Tenemos que despertar de nuevo porque fácilmente nos adormecemos, se nos adormece nuestra fe, pero Jesús nos está saliendo al encuentro
Efesios 2, 19-22; Salmo 116; Juan 20, 24-29
¿Viviremos en un mundo de desconfianzas? La verdad no sé qué decir. Hay quienes se lo creen todo, aunque algunas veces no parece tan desinteresado. Se lo creen todo y están al tanto de lo que se dice por aquí y por allá, y porque salió en la tele, porque se publicó en las redes sociales, porque lo dijo no sé qué personaje de los medios que tiene sus seguidores que cuenta no sé si por miles o millones pero interesados en las cosas llamativas, en lo que puede ir contra los que consideramos contrincantes, etc… Por eso digo, que no siempre parece esa credibilidad tan desinteresada. Cómo los hay que desconfían de todo, todo quieren cribarlo, pasarlo por sus criterios o sus maneras de ver las cosas y entonces creerán o no creerán según de donde vengan las noticias. ¿Confianza? ¿Credibilidad? ¿Desconfianza? ¿Cerrarme en mis ideas o criterios muy encorsetados para no aceptar cualquier cosa?
Justo es que nos preguntemos, que razonemos, que busquemos las mejores fuentes, que nos forjemos verdaderos criterios desde unos valores que sean fundamentales para nosotros, pero también en nuestras relaciones humanas con los demás yo diría que tenemos que dar una carta en blanco para confiar en las personas, para valorar, para sacar lo mejor.
¿Y en el campo de nuestras relaciones con Dios? Entramos en un ámbito que en cierto modo nos supera, por algo lo llamamos sobrenatural, pero también cuando nos dejamos conducir nos lleva a una plenitud en la vida que en otro lugar no vamos a encontrar. Entramos en el ámbito de la fe, que como la misma palabra lo dice es confianza y que será al mismo tiempo respuesta a lo que en lo más hondo de nosotros mismos sentimos y experimentamos. ¿Estaremos abiertos a esas experiencias? Algunas veces, tenemos que decirlo, no es fácil.
También los discípulos de jesus tenían sus dudas, les costaba creer. Estaban con Jesús y se sentían entusiasmados por El, pero había ocasiones en que Jesús hacía unos planteamientos que no acaban de entender, planteaba unas exigencias que les costaba aceptar, sucedían cosas que también les hacían hacerse preguntas por dentro, como nos sucede a todos. No siempre lo entendemos. Hubo algo que los dejó descolocados, como suele decirse hoy. Fue su prendimiento y su pasión. Lo había anunciado pero no acaban de entenderlo. ‘Eso no te puede pasar a ti’, decía Pedro y quería quitarle esa idea a Jesús de la cabeza, de manera que incluso Jesús se pone fuerte y le dice a Pedro que lo va a rechazar.
Por eso cuando llegó ese momento, se dispersaron y huyeron, como sucedió ya allá en Getsemaní. Luego se encerraron, por miedo a los judíos, no les fuera a pasar lo mismo por ser sus discípulos. Cuando las mujeres vienen hablando de sepulcro vacío y que unos ángeles les decían que había resucitado, les dijeron que eso eran sueños de mujeres. Verían la tumba vacía también, pero seguían con sus miedos encerrados en el cenáculo. Todo cambia cuando Jesús se les manifiesta allí reunidos en el cenáculo. Ahora será la noticia que llevarán a los demás, sobre todo a uno de los apóstoles que no estaba allí con ellos en aquella ocasión. ‘Hemos visto al Señor’, le dicen. Pero él quiere ver y palpar para estar seguro.
Pero no echemos culpas, que nosotros somos también lo mismo. También queremos palpar. También nos volvemos incrédulos; también nos cuesta sentir y vivir la presencia de Cristo resucitado con nosotros, en nuestra vida, en nuestro camino, en las cosas que hacemos, en lo que nos hace sufrir, en los problemas o contratiempos que nos encontremos, en los momentos oscuros del dolor y de sufrimiento. Muchas veces también nos desparramos en nuestras huidas.
Necesitamos una experiencia viva. Necesitamos revivir y reavivar lo que quizás en otros momentos habremos sentido, pero que luego en las carreras locas de la vida pronto olvidamos. También se nos enfría la fe, necesitamos ver claramente a jesus que viene a nosotros. Tenemos que despertar de nuevo porque fácilmente nos adormecemos, se nos adormece nuestra fe. Y jesus nos está saliendo al encuentro. ¿Haremos una viva profesión de fe como finalmente hizo Tomás el que parecía tan incrédulo? ¿Se nos renovará y reavivará nuestra fe? Lo necesitamos.
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