El amor siempre toma la iniciativa; no se queda atrás; pongamos en marcha ese motor de la vida que es el amor
1 Timoteo 3,1-13; Sal 100; Lucas 7,11-17
El amor siempre toma la iniciativa; no se queda atrás. Cuántas veces nos vienen incluso buenas ideas a la cabeza, pero nos quedamos a la espera, que otro comience, que otro hable o dé su opinión primero, nos quedamos esperando y al final nada hacemos. ¿Qué nos pasa? ¿Qué nos hace falta? No terminamos de arrancar. ¿Se nos habrá enfriado el amor? Nuestras iniciativas se quedan truncadas, solo en el mundo de las ideas, de la cabeza, pero el corazón no las ha terminado de empujar para que arranquen de una vez.
Cuando hay amor de verdad hasta nos sorprendemos de nosotros mismos. Comenzamos a hacer cosas que nunca habíamos pensado que seríamos capaces de hacer; es que el amor nos despierta las iniciativas y nos da el necesario empuje para que las pongamos en práctica. Tendríamos que calentar más los motores del amor. El amor siempre nos sorprenderá.
Es lo que contemplamos en el evangelio de hoy. Jesús es una caja de sorpresas, nos atreveríamos a decir. Su amor se adelanta. Lo vemos muchas veces en el evangelio. Quizás nos fijamos mucho en todos aquellos que acuden a Jesús con sus enfermedades, sus dolencias, con sus necesidades de todo tipo suplicándole, pidiéndole; nos fijamos menos en esos episodios en que calladamente es Jesús el que se acerca o se pone a tiro, como solemos decir. Hoy contemplamos un episodio, pero podríamos fijarnos en muchos más, el ciego de nacimiento de las calles de Jerusalén, el paralítico de la piscina probática por citar algunos como el texto de hoy en que Jesús se adelanta a la petición, pero otras veces se deja tocar, se deja lavar los pies, se hace el encontradizo y busca la manera de llegar hasta su casa como en el caso de Zaqueo. Lo buscamos pero El está viniendo a nosotros.
No es una pura coincidencia que a la llegada de Jesús a Nain sacaran a enterrar a aquel muchacho, hijo único de una mujer viuda. Cuando suceden cosas así las personas de fe decimos que es la providencia de Dios; aquí tenemos que decir igualmente que es la providencia del amor el que Jesús se encontrara con aquel entierro.
Pudo sin embargo, ponerse a un lado y dejar pasar la comitiva. Pero el corazón de Cristo estaba entrando en sintonía con un corazón roto y lleno de dolor. Jesús no se puso a un lado sino que fue al encuentro de aquella comitiva a la que detiene. Se adelantó a tocar el ataúd para que los que lo llevaban se detuvieran. Y lo hicieron sorprendidos de que alguien sin razón aparente tocara el ataúd con lo que significa de impureza para un buen judío. Pero Jesús conmovido por el dolor de aquella madre hizo detener la comitiva.
¿Sería para las consabidas muestras de condolencia a los que sufrían la muerte de aquel joven? El pueblo entero formaba aquella comitiva acompañando a aquella madre. ¿Sería un satisfacer una curiosidad desde las buenas formas de quién se interesa por lo sucedido? Era algo más lo que Jesús quería ofrecer.
‘Muchacho, a tí te lo digo - dirigiéndose al difunto -, levántate y anda’. Son las únicas palabras de Jesus. Pero son la expresión del más grande amor y compasión, porque el muchacho se levantó y Jesus se lo entregó a su madre. La gente ya no sabía qué decir, Dios había visitado a su pueblo. Todos se sienten sorprendidos por la presencia del amor de Dios en la persona de Jesús.
Pero no nos quedemos ahí solo contemplando, lo cual es hermoso y nos invita a la alabanza. Demos nosotros un paso más. Dejémonos sacudir por el amor y aprendamos a ir al encuentro de los que sufren, de los que están a nuestro lado, de tantos que pasan por el camino y ni siquiera nos fijamos en ellos. Hay corazones doloridos, corazones rotos, gente que sufre con sus problemas, gente postrada en sus camillas sin poder levantarse porque se sienten hundidas.
¿No será capaz de sensibilizarse nuestro corazón para tener una nueva mirada? No nos pongamos de lado sino acerquémonos. Sepamos detenernos o detener ese correr de la vida para tener un gesto, para decir una palabra, para reposar una mirada sobre esos corazones rotos. Que el amor nos haga tomar la iniciativa. No reculemos ante los problemas ni nos quedemos paralizados.
Pongamos en marcha ese motor de nuestra vida que tiene que ser el amor.
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