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jueves, 19 de octubre de 2023

Ojalá escuchemos más el evangelio de Jesús y comencemos transformando nuestros corazones para transformar también nuestro mundo, hacen falta profetas

 


Ojalá escuchemos más el evangelio de Jesús y comencemos transformando nuestros corazones para transformar también nuestro mundo, hacen falta profetas

 Romanos 3,21-30ª; Sal 129; Lucas 11,47-54

Parece que no hay un día en que no nos despertemos con alguna noticia desagradable; son tantas las cosas que se van sucediendo por una parte y otra que tenemos incluso el peligro de acostumbrarnos. De algunas guerras parece que ya no nos acordamos, cuando se han sucedido detrás otras calamidades de todo tipo; vuelven a sonar los tambores de la guerra y aunque decimos que estamos sensibilizados todo se nos va en echarnos en cara unos a otros que si unos son los malos, que si los otros unos pobrecitos, según sean las tendencias o simpatías que sintamos por unos y por otros y parece que no queremos hacer en serio mención a los sufrimientos que tantos están padeciendo, sean del lado que sean; nos despertamos con accidentes, con desapariciones, con muertes inexplicables, con violencias de todo tipo. Tenemos miedo de anestesiarnos frente a todas esas calamidades, pero nosotros seguimos nuestra vida, ¿y qué es lo que hacemos? Algunas veces apagamos la televisión para no oír noticias y no enterarnos.

La vida sigue su curso, nos desentendemos y qué cada uno se lo resuelva como pueda. Y cuando oímos alguna voz que se levanta también queremos cerrar nuestros oídos y nos disculpamos diciendo que son los profetas de calamidades de siempre. ¿Podemos, sin embargo, dormir tranquilos? ¿Nos seguiremos dejando manipular por los interesados de siempre? ¿Es posible que nosotros no lancemos también nuestro grito para despertarnos nosotros mismos y para despertar a muchos a nuestro lado? ¿Seguiremos buscando justificaciones? La verdad que algunas veces no sabemos ni qué hacer.

Cuando hoy escuchamos el evangelio quizás nos puedan parecer bien aquellas palabras duras de Jesús para las gentes de su tiempo, diciéndoles de alguna manera que con sus actitudes y sus posturas ellos están siendo responsables también de lo que sus antepasados habían hecho con los profetas. Y lo pensamos y lo justificamos porque decimos que en aquel momento ellos están haciendo lo mismo con el rechazo que están haciendo de Jesús. Les echa en cara, por ejemplo a ‘los maestros de la ley, porque os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido’.

Pero, ¿y no es lo mismo que está sucediendo en nuestro tiempo, lo mismo que nosotros también estamos haciendo? Tendríamos en verdad que sentir que esas palabras de Jesús que hoy escuchamos en el evangelio también van por nosotros, también van por los hombres de nuestro tiempo.

‘Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación’. Lo dijo entonces Jesús para la gente de su tiempo, pero nos lo está diciendo hoy también a nosotros.

Sepamos escuchar lo que Jesús nos dice. Sintamos también esa palabra profética que se pronuncia sobre nosotros. Despertemos de ese letargo y no dejemos que nuestro se nos destruya. Lo estamos destruyendo de mil maneras. ¿Dónde está nuestra conciencia de cristianos? ¿No tendremos que sentirnos todos responsables de nuestro mundo y hacer que las cosas cambien?

Ojalá escuchemos más el evangelio de Jesús y comencemos transformando nuestros corazones para transformar también nuestro mundo. Hacen falta profetas.

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