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viernes, 30 de septiembre de 2022

Detengámonos en la loca carrera y sepamos leer las señales que Dios va poniendo en nuestro camino, serán las que nos llevarán a la verdadera plenitud de vida

 


Detengámonos en la loca carrera y sepamos leer las señales que Dios va poniendo en nuestro camino, serán las que nos llevarán a la verdadera plenitud de vida

Job 38,1.12-21; 40, 3-5; Sal 138; Lucas 10,13-16

En los caminos encontramos señales que nos indican la dirección, a donde vamos o donde nos encontramos en cada momento, el tráfico en nuestras carreteras se rige también por unas señales que nos indican los peligros, nos hacen tomar precauciones para evitar accidentes, y nos indican como hemos de ir atentos por esa carretera si queremos llegar hasta la meta que nos hayamos propuesto; en la vida también vamos encontrando señales, unas convencionales en nuestros comportamientos o que nos pueden indicar como hemos de encontrarnos con las personas, o también podemos ir encontrando unas señales, más misteriosas podemos decir, que nos abren a otras dimensiones, que son como llamadas que hemos de atender también para poder entender la vida.

Pero cuando hemos venido hablando de todas estas señales convencionales que dirigen nuestra vida, en el fondo estamos pensando en algo más, unos como signos que nos va poniendo Dios en el camino de la vida, aunque no siempre sepamos interpretarle desde este sentido, que también quieren decirnos algo para nuestra vida en una transcendencia y en un nivel, podríamos decir, superior. Y es como creyentes hemos de saber reconocer que Dios nos va hablando, Dios nos va poniendo señales en el camino de la vida con las que podríamos darle una mayor profundidad a la vida o elevarnos a lo espiritual porque de alguna manera van siendo un encuentro con Dios. Sin embargo, no siempre sabemos leer esas señales, esos signos que Dios pone en nuestro camino.

Muchas veces nos suceden cosas de alguna manera inesperadas y que muchas veces nos trastruecan nuestra vida, nos obligan a cambios, nos pueden producir sufrimientos en el corazón, nos producen unos contratiempos que nos cuesta aceptar y nos hacen hacernos muchas preguntas en nuestro interior, cuando no nos llevan también a una cierta rebeldía espiritual. Creo que con serenidad tenemos, sí, que hacernos preguntas, pero no es necesario buscar culpabilidades que eso es algo que sabemos hacer muy fácilmente, sino qué es lo que querrá decirnos Dios con estas cosas, qué nos estará pidiendo y también, por qué no, qué nos estará ofreciendo.

Es difícil muchas veces en esos momentos tener la serenidad suficiente para hacernos esas preguntas y encontrar respuestas, pero tenemos que intentarlo, poner mucha fe en lo que hacemos, para no llenarnos de amarguras innecesarias y ver lo nuevo y lo bueno que Dios pudiera estar ofreciéndonos. Tendremos que pasar en cierto modo por momentos de desierto y de soledad, pero sepamos mantenernos firmes para en esos momentos saber escuchar la voz de Dios en nuestro corazón. Es una forma de escuchar a Dios.

Hoy en el evangelio vemos que Jesús recrimina a Corozaín y Betsaida por la poca respuesta que están dando a la acción de Jesús en aquellos lugares. Si en Tiro y en Sidón – ciudades fenicias y en consecuencia de gentiles – se hubieran hecho los signos y prodigios que se habían hecho en aquellas ciudades, seguro que hubieran dado otra respuesta. Y lo mismo le dice a Cafarnaún que se consideraba muy grande e importante por su prosperidad económica pero que no sabia sin embargo descubrir la señal de Dios que en medio de ellos estaba.

¿Nos habremos parado a pensar en las señales que Dios ha ido poniendo en nuestro camino a lo largo de la vida y que no hemos sabido leer? Si nos detenemos un poquito a pensar creo que tendríamos que reconocer muchas señales del amor que Dios nos tiene, pero que no hemos sabido hacer caso. Estamos a tiempo. Sepamos detenernos. Sepamos abrir los ojos y el corazón, sepamos dejarnos dirigir por las señales de Dios, oigamos en verdad lo que el Señor nos dice en el corazón.

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