Intentemos hacer el camino de la vida al paso de Jesús con la misma decisión de su subida a Jerusalén y emprenderemos un camino de entrega y de amor
Zacarías 8,20-23; Sal 86; Lucas 9,51-56
De camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén'.
¿No sucederá de una forma semejante también en nuestra sociedad de hoy? Aunque es bonito hablar de derechos humanos, de que todos somos iguales y cosas muy lindas por el estilo, sin embargo a la hora de la verdad nos hacemos nuestros 'distingos', no nos aceptamos todos de la misma manera, siguen existiendo discriminaciones. 'Yo no soy racista' nos dice más de uno, pero es que a ciertos individuos - y nos citan países o regiones de origen, y nos hablan del color de la piel, y nos recuerdan cosas del pasado - no me los puedo tragar, te dicen. Muchas veces también nos dejamos llevar por las apariencias, y cómo la gente hoy viste como quiere, y hay personas con las que no nos sentaremos a su lado, por ejemplo. Ahi tenemos el problema de la inmigración irregular con gentes, por ejemplo en nuestra tierra, que nos llegan en pateras arriesgando sus vidas por buscar una vida mejor, y miremos la letanía de quejas que nos hacemos si los reciben, si los tratan bien, si los tienen en este lugar o en otro. Y así podríamos poner muchos ejemplos que suceden en nuestro entorno y en lo que nosotros algunas veces nos podemos ver tentados a caer.
Aunque pudiera parecer que esto no tiene que ver con el evangelio, la actitud de aquellos samaritanos que no querían recibir ni a Jesús ni a los que le acompañaban porque iban a Jerusalén me ha dado pie para hacerme estas consideraciones. Nos viene bien porque es una invitación a reciclar viejas actitudes que también podemos tener en nuestro corazón. Además el evangelio nos hace pensar en algo más, las reacciones que ante esas diversas situaciones se pueden provocar en nosotros. Vemos lo que les sucedía a los propios discípulos de Jesús; vienen quejándose porque en aquel pueblo no han querido recibirles y en una reacción violenta ya están pidiendo a Jesús que baje fuego del cielo para castigarlos. ¿No será algo semejante a cuando decimos que a esos emigrantes que los manden a sus tierras?
Tenemos que andar con cuidado porque aunque nos decimos cristianos, que tenemos fe en Jesús y queremos escuchar su evangelio, también a veces nos sucede que nos contagiamos del espíritu del mundo y las reacciones que tenemos ante los diversos problemas que se nos van suscitando en la sociedad no siempre están guiadas por el espíritu del Evangelio.
Decíamos antes que tenemos que reciclarnos, es una forma de hablar, pero con ello queremos expresar cómo siempre hemos de estar en una actitud humilde de revisión de actitudes y comportamientos, porque fácilmente nos dejamos llevar, nos dejamos contagiar y no están resplandeciendo en nosotros los valores del evangelio.
Nos hace falta humildad, nos hace falta impregnarse de los sentimientos de Jesús, nos hace falta contemplar mucho el camino de Jesús para seguir en verdad sus pasos. Que resplandezca en nosotros la misericordia, la comprensión, la acogida, la cercanía y la escucha, la humildad y la sencillez que nos aleje de vanidades, la mansedumbre del corazón de Cristo. Que sepamos aceptarnos y acogernos, a pesar de las debilidades o sombras que podamos contemplar en la vida, que sepamos valorar y respetar la dignidad de toda persona, que sepamos poner amor que le dará un colorido nuevo a nuestros ojos y que le dará entonces un colorido nuevo a las relaciones mutuas entre unos y otros.
Camino bello si lo supiéramos caminar, aunque sabemos cuánto nos cuesta; pensar en nosotros rutinas y viejas costumbres, actitudes egoístas e insolidarias y muchas veces demasiado amor propio, pero es un camino que podemos realizar porque lo intentamos hacer al paso de Jesús en su subida a Jerusalén.
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