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viernes, 17 de febrero de 2023

Frente a un mundo de ganancias, prestigios y vanidades, Jesús nos ofrece un camino de generosidad y de desprendimiento para ganar la vida de verdad

 


Frente a un mundo de ganancias, prestigios y vanidades, Jesús nos ofrece un camino de generosidad y de desprendimiento para ganar la vida de verdad

Génesis 11, 1-9; Sal 32; Marcos 8, 34 – 9, 1

Vivimos en una sociedad en la que parece que lo que prevalece son las ganancias. ¿Qué voy a ganar con esto? Escuchamos muchas veces a alguien cuando se le propone una acción o una actividad con un sentido muy altruista. Ganancias en lo material, ganancias en el prestigio, ganancias en el poder con que me puedo manifestar, ganancias en las influencias que pueda tener desde donde controlar, manipular, dominar… son las tantas las riquezas de ese estilo que muchas veces nos buscamos. De algo tiene que servirme lo que estoy haciendo, pensamos.

Y ¿qué nos dice Jesús a todo esto? Hoy nos habla claramente ¿de qué nos vale ganarnos todo el mundo si al final perdemos el alma? Y se emplea esa expresión del alma, hablando es cierto en un sentido espiritual, hablando en el sentido de la vida, hablándonos de lo que realmente nos hace más personas. Cuando rodeamos la vida de vanidades no es mi persona lo que realmente importa sino esas vanidades de las que nos rodeamos ocultando quizás así el vacío y la superficialidad que llevamos por dentro.

Tenemos el peligro y la tentación de vivir una vida vacía, una vida sin sentido, una vida sin valores profundos quedándonos en la apariencia. Nos cuesta muchas veces, nos cuesta reflexionar y ahondar en el sentido de la vida, nos cuesta descubrir el verdadero lugar que ocupamos en este mundo y como no podemos aislarnos de los demás, despreocuparnos de los problemas de los demás, los problemas de la sociedad y cada uno queremos más bien ir a lo nuestro. Y nacen los egoísmos, y nacen las ambiciones, y nacen las envidias y las desconfianzas, y nace un mundo de guerra que no hace falta que nos tiremos bombas para sutilmente ver como podemos destruir al otro, descalificar, queremos nosotros quizás ocupar su puesto.

Nos preocupan los graves problemas que vive nuestro mundo, nos duelen las guerras, nos sentimos dañados dentro de nosotros mismos con las desigualdades de nuestro mundo que crean barreras y fronteras que no hacen falta que sean las nacionales, porque las tenemos con el que está al lado de casa, enfrente de la calle, o en aquel barrio al que no queremos pisar por la fama que tiene.

Sabemos todo eso, pero poco hacemos, porque eso nos comprometería, y nos obligaría a cambiar muchas actitudes, muchas posturas, muchas de las cosas que hacemos como una rutina más de la vida; sabemos todo eso y de alguna manera lo vamos creando en nuestro entorno cuando seguimos dejando que se nos metan desconfianzas y miedos en el corazón, cuando no sabemos superar esos brotes de insolidaridad que nos van apareciendo dentro de nosotros mismos, cuando no corregimos nuestras palabras ni nuestra manera de hablar y de tratar a los que están a nuestro lado y seguimos dejándonos arrastrar por tantas violencias.

Por eso nos dice Jesús hoy que tenemos que aprender a negarnos a nosotros mismos si en verdad queremos ser sus seguidores; si seguimos pensando solo en nosotros, en nuestras ganancias o en nuestros prestigios, no estamos siguiendo el camino de Jesús. Para seguirle tenemos que despojarnos de muchas cosas, aunque eso nos obligue a hacer un camino sin comodidades. El nos habla de Cruz, porque nos estás hablando de entrega, porque nos está hablando de amor, porque nos está hablando de buscar lo que en verdad es ganar la vida. ¿Qué respuesta le damos?

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