Jesús es el pan de la vida, el pan de mi vida, que da valor y
sentido a mi vida, verdadera plenitud a mi existencia, de El tenemos que
alimentarnos para tener vida para siempre
Hechos 8, 26-40; Sal 65; Juan 6, 44-51
En la lógica
de nuestros razonamientos humanos hay cosas que nos parecen imposibles y aunque
en nuestros sueños y deseos aspiremos a otra cosa, lo desechamos como
irrealizable y no queremos pensar en ello. Aparte de lo que disfrutemos con la
comida, sin embargo quien alguna vez no habrá pensado ojalá comiéramos algo que
ya no nos diera hambre nunca más, porque es una lata eso de tener que estar
buscando o preparando comida cada día. Pero nos razonamos y nos decimos es
imposible ese sueño, porque cada día el organismo necesita alimentarse para poder
recuperar sus fuerzas vitales y tener vida y no nos queda más remedio que
repetir ese acto de ingerir alimento cada día y a cada determinado tiempo del
día.
Pero mira por
donde hoy nos habla Jesús de un alimento que El nos ofrece y que nos dará vida
para siempre. Les ha hablado del pan bajado del cielo, y los judíos han
recordado el maná, pan bajado del cielo también lo llamaban, que les dio Moisés
mientras caminaban por el desierto rumbo a la tierra prometida. Pero ya Jesús
les dice que comieron el maná, aquel pan bajado del cielo, y sin embargo
murieron. ‘Vuestros padres comieron en el desierto el maná y
murieron…’
Jesús
ahora quiere hablarles del verdadero pan bajado del cielo. ‘Yo soy el pan de
la vida… este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no
muera’. Y nos está diciendo que ese pan de la vida es El mismo. A los judíos
les costaba entender por la literalidad con la que interpretaban las palabras
de Jesús. Pero hemos de reconocer que a nosotros, a pesar de ser algo que hemos
escuchado muchas veces y en principio parece que aceptamos con facilidad, en la
realidad realmente también nos cuesta entender. Y lo digo desde la experiencia
de la importancia que luego le damos a esto en la vida de cada día.
Es un
alimento que va más allá de un pan material, pero igual que representamos en
esa imagen del pan todo lo que es alimento que nutre nuestro cuerpo, también
tenemos que pensar no solo en lo que nutre nuestro cuerpo sino lo que nos
alimenta como personas, lo que nos hace encontrar un profundo sentido para
nuestro vivir.
Sí,
queremos tener un sentido de vida, nos preguntamos por qué y para qué, nos
preguntamos por el sentido de nuestra vida, nos preguntamos por el valor de lo
que hacemos y también de lo que vivimos, no queremos una vida vacía, una vida
sin sentido, queremos una profundidad, una razón profunda para nuestro vivir.
Esa es la buena nueva de Jesús, ese es su evangelio, eso es lo que nos ofrece
Jesús.
Cuando
decimos que creemos en Jesús es mucho más que decir que conocemos sus milagros,
conocemos su vida, sus andanzas, lo que fue su pasión y su muerte, que sabemos
porque lo hemos escuchado muchas veces lo que nos enseña, y digo mucho más
porque no son solo conocimientos que iríamos acumulando en nuestra memoria como
quien acumula libros en una biblioteca. De nada nos valdrían todos esos libros
acumulados en una biblioteca si no nos han enseñado a vivir. Y eso es lo que
viene a significar Jesús en nosotros, en nuestra vida; nos enseña a vivir, nos
abre un camino, una senda, nos da un sentido y un valor, nos engrandece
dándonos la mayor dignidad a nuestra persona, encontramos nuestro verdadero
valor.
Ese es el
alimento que Jesús nos da. Por eso nos dice que El es el pan de la vida, el pan
de mi vida, que da valor y sentido a mi vida, que da verdadera plenitud a mi
existencia. ‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este
pan vivirá para siempre’. Tenemos que alimentarnos de ese pan, tenemos que
alimentarnos de Jesús, tenemos que comer a Jesús y tendremos vida para siempre.
Podría salirse de todas nuestras lógicas humanas, como decíamos al principio,
pero nos lleva a la más honda sabiduría que solo podemos beber en Jesús.
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