Entregarnos, darnos desde el servicio, desde el compartir, desde la generosidad de corazón, en silencio, quemando la vida en el amor
2Corintios
9,6-10; Sal
111; Juan
12,24-26
Todavía quedamos tacaños en la vida. Sí, personas a las
que le cuesta compartir, que piensan que si comparten de lo que tienen se van a
quedar pasando hambre. Y lo he puesto en primera persona del plural, nosotros -
‘quedamos’ - porque también me
incluyo yo. Aunque queramos decir lo contrario hemos de reconocer que eso de
compartir cuesta. Pasamos tantas imágenes por nuestra mente y por nuestra
imaginación. Pensamos tantas cosas acerca de aquellas personas que nada tienen.
Ya se que quienes queremos seguir a Jesús y seguir su mandato, su estilo de
vida, eso lo curamos desde nuestra fe y sintiendo el amor que el nos tiene;
pero en el fondo algo queda de ese egoísmo insolidario que se nos mete fácilmente
por dentro.
Hoy es día de san Lorenzo y cuando pensamos en este
santo nos viene a la mente enseguida su imagen acompañada de la parrilla,
recordando lo que fue su martirio. Pero su muerte entre los tormentos del fuego
fue la culminación de una vida de amor. Era diácono de la Iglesia de Roma. Y
recordamos ya desde los Hechos de los Apóstoles donde se instituyó este
servicio y ministerio en la comunidad eclesial, los diáconos eran los
encargados de administrar los bienes de la Iglesia fundamentalmente para
atender - como se decía en el libro sagrado - a los huérfanos y a las viudas,
para la atención a los pobres.
Cuando decimos administrar los bienes de la Iglesia
para muchos viene enseguida lo de las riquezas de la Iglesia, una cosa tan
socorrida cuando en nuestro entorno se habla de la Iglesia. O pensar en
administrar los bienes de la Iglesia pensamos en la construcción de templos y
demás edificios que decimos necesitamos para nuestro servicio pastoral. Está
bien todo eso, porque es necesario también, pero no puede ser el objetivo o el
fin principal de lo que en la iglesia compartimos. Mucho tendríamos que revisar
en ese sentido en lo que son preocupaciones de la Iglesia y de las gentes de la
Iglesia. Vaya como un paréntesis de un pensamiento que me surge al fijarme en
la figura de san Lorenzo a quien hoy celebra la Iglesia.
San Lorenzo era diácono al servicio de la Iglesia de
Roma pero para la atención a los pobres, a los necesitados, a los que nada
tenían, fueran o no fueran miembros de la comunidad eclesial. Pensemos que
hablamos de tiempos de persecuciones donde todos no eran cristianos
precisamente. La historia de san Lorenzo nos habla de que había sido
martirizado hacía muy poco el Papa Sixto, y ahora el emperador quiere
apoderarse de los bienes de la Iglesia. Por eso llaman y prenden a Lorenzo para
exigirle que entregue esos bienes de la Iglesia. Nada tenía la Iglesia de Roma
porque todo lo había repartido entre los pobres.
Cuando el
emperador le pide a Lorenzo que le lleve todas las riquezas que la
Iglesia tiene, recoge él a los pobres de las calles de Roma y se los presenta
al emperador: ‘éstos son los bienes de la
Iglesia, estas son las riquezas de la Iglesia’. Lo demás referente a su
martirio bien lo conocemos todos. Pero él había sido testigo (mártir) ya mucho
antes cuando se había convertido en servidor de los pobres.
Hoy nos ha hablado el evangelio de ser grano de trigo
que se entierra y muere para dar fruto. Hermosa imagen de lo que tiene que ser
nuestra vida. Entregarnos, darnos, pero no solo con bonitas palabras.
Entregarnos, darnos desde nuestro servicio, desde nuestro compartir, desde esa
generosidad de nuestro corazón. Eso que decíamos al principio que muchas veces
nos cuesta. Pero así se manifiesta más el valor de lo que hacemos.
Aunque lo hagamos calladamente y nadie lo vea. Muchas
veces nuestra vida tendrá que ser una vida escondida, que quizá nadie ve. Pero
pongamos amor, amor de verdad, y nuestra vida callada será valiosa, dará en su
momento, en los momentos en que Dios quiera, su fruto que a nosotros no nos
toca recoger, porque todo lo hacemos por Dios, para la gloria del Señor. Así
seremos también testigos quemando nuestra vida en el amor como lo hizo san
Lorenzo.
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