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domingo, 12 de febrero de 2023

Camino de superación y de crecimiento interior, de plenitud en el amor es a dónde nos quiere conducir el Evangelio

 


Camino de superación y de crecimiento interior, de plenitud en el amor es a dónde nos quiere conducir el Evangelio

Eclesiástico 15, 15-20; Sal 118; 1Corintios 2, 6-10; Mateo 5, 17-37

¿Queremos ser perfectos? Todos soñamos, todos queremos hacer las cosas bien, de la mejor manera, con la mayor perfección posible; podemos poner ejemplo en nuestras responsabilidades y trabajos, o podemos pensar en aquellas cosas que nos gustan de manera especial, nuestras aficiones, nuestros entretenimientos artísticos o de lo que sea; lo trabajamos una y otra vez, le damos muchas vueltas, lo recomenzamos no sé cuantas veces, queremos que nos quede perfecto. Esas perfecciones son a veces muy subjetivas, porque es lo que me gusta a mí, lo que me parece a mí, pero podemos pensar en algo más allá de todo esto.

Importante es que nos superemos, que vayamos haciéndolo cada vez mejor, que seamos capaces de corregirnos en nuestros errores, o ser capaces de dar siempre un paso más delante de emulación, de superación, de ir subiendo esos peldaños que nos lleven a lo mejor.

Y es que en esos comportamientos nuestros de todos los días, en nuestras relaciones con los demás, siempre hay algo que podemos hacer mejor, en lo que nos podemos superar. Y podríamos decir que se abre ante nosotros un extenso abanico, desde lo más negativo que hemos de evitar, no hacer daño, no matar como dice el mandamiento, a una serie de matices, por así decirlo, que podemos ir añadiendo, dando pasos de superación para ya no contentarnos con no herirle, no dañarle, no ofenderle sino que iremos mejorando nuestro trato, nuestro amor, nuestra delicadeza, la mejora a cada paso de eso que hemos venido haciendo ya de bueno. Es el camino del que nos habla hoy Jesús en el evangelio.

Quienes le escuchaban predicar, hacer el anuncio del nuevo Reino de Dios, quienes le veían como un profeta en cierto modo revolucionario porque era grande el cambio que pedía en los corazones de todos, podían pensar que todo lo dicho hasta entonces quedaba ya obsoleto, no había que pensar en nada de todo aquello, porque todo iba a ser radicalmente nuevo.

Había muchos también insatisfechos con lo que hasta entonces habían ido viviendo, insatisfechos quizás también con toda aquella menudencia de preceptos que los maestros de la ley, en muchos casos con el radicalismo tan severo de los fariseos, habían ido imponiendo. Justo es que pensaran de alguna manera que iban a quedar abolidos la ley y los profetas, que habían sido los pilares de toda la revelación de Dios a su pueblo y lo que había marcado su camino.

Pero Jesús nos dice que no viene a abolir la ley y los profetas. El viene a dar plenitud. Allí estaba lo que había sido revelación de Dios a través de toda su historia de salvación, y lo que era la revelación de Dios era inmutable, porque inmutable es la Palabra de Dios en sí misma. Por eso Jesús nos dice que no viene a abolir, sino a dar plenitud.

Hoy nos habla de unas cosas concretas, que se complementarán en lo que escuchemos el próximo domingo y que forma parte todo de ese llamado sermón de la montaña, tal como nos lo presenta el evangelio de san Mateo. ¿Qué significa ese dar plenitud sino ese camino de superación, de crecimiento interior, de camino de perfección que hemos de ir recorriendo paso a paso? Nos contrapone, por ejemplo, el no matar tal como escuetamente está expuesto en los diez mandamientos, a esa delicadeza de quien trata con verdadero amor a los demás. Ahí tendremos que ir poniendo no solo el evitar palabras o gestos ofensivos hacia los demás, pero tendremos que poner nuestra disponibilidad para el servicio, la delicadeza de nuestro trato, como también nuestra capacidad de comprensión y de perdón.

Cuando hay amor de verdad no le podemos poner puertas a todo eso bueno que nos sale del corazón y que buscará siempre el encuentro, la cercanía, el buen trato, la reconciliación y la búsqueda de la armonía y de la paz. ¿No son esos caminos de plenitud?

En ese mismo sentido nos hablará del adulterio y del divorcio, rupturas del amor que siempre tenemos que saber reconstruir, como nos hablará de la sinceridad de nuestras palabras y de la autenticidad de nuestra vida, que nos hará creíbles sin necesidad de juramentos porque siempre estaremos reflejando la verdad de nuestra vida.

Os invito a que leamos de nuevo este texto del evangelio que se nos propone en este domingo pero con una apertura grande de nuestro corazón para dejarnos conducir por el Espíritu del Señor y descubriremos de verdad ese camino de plenitud del que nos habla hoy Jesús, que terminará diciéndonos en otro momento del evangelio que seamos perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto.

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