muerte de cruz. Habían intentado incluso quitárselo
de la cabeza.
Ahora estaban ya a las puertas de la ciudad bajando por la ladera de
enfrente, por el monte de los olivos y en la cercanía ya de la fiesta de la
pascua eran muchos ya los que entre cantos de alegría por llegar a contemplar
la ciudad de Jerusalén bajaban también en aquellos momentos. Entre los que
bajaban habría muchos galileos, porque aquel era el camino normal para
acercarse a Jerusalén por el valle del Jordán subiendo luego desde Jericó que habían
escuchado las enseñanzas de Jesús por toda Galilea y contemplado sus signos y
milagros.
Pero estaba también reciente un signo muy especial como había sido la resurrección
de Lázaro, después de cuatro días enterrado, en la cercana Betania. Entre los cánticos
entusiasmados por la llegada a Jerusalén, el entusiasmo de los galileos por
Jesús y las noticias de la reciente resurrección de Lázaro habían caldeado el
ambiente y ahora era a Jesús al que aclamaban. El había tomado prestado en una cercana
aldea un borrico sobre el que iba montado y todo hizo que las gentes comenzaran
a aclamar a Jesús como el que venia en nombre del Señor, alfombrando los
caminos con sus mantos y cogiendo ramas de los árboles para expresar así su alegría
por la llegada de Jesús a Jerusalén.
Para los discípulos cercanos todo sería asombro y entusiasmo, porque
además no veían lo que Jesús había anunciado de entregas y de muerte sino los
signos eran todo lo contrario de victoria. ‘¡Hosanna al Hijo de David!’,
aclamaban niños y mayores con todo entusiasmo. Eran cánticos de victoria lo que
se oían y que provocarían cierta reacción de los fariseos y los sumos
sacerdotes porque ahora si parecía que todo se les iba de las manos.
‘Si callan los niños, gritarán las piedras’, había dicho Jesús
cuando alguien se había acercado a decirle que los hiciera callar porque
aquello quizá no parecía conveniente. Jesús acepta aquellas aclamaciones aunque
sabe que a los pocos días aquellas aclamaciones cambiarían. Pero es su entrada
para la Pascua y aquella iba a ser una pascua especial porque sería la pascua
definitiva, la pascua nueva y definitiva que traería el paso salvador de Dios
en medio de los hombres para siempre.
Los cristianos también en este domingo conmemoramos y celebramos también
esa entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. También nosotros nos unimos a los
niños hebreos en este día para aclamar al Señor y también con palmas y ramos de
olivo queremos salir al encuentro del Señor que viene a nuestra Jerusalén, a
nuestra vida
. Queremos
entender bien todo el sentido que tienen esas aclamaciones porque son un
anticipo de los Aleluyas que vamos a cantar en la mañana de Pascua.
Queremos entender, sí, el anuncio de Jesús sobre el sentido de su
subida a Jerusalén y por eso en estos días vamos a celebrar todo el misterio
pascual de Cristo, vamos a celebrar y conmemorar su pasión y su muerte pero
nosotros si entendemos lo que El también había anunciado – y tanto le costaba
entender a los discípulos – de que al tercer día resucitaría.
Y todo esto no lo queremos vivir de cualquiera manera, no lo queremos
vivir de una manera superficial, no queremos ser meros espectadores que
contemplamos un espectáculo. Demasiado espectáculo estamos haciendo de nuestra
semana santa hasta convertirla en una fiesta de interés turístico. Las imágenes
que tendrían que servirnos para contemplar y meditar toda la crudeza de la pasión
de Cristo, que fue una pasión de amor, demasiado se han convertido desde una devoción
no siempre bien entendida en ostentación de joyas y de riquezas que están bien
lejos del verdadero sentido de la pasión y muerte de Jesús.
Tenemos que saber interiorizar bien todo el sentido de nuestras
celebraciones y aunque es bueno que también proclamemos ante todos en la vía
publica lo que es nuestra fe, hagámoslo desde el verdadero sentido que tiene
que tener para nosotros la celebración de la pascua. ¿Sentiremos en verdad ese
paso salvador de Dios por nuestra vida que nos transforma y nos hace vivir en
un nuevo sentido de amor?
Cuando terminemos todas nuestras celebraciones ¿vamos a ser mejores y
hemos logrado que el mundo sea un poquito mejor? ¿Qué anuncio de Buena Nueva
salvadora estaremos haciendo en estos días? ¿Llegará el evangelio a los
corazones de nuestros hermanos – y también a nuestro corazón – no porque veamos
unas imágenes que desfilan en unas procesiones sino porque cala hondo el
mensaje de Jesús que interroga nuestra vida para hacer un mundo mejor?
Amigo que lees estas páginas de mi blogspot te invito a que tomes en
tus manos estos días la Biblia y la abras por los relatos de la pasión en los
distintos evangelistas. Este año en el Domingo de Ramos leemos la pasión según
el evangelista Marcos. Detente un poco en tus actividades, encuentra momentos
de sosiego y de silencio y escucha a Dios en tu corazón, déjate interrogar por
el relato de la pasión de Jesús y deja que el Espíritu del Señor vaya
transformando tu vida. Seguro que inspirará muchas cosas en tu corazón. Será
una forma hermosa de hacer pascua. Subamos también nosotros con Jesús a
Jerusalén para celebrar la Pascua.
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