Con su silencio y fidelidad san José nos testimonia cómo hemos de vivir nuestra fe hoy aunque sean tiempos difíciles
2Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal 88; Rm.
4, 13. 16-18. 22; Mt. 1, 16. 18-21. 24a
Cuando en la vida nos encontramos con caminos oscuros tenemos
diferentes formas de reaccionar; ni todos reaccionamos de la misma manera, ni
siempre reaccionamos en las mismas circunstancias. Habrá miedos que nos
acobarden, valentías que nos hagan arriesgarnos, pasividad y resignación ante
lo que nos sucede y que decimos que nada podemos hacer, o ignorancia que no nos
haga darnos cuenta de la situación que nos haga insensibles, arriesgados
innecesariamente, o nos encierre en nosotros mismos, y no pretendemos ser
exhaustivos en posturas o reacciones. Son circunstancias de nuestra vida quizás,
que nos lleven a encontrarnos en esa situación o que provoquen esas distintas
formas de reaccionar.
Entendemos que no hablamos de un camino en lo físico o geográfico,
sino que estamos pensando en los problemas que nos surgen, las dudas que nos
pueden atormentar, las oscuridades de una vida a la que no hayamos encontrado
sentido, el no tener metas claras en la vida por las que luchar, o las
dificultades que encontramos para ser nosotros mismos y llegar a la plenitud de
ser al que todos de una forma u otra aspiramos.
Hoy estamos celebrando – por la coincidencia del día 19 con el tercer
domingo de cuaresma litúrgicamente celebramos a san José hoy día 20 – estamos
celebrando, digo, a un hombre de una fe grande, podíamos decir extraordinaria
que supo enfrentarse a esos caminos oscuros que le fueron apareciendo en su
vida. Creo que en eso tendríamos que destacar de manera especial hoy a san José,
el esposo de María, y el padre putativo de Jesús.
De san José decimos siempre que es el hombre del silencio, porque el
evangelio no recoge en sus labios ninguna palabra; pero es el hombre del
silencio que con su fe grande sí nos está hablando y mucho a los hombres de
nuestro tiempo, como a los hombres de todos los tiempos. Decimos muchas veces que
vivimos momentos difíciles como creyentes hoy en los derroteros por donde
camina nuestra sociedad.
No es fácil muchas veces manifestarnos como creyentes o en otras
ocasiones no sabemos bien cómo hacerlo. Y más en esta sociedad en que se quiere
ridiculizar todo lo religioso o que suene a sentido cristiano de la vida, donde
se quiere ir ignorando o incluso desterrando a Dios del ámbito de nuestra
sociedad cuando también se quieren hacer desaparecer todos los signos
religiosos que han ido marcando nuestra historia y la historia de nuestra
sociedad.
Podemos sentirnos acobardados y encerrarnos en nosotros mismos o en
nuestra piedad personal y no tener la valentía de manifestarla también
exteriormente. Podemos ponernos a gritar y hacer gestos muchas veces estentóreos
que realmente no tienen ninguna efectividad.
Pero tenemos que aprender a fortalecer nuestra fe para vivirla de
manera valiente y sean nuestras actitudes y comportamientos los que la
testimonien ante todo el que quiera tener los ojos abiertos. Nunca, por
supuesto, podemos amargarnos, llenarnos de tristezas y de nostalgias pensando
en otros tiempo que fueron mejores, sino que tenemos que se consecuentes con
nuestra fe y vivirla valientemente en este mundo y en este momento que es el
hoy de nuestra vida.
Hoy, en su fiesta, miramos a san José. No fueron momentos fáciles los
que le tocó vivir; todo eran pruebas que se le iban sucediendo una tras otra a
las que tenía que responder en cada momento y circunstancia. Dudas de María, su
mujer, pero en donde en todo momento quiso ser un hombre bueno y justo que se
confiaba en Dios, hasta que Dios se le manifiesta y se le descorre el velo del
misterio que hasta entonces le tenia podríamos decir agobiado, porque creo que
no podemos decir realmente angustiado.
Los problemas se suceden porque tiene que ponerse en camino para
obedecer unos mandatos caprichosos de un gobernante, cuando no eran momentos
propicios para aquel matrimonio con una mujer a punto de dar a luz. Problemas
en las puertas cerradas y en la pobreza de su vida que le lleva a que su hijo
tenga que nacer en un establo y por cuna darle las pajas de un pesebre.
Problemas en la persecución que se desata a causa del nacimiento de aquel niño
que le hará caminar como un exiliado hasta Egipto. Pero en todo momento la fe
de José no vaciló. Dudaba, es cierto, en su interior, pero en su interior se quería
confiar a los caminos del Señor que se le iban manifestando y que él seguía con
fidelidad.
Con su silencio nos está
hablando José y grande es el testimonio que nos ofrece de su vida de fe, de su
confianza en el Señor en las circunstancias propias de su vida en aquel
momento, en la fidelidad con que sigue los caminos que el Señor va abriendo
ante sus ojos.
Es la lección que tenemos que aprender. Aquí, hoy, en las
circunstancias que vivimos también se nos abren caminos que el Señor nos señala
y que hemos de vivir con toda fidelidad. Aquí, hoy, y en estas circunstancias
tenemos que dar el testimonio de nuestra fe y hacer anuncio del Evangelio.
Busquemos esos caminos, descubramos los planes de Dios, dejémonos iluminar y
conducir por el Espíritu y encontraremos la mejor forma para dar ese testimonio
con nuestras obras, con nuestros gestos, con nuestras actitudes, con nuestras
palabras cuando sea necesario y también con nuestro silencio cuando el Señor así
nos lo pida.
Que el ejemplo y el testimonio de san José nos ayude, y su intercesión
nos alcance la gracia del Señor que nos dé fortaleza y valentía.
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