Ojalá
escuchemos más el evangelio de Jesús y comencemos transformando nuestros
corazones para transformar también nuestro mundo, hacen falta profetas
Romanos 3,21-30ª; Sal 129; Lucas
11,47-54
Parece que no hay un día en que no nos
despertemos con alguna noticia desagradable; son tantas las cosas que se van
sucediendo por una parte y otra que tenemos incluso el peligro de
acostumbrarnos. De algunas guerras parece que ya no nos acordamos, cuando se
han sucedido detrás otras calamidades de todo tipo; vuelven a sonar los
tambores de la guerra y aunque decimos que estamos sensibilizados todo se nos
va en echarnos en cara unos a otros que si unos son los malos, que si los otros
unos pobrecitos, según sean las tendencias o simpatías que sintamos por unos y
por otros y parece que no queremos hacer en serio mención a los sufrimientos
que tantos están padeciendo, sean del lado que sean; nos despertamos con
accidentes, con desapariciones, con muertes inexplicables, con violencias de
todo tipo. Tenemos miedo de anestesiarnos frente a todas esas calamidades, pero
nosotros seguimos nuestra vida, ¿y qué es lo que hacemos? Algunas veces
apagamos la televisión para no oír noticias y no enterarnos.
La vida sigue su curso, nos
desentendemos y qué cada uno se lo resuelva como pueda. Y cuando oímos alguna
voz que se levanta también queremos cerrar nuestros oídos y nos disculpamos
diciendo que son los profetas de calamidades de siempre. ¿Podemos, sin embargo,
dormir tranquilos? ¿Nos seguiremos dejando manipular por los interesados de
siempre? ¿Es posible que nosotros no lancemos también nuestro grito para
despertarnos nosotros mismos y para despertar a muchos a nuestro lado?
¿Seguiremos buscando justificaciones? La verdad que algunas veces no sabemos ni
qué hacer.
Cuando hoy escuchamos el evangelio
quizás nos puedan parecer bien aquellas palabras duras de Jesús para las gentes
de su tiempo, diciéndoles de alguna manera que con sus actitudes y sus posturas
ellos están siendo responsables también de lo que sus antepasados habían hecho con
los profetas. Y lo pensamos y lo justificamos porque decimos que en aquel
momento ellos están haciendo lo mismo con el rechazo que están haciendo de
Jesús. Les echa en cara, por ejemplo a ‘los maestros de la ley, porque os
habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los
que intentaban entrar se lo habéis impedido’.
Pero, ¿y no es lo mismo que está
sucediendo en nuestro tiempo, lo mismo que nosotros también estamos haciendo?
Tendríamos en verdad que sentir que esas palabras de Jesús que hoy escuchamos
en el evangelio también van por nosotros, también van por los hombres de
nuestro tiempo.
‘Por eso dijo la Sabiduría de Dios:
Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán;
y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas
derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre
de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os digo: se le
pedirá cuenta a esta generación’. Lo
dijo entonces Jesús para la gente de su tiempo, pero nos lo está diciendo hoy
también a nosotros.
Sepamos escuchar lo que Jesús nos dice.
Sintamos también esa palabra profética que se pronuncia sobre nosotros.
Despertemos de ese letargo y no dejemos que nuestro se nos destruya. Lo estamos
destruyendo de mil maneras. ¿Dónde está nuestra conciencia de cristianos? ¿No
tendremos que sentirnos todos responsables de nuestro mundo y hacer que las
cosas cambien?
Ojalá escuchemos más el evangelio de
Jesús y comencemos transformando nuestros corazones para transformar también
nuestro mundo. Hacen falta profetas.
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