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viernes, 21 de octubre de 2022

Tendríamos que tener una mirada desde el Espíritu de Jesús de aquello que vivimos y nos sucede, para tener esa mirada de Dios y nuestro discernimiento sea mucho más sereno

 


Tendríamos que tener una mirada desde el Espíritu de Jesús de aquello que vivimos y nos sucede, para tener esa mirada de Dios y nuestro discernimiento sea mucho más sereno

Efesios 4, 1-6; Sal 23; Lucas 12, 54-59

La vida no la resolvemos con recetas; aunque hoy estamos acostumbrados a que en la sociedad tenemos establecidos unos protocolos de antemano que nos dicen lo que tenemos que hacer en un momento o en otro, sin embargo en el discurrir de la vida de cada día, donde tenemos que tomar unas decisiones en momentos determinados, tenemos que hacer una elección entre una cosa y otra hemos de ser nosotros con nuestro libre albedrío los que hemos de discernir que es lo que tenemos que hacer. No es fácil, y muchas veces incluso podemos equivocarnos, y eso forma parte de la vida misma, que nos va enseñando de lo mismo que vamos viviendo.

Muchas veces cuesta ese discernimiento porque son muchas las influencias que recibimos, o vemos lo fácil que a otros les resulta, pero llegar al momento de tener que tomar una decisión es algo que se nos puede poner cuesta arriba, pero ahí iremos mostrando nuestra madurez, esa sabiduría que hemos aprendido de la vida misma o de cuanto antes hemos vivido, ahí aparece nuestra capacidad de ponderación para descubrir lo mejor y lo más positivo y así llegar a actuar con la mayor rectitud.

Pero también son muchos los signos y las señales que podemos descubrir en nuestro entorno, saber leer la vida, lo que no es fácil, para llegar a tener unos criterios, que no van a ser protocolos cerrados que nos digan lo que cogemos con una mano o qué hacemos con la otra, sino que está además nuestra libertad personal en esa toma de decisiones, aunque quizá en ocasiones nos pueda parecer que vamos a contracorriente de lo que todo el mundo hace.

Hoy Jesús les habla a los discípulos de los signos de los tiempos, tomando el ejemplo de la propia naturaleza, si hay nubes, si hace sol, si va a hacer bochorno, si vamos a tener tiempo de lluvia. Ya lo hacemos en la vida y eran las señales que nuestros mayores sabían descubrir y que les ayudaba en lo que era el desarrollo de su vida campesina con sus correspondientes siembras y cosechas.

Pero si Jesús nos pone ese ejemplo o nos habla de ello, es para hacernos pensar en algo más hondo. A la gente de su tiempo le costaba entender quien era Jesús, a pesar de los signos y señales que veían que Jesús realizaba, con lo que además se daba cumplimiento a lo anunciado por los profetas. Eran un pueblo con una visión creyente de la vida y sin embargo no supieron ver las señales de la presencia del Hijo del Hombre en medio de ellos.

¿Tendremos nosotros una visión creyente de la vida? ¿Sabremos hacer una lectura creyente, con ojos de fe, de cuanto sucede y nos sucede? No es que vayamos a ponernos fanáticos, como algunos que sacan a relucir las palabras más duras de los profetas, para contemplar lo que hoy nos sucede en nuestra sociedad. Pero sí tendríamos que tener una mirada desde el Espíritu de Jesús de aquello que vivimos, de aquello que nos sucede, para tener esa mirada de Dios, para saber escuchar a Dios que nos puede estar hablando desde esos acontecimientos.

Proféticamente pueden estar llegando palabras a nuestros oídos que nos despierten porque andamos muy adormilados por la vida. No busquemos palabras tremendistas – valga la palabra – sino que escuchemos palabras serenas que nos hagan reflexionar, que nos hagan pensar, que nos hagan tener otra visión de las cosas. Y esas palabras existen, esas palabras las podemos escuchar quizá en boca del que menos pensamos, pero nos pueden hacer llegar un punto de reflexión, de arranque para algo nuevo para nuestra vida.

Son señales, signos que Dios va poniendo hoy también a nuestro lado y que hemos de saber leer y escuchar. Seguro que nuestro discernimiento será mucho más sereno y descubriremos mejor lo que hemos de hacer.

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