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domingo, 9 de agosto de 2015

Comemos a Cristo, verdadero pan de vida, porque en El vamos encontrar la plenitud y el sentido de nuestro ser, la vida eterna y la resurrección

Comemos a Cristo, verdadero pan de vida, porque en El vamos encontrar la plenitud y el sentido de nuestro ser, la vida eterna y la resurrección

1Reyes, 19, 4-8; Sal. 33; Ef. 4, 30-5, 2; Jn. 6, 41-51
Creo que nos es fácil entender a todos que alimentarse es mucho más que el acto físico de ingerir unos alimentos materiales que den energía a nuestro organismo. Pudiera sucedernos que hayamos ingerido los alimentos necesarios para nuestro organismo y que las llamadas constantes vitales estén correctamente en sus medidas y sin embargo nos falte vida, andemos como muertos en la vida porque nos falte esa otra energía interior que nos impulsa a luchar y a amar, que nos da ilusión y esperanza y nos da fuerza para toda esa vida que nos lleve en verdad al encuentro con los demás y a luchar por nuestro mundo. Nos falta todo esto y aunque físicamente andemos bien, sin embargo andamos como muertos.
Creo que esta reflexión previa que nos hacemos nos puede ayudar a comprender mejor el sentido del mensaje evangélico que hoy escuchamos de labios de Jesús. Ha terminado diciéndonos hoy ‘y el pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo’. Previamente nos ha hablado del pan bajado del cielo que el que lo coma tendrá vida para siempre; que el que viene a El porque cree en El resucitará en el último día, tiene vida eterna; y nos ha dicho también que El es el pan de vida y ‘el que coma de este pan vivirá para siempre’.
No les era fácil a los judíos que escuchaban a Jesús porque cogiendo la literalidad de sus palabras podían argumentarle como lo hacían que a El lo conocían, y conocían su familia, que sabían que procedía de Nazaret, y ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?  El jugar con las palabras de vivir para siempre y resurrección les era bien difícil entenderlo porque todos tenían la experiencia de la muerte y les era mucho más fácil quedarse en la literalidad de la vida de este mundo que un día habría de tener un fin.
Pero Jesús sí que les está hablando de ese pan del cielo que era El mismo y que creyendo en El podrían llegar a alcanzar una vida verdaderamente en plenitud, llamémosla resurrección o llamémosla vida eterna. En el sentido de lo que Jesús quiere revelarles hemos escuchado en la primera lectura la situación difícil que vivía el profeta Elías que deseaba morir, que marcha al desierto donde sabe que no va a encontrar ningún alimento, pero que milagrosamente como un hermoso signo va apareciendo el ángel del Señor que una y otra vez le ofrece una hogaza de pan y una jarra de agua. ‘¡Levántate, come que el camino es superior a tus fuerzas!’  El camino podía parecer superior porque muchas eran las oscuridades que lo envolvían, mucha era la muerte que aun quedaba en su alma.
La misión profética que estaba realizando Elías era bien difícil porque todo lo tenía en contra. El quiere ser fiel pero se encuentra sin fuerzas; está como muerto, sin vida porque ya no sabía que hacer. Pero aquel alimento que como un signo recibe le hará caminar ‘cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios’. Allí en aquella experiencia de Dios que va a vivir encontrará la fuerza y el sentido de toda su vida; va a comenzar a vivir de nuevo porque comprende bien la misión que ha de realizar. En la experiencia de Dios encuentra la vida, encontrará la luz que ilumine de nuevo su vida, encuentra la plenitud y el sentido de todo lo que tiene que realizar en su misión profética.
Cristo es esa vida eterna para nosotros; Cristo Jesús es quien nos va a dar plenitud y sentido a todo nuestro ser, a todo nuestro vivir. Creyendo en Jesús, escuchando su Palabra nos vamos a llenar en verdad de su vida y será un resucitar para nosotros, será un sentirnos con una nueva vida, un nuevo sentido para nuestro caminar. Por eso ese comer del Pan de vida, ese comer a Cristo no es solo la materialidad de comer un trozo de pan sino que será algo mucho más profundo lo que hemos de realizar, porque es abrirnos a Dios, es abrirnos al sentido de Dios, es creer en Jesús y querer vivir en el sentido de su reino.
Comulgaremos a Cristo que es dejar transformar nuestra vida por la vida de Cristo de manera que nuestro pensar, nuestro vivir ya será para siempre Cristo. Por eso diremos comulgamos a Cristo que, repito, es mucho más que comer un poco de pan, porque es comulgar, comer con todo el sentido de Cristo.
Llenos de la vida de Cristo entramos en caminos de plenitud, de vida eterna. Llenos de la vida de Cristo resucitaremos con Cristo, porque ya todo lo que sea muerte tendrá que desaparecer de nosotros; no es solo la resurrección del último día que ahora al comer a Cristo recibimos como en prenda, sino es ese día a día ir resucitando con Cristo porque vamos quitando todo lo que sea muerte en nosotros, porque iremos arrojando de nosotros todo lo que sea muerte, porque ya las sombras y tinieblas de la duda y del error tienen que desaparecer de nosotros que tenemos a Cristo que es la verdad de nuestra vida; es ir resucitando con Cristo porque todo ese mal que nos acecha ya sea en la tentación, ya sea en las dificultades que en la misma vida vamos encontrando, o ya sea en las mismas persecuciones que a causa de su nombre podamos padecer no tendrán la última palabra, porque con Cristo la victoria estará siempre de nuestra parte, la victoria sobre la muerte y la vida estará siempre asegurada, su gracia no nos faltará en ningún momento.
El domingo pasado escuchábamos que los judíos le pedían comer siempre de ese pan que les aseguraba no tener hambre ni sed ni verse sometidos a la muerte, y ahora nosotros lo pedimos también con insistencia porque queremos comer a Cristo, porque queremos vivir de su vida, porque queremos alcanzar la resurrección y la vida eterna.

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