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lunes, 26 de marzo de 2018

Con una fragancia de suave olor tenemos que perfumar nuestro mundo derrochando amor, repartiendo sonrisas y abriendo nuestro corazón para acoger a los demás


Con una fragancia de suave olor tenemos que perfumar nuestro mundo derrochando amor, repartiendo sonrisas y abriendo nuestro corazón para acoger a los demás

Isaías 42, 1-7; Sal 26; Juan 12,1-11

¿Habrá alguien que sea alérgico o que no le agrade un suave perfume? Qué agradable sensación cuando pasas al lado de una persona que va dejando a su paso un halo de limpieza y de perfume. Como agradable es llegar a un lugar embellecido con unas flores, pero perfumada por el suave olor de las flores. Agradable es aun más cuando sentimos una sensación de paz y de serenidad en el encuentro con las personas que trasmiten no ya un perfume que nos llegue por el olfato sino por su presencia acogedora y llena de amor. Podemos decir, entonces, que hay perfumes y perfumes.
Hay personas que no dan olor y no es ya porque no usen esos perfumes de los que normalmente hablamos sino que su presencia es aséptica al no trasmitir nada en su vida porque les falte esa capacidad de acogida y de empatía para trasmitirnos algo de lo que lleven en su corazón. Ni fríos ni calientes, encerrados en su torre de marfil se manifiestan hieráticos y distantes con lo que ya no nos sentimos a gusto y casi espontáneamente rehuimos su presencia.
Hoy el evangelio nos ha hablado de perfumes. Nos detalla el amor de María de Betania que gastó su dinero en aquel vaso de oloroso y costoso perfume para derramarlo a los pies de Jesús. La fragancia del perfume inundó toda la casa, nos dice el evangelista. Era habitual en ella el derrochar sus perfumes para acoger y recibir a Jesús porque aunque entonces no era de nardo purísimo como ahora ese perfume había también derramado cuando sentándoles a los pies de Jesús le recibió en su casa. Aquel hogar de Betania derramaba torrentes de perfume en la acogida y en el amor con que recibían y atendían a Jesús cuando allí llegaba.
En la narración un tanto cronológica de los últimos momentos de Jesús la liturgia nos ofrece este evangelio cuando ya hemos iniciado esta semana de pasión como acontecimiento cercano a la pasión y a la muerte de Jesús. Después de la resurrección de Lázaro en Betania habían preparado un banquete para Jesús. Allí estaba con sus discípulos, allí está Lázaro el que había vuelto a la vida, Marta como siempre estaba con el servicio a la mesa, pero María ‘se había salido’ como ahora se dice derrochando todo aquel perfume a los pies de Jesús. ‘Lo tenia preparado para mi sepultura’, aclarará Jesús cuando incluso en alguno de los discípulos surgen comentarios interesados y no muy bien intencionados.
Quiero centrar mi pensamiento en ese perfume derrochado a los pies de Jesús. Era un buen perfume que nos habla de amor y de acogida, de sentimientos de gratitud y de muestras de amistad frente a otro mal perfume que quería por allá aparecer en los malos sentimientos e interesados juicios y pensamientos. Por eso la pregunta que me hago es con cuál perfume me estoy yo hoy, lunes santo, acercando a Jesús para celebrar su Pascua.
Desgraciadamente tantas veces en la vida he sido alérgico al perfume del amor y de la acogida cuando he dejado meter la maldad y la insolidaridad en mi corazón; maleamos nuestro corazón desde intereses egoístas, desde juicios maliciosos, desde la frialdad y la insensibilidad con que tantas veces vamos por la vida. Parece que fuéramos alérgicos al amor.
Como nos dirá san Pablo tenemos que dar el buen olor de Cristo y lo haremos cuando pongamos sensibilidad y amor en nuestro corazón, cuando aprendamos a mirar con ojos nuevos a los que nos rodean y seamos capaces de entrar en una nueva sintonía de amor con cuantos nos vamos cruzando por los caminos de la vida. Es la fragancia que tenemos que saber ir dejando a nuestro paso; es la cercanía y el cariño con que sabemos acercarnos a los demás; es la sonrisa que regalamos a todo aquel con quien nos encontremos. Mira con mirada nueva a todo aquel que se cruza en tu camino como si con Cristo mismo te encontraras y harás sentir a todos el perfume del amor cristiano.



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