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viernes, 14 de agosto de 2015

Recordemos la historia de la salvación, del amor de Dios de una forma concreta en nuestra vida que conforma el credo de nuestra fe

Recordemos la historia de la salvación, del amor de Dios de una forma concreta en nuestra vida que conforma el credo de nuestra fe

 Josué 24,1-13; Sal 135; Mateo 19,3-12

Os voy a proponer algo. Redactar una profesión de fe, tuya personal, en la que se refleje la historia de Dios en tu vida, la experiencia de Dios que hayas vivido en los hechos concretos de tu vida.
Alguien me va a decir que ya el Credo está redactado, que no tenemos más credo que la fe de la Iglesia que todos profesamos. Es cierto. No hay más credo, porque ahí está contenida la historia de la salvación. Pero esa historia de la salvación se hace historia en mi vida. Desde esa fe que tengo y que confieso en el Credo con toda la Iglesia yo voy viviendo día a día mi ser cristiano, pero en ese día a día de nuestra vida ese Dios en quien creo se ha ido haciendo presente con su amor. La historia de mi vida está toda transida por esa historia de amor de Dios en mí que se ha hecho muy concreta.
Cuantas cosas podemos recordar en esa historia de nuestra fe; cuantos momentos en que quizá hemos pasado por momentos dolorosos de verdadera pascua en nosotros, pero que han sido pascua precisamente por esa presencia de Dios, por ese paso de Dios por mi vida en esos momentos concretos; cuantos momentos dichosos llenos de alegría o cuantos momentos en esa vida ordinaria que parece que no se distingue un día de otro, pero sí hemos sabido ver esa presencia de Dios en esas cosas sencillas que cada día nos suceden y que van entretejiendo la historia de mi vida.
Bueno nos es recordar toda esa pascua de Dios en mi vida, toda esa presencia de Dios que me ha llenado de su gracia, que me ha hecho mantenerme firme en los momentos difíciles, que me ha fortalecido cuando ha aparecido la tentación para vencer con su gracia, o que en los momentos oscuros de tinieblas, de pecado El me ha llamado, me ha tendido la mano y me ha sacado a flote como a Pedro cuando se hundía en las aguas de Tiberíades.
No olvidamos esos momentos trascendentales de la salvación en la pascua de nuestro Señor Jesucristo; no olvidamos al Dios creador de quien viene mi vida y que ha puesto este mundo hermoso en mis manos; no olvidamos la fuerza del Espíritu que se manifestó en Pentecostés a los Apóstoles y sigue guiando el camino de la Iglesia. Pero todo eso lo traducimos, lo hacemos presente y actual en el hoy de mi vida, en la historia de mi vida, dando gracias a Dios por todo ello.
Es lo que le vemos hacer a Josué cuando van a entrar en la tierra prometida; les hace una historia, que es la historia de la salvación de aquel pueblo y en esa historia han de ver la presencia de Dios que les ha escogido, les ha llamado y les ha acompañado en el peregrinar de la vida reflejado en aquel peregrinar por el desierto hasta llegar ahora a la tierra prometida. Y es en ese Dios en el que van a proclamar su fe; es ese Dios en el que quieren creer y al que quieren seguir manteniéndose fieles en la historia que ahora van a comenzar a vivir en aquella tierra que Dios les da.
Reavivemos, sí, la historia de nuestra fe, la historia de la salvación y del amor de Dios hecho muy concreto en nuestra vida. Y también queremos mantenernos fieles en esa fe; también queremos hacer participes a los demás de esa experiencia de Dios que a nosotros nos ha llenado de vida. Demos gracias a Dios porque es bueno y de tantas maneras nos ha manifestado su amor.

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