Comemos a Cristo, verdadero pan de vida, porque en El vamos encontrar la plenitud y el sentido de nuestro ser, la vida eterna y la resurrección
1Reyes, 19, 4-8; Sal. 33; Ef. 4, 30-5, 2; Jn. 6, 41-51
Creo que nos es fácil entender a todos que alimentarse
es mucho más que el acto físico de ingerir unos alimentos materiales que den
energía a nuestro organismo. Pudiera sucedernos que hayamos ingerido los
alimentos necesarios para nuestro organismo y que las llamadas constantes
vitales estén correctamente en sus medidas y sin embargo nos falte vida,
andemos como muertos en la vida porque nos falte esa otra energía interior que
nos impulsa a luchar y a amar, que nos da ilusión y esperanza y nos da fuerza
para toda esa vida que nos lleve en verdad al encuentro con los demás y a
luchar por nuestro mundo. Nos falta todo esto y aunque físicamente andemos
bien, sin embargo andamos como muertos.
Creo que esta reflexión previa que nos hacemos nos
puede ayudar a comprender mejor el sentido del mensaje evangélico que hoy escuchamos
de labios de Jesús. Ha terminado diciéndonos hoy ‘y el pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo’.
Previamente nos ha hablado del pan bajado del cielo que el que lo coma tendrá
vida para siempre; que el que viene a El porque cree en El resucitará en el último
día, tiene vida eterna; y nos ha dicho también que El es el pan de vida y ‘el que coma de este pan vivirá para siempre’.
No les era fácil a los judíos que escuchaban a Jesús
porque cogiendo la literalidad de sus palabras podían argumentarle como lo
hacían que a El lo conocían, y conocían su familia, que sabían que procedía de
Nazaret, y ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo? El jugar con las palabras de vivir para
siempre y resurrección les era bien difícil entenderlo porque todos tenían la
experiencia de la muerte y les era mucho más fácil quedarse en la literalidad
de la vida de este mundo que un día habría de tener un fin.
Pero Jesús sí que les está hablando de ese pan del
cielo que era El mismo y que creyendo en El podrían llegar a alcanzar una vida
verdaderamente en plenitud, llamémosla resurrección o llamémosla vida eterna.
En el sentido de lo que Jesús quiere revelarles hemos escuchado en la primera
lectura la situación difícil que vivía el profeta Elías que deseaba morir, que
marcha al desierto donde sabe que no va a encontrar ningún alimento, pero que
milagrosamente como un hermoso signo va apareciendo el ángel del Señor que una
y otra vez le ofrece una hogaza de pan y una jarra de agua. ‘¡Levántate, come que el camino es superior
a tus fuerzas!’ El camino podía
parecer superior porque muchas eran las oscuridades que lo envolvían, mucha era
la muerte que aun quedaba en su alma.
La misión profética que estaba realizando Elías era
bien difícil porque todo lo tenía en contra. El quiere ser fiel pero se
encuentra sin fuerzas; está como muerto, sin vida porque ya no sabía que hacer.
Pero aquel alimento que como un signo recibe le hará caminar ‘cuarenta días y cuarenta noches hasta el
Horeb, el monte de Dios’. Allí en aquella experiencia de Dios que va a
vivir encontrará la fuerza y el sentido de toda su vida; va a comenzar a vivir
de nuevo porque comprende bien la misión que ha de realizar. En la experiencia
de Dios encuentra la vida, encontrará la luz que ilumine de nuevo su vida, encuentra
la plenitud y el sentido de todo lo que tiene que realizar en su misión
profética.
Cristo es esa vida eterna para nosotros; Cristo Jesús
es quien nos va a dar plenitud y sentido a todo nuestro ser, a todo nuestro
vivir. Creyendo en Jesús, escuchando su Palabra nos vamos a llenar en verdad de
su vida y será un resucitar para nosotros, será un sentirnos con una nueva
vida, un nuevo sentido para nuestro caminar. Por eso ese comer del Pan de vida,
ese comer a Cristo no es solo la materialidad de comer un trozo de pan sino que
será algo mucho más profundo lo que hemos de realizar, porque es abrirnos a
Dios, es abrirnos al sentido de Dios, es creer en Jesús y querer vivir en el
sentido de su reino.
Comulgaremos a Cristo que es dejar transformar nuestra
vida por la vida de Cristo de manera que nuestro pensar, nuestro vivir ya será
para siempre Cristo. Por eso diremos comulgamos a Cristo que, repito, es mucho
más que comer un poco de pan, porque es comulgar, comer con todo el sentido de
Cristo.
Llenos de la vida de Cristo entramos en caminos de
plenitud, de vida eterna. Llenos de la vida de Cristo resucitaremos con Cristo,
porque ya todo lo que sea muerte tendrá que desaparecer de nosotros; no es solo
la resurrección del último día que ahora al comer a Cristo recibimos como en
prenda, sino es ese día a día ir resucitando con Cristo porque vamos quitando
todo lo que sea muerte en nosotros, porque iremos arrojando de nosotros todo lo
que sea muerte, porque ya las sombras y tinieblas de la duda y del error tienen
que desaparecer de nosotros que tenemos a Cristo que es la verdad de nuestra
vida; es ir resucitando con Cristo porque todo ese mal que nos acecha ya sea en
la tentación, ya sea en las dificultades que en la misma vida vamos
encontrando, o ya sea en las mismas persecuciones que a causa de su nombre
podamos padecer no tendrán la última palabra, porque con Cristo la victoria
estará siempre de nuestra parte, la victoria sobre la muerte y la vida estará
siempre asegurada, su gracia no nos faltará en ningún momento.
El domingo pasado escuchábamos que los judíos le pedían
comer siempre de ese pan que les aseguraba no tener hambre ni sed ni verse
sometidos a la muerte, y ahora nosotros lo pedimos también con insistencia
porque queremos comer a Cristo, porque queremos vivir de su vida, porque
queremos alcanzar la resurrección y la vida eterna.
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