Cuidado
con las motivaciones interesadas que pueden aparecer por debajo de lo que
hacemos y nos pueden apartar de los caminos de rectitud y justicia
Hebreos 13,1-8; Sal 26; Marcos 6,14-29
Nos movemos
según sean los intereses que tengamos. Se suele decir que para hacer las cosas
tenemos que estar motivados, sobre todo cuando las cosas nos superan, se nos
exige mucho esfuerzo y dedicación, o cuando tenemos que emprender algo
novedoso. Pero el tema está en cual es la motivación que podamos tener detrás;
es donde se va a manifestar nuestra madurez o el sentido que nosotros queremos
darle a la vida, lo que hacemos y lo que vivimos.
¿Será la ambición
lo que nos mueva? ¿Serán nuestros prestigios personales? ¿Será la vanidad que
me puede llevar a buscar cosas de brillo y donde pueda yo sobresalir? ¿Serán
unas ganancias que se pueden traducir en riquezas o poder económico, o la
influencia que yo pueda tener sobre los demás? ¿Será un espíritu de servicio
generoso y altruista que me quiere en verdad hacer solidario con mi mundo, con
los que me rodean, con los que sufren?
Muchas cosas
podríamos ir agregando a esta lista. Mucho tenemos que mirarnos a nosotros
mismos con sinceridad, porque se nos pueden meter unos intereses en aquello que
hacemos incluso hasta en lo más bueno que podamos hacer. Cuidado que siempre
andemos buscando unas ganancias, unos réditos incluso hasta de nuestra propia
religiosidad.
Ya Jesús
cuando alguien se ofrece a seguirle y dice que quiere hacerlo de una manera
incondicional, les recuerda que el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su
cabeza, a pesar de que incluso las fieras del campo tienen sus madrigueras. Y
muchas veces nos encontramos también en los propios discípulos cercanos a él
unos intereses y ambiciones por los primeros puestos de poder o de influencia,
o como le dirá Pedro un día y a ellos que lo dejaron todo por seguirle qué es
lo que les va a tocar.
La presencia
de aquel profeta de Nazaret por aquellos pueblos y caminos de Galilea, con las
multitudes de gentes que se sentían atraídos por El, va suscitando inquietudes
en muchos. Ya hemos visto que sus propios conciudadanos de Nazaret al final
terminan poniéndose en contra de Jesús, porque no consiguieron lo que ellos
pretendían; hemos visto que los principales del pueblo andan al acecho con lo
que hace y con lo que dice Jesús, porque se temen que la gente se vuelva contra
ellos y pierdan su prestigio, por eso intentarán de todas formas de oscurecer
el prestigio de Jesús.
En el
evangelio de hoy vemos que es Herodes quien se pregunta quien es ese Jesús del
que tanto estás oyendo hablar; en otro momento vendrán a decirle a Jesús que
Herodes quiere conocerlo. Ahora Herodes se pregunta si este Jesús es un
profeta, como los antiguos, o acaso es Juan el Bautista el que mandó decapitar
que ha vuelto en la figura de Jesús.
El
evangelista nos relata el episodio. Un episodio donde vemos ese juego de
intereses, esas motivaciones que están detrás de cuanto está sucediendo. Nos
habla de la admiración de Herodes por el Bautista, pero lo tiene metido en la cárcel
por las instigaciones de la mujer con la que convive, que el profeta le dice
que no es justo ni correcto lo que está haciendo; está la vanidad de las
fiestas de Herodes rodeado de todos sus cortesanos buscando la adulación y la
manipulación; está el orgullo de un prestigio que no se quiere perder, pero la pasión
que ciega y hace prometer incluso lo que no se podría cumplir; los respetos
humanos, la cobardía y el dejarse manipular incluso para conseguir mantenerse
en su puesto de poder. Y al final la que cae es la cabeza del Bautista. No es
necesario después de haber escuchado el relato del evangelio, volver a incidir
en los detalles.
¿Qué buscamos
en la vida? ¿En qué lugar queremos mantenernos? ¿Qué llegamos a hacer para
conseguir lo que anhelamos sobre todo si vamos por los caminos de las glorias y
vanidades de este mundo? Aquí, aunque el relato nos pueda parecer negativo,
tenemos la gran lección. ¿Dónde está la rectitud de nuestra vida? ¿Qué es lo
que nos hace ser maduros de verdad en las decisiones que hemos de tomar para
obrar siempre con rectitud? ¿Nos dejaremos manipular por esos intereses que nos
aparecen casi sin darnos cuenta por debajo de nuestras acciones?
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