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viernes, 14 de junio de 2013

Seguimos a Jesús con total radicalidad viviendo su estilo de fidelidad

2Cor. 4, 7-15; Sal. 115; Mt. 5, 27-32
El seguimiento de Jesús tiene sus exigencias que se han de manifestar en nuestros comportamientos, en la manera de actuar en las distintas situaciones en que nos vamos encontrando en la vida y que nos exige también unas actitudes profundas de rectitud, de fidelidad, de generosidad y de disponibilidad para aceptar el planteamiento de Jesús. Es una nueva forma de vivir pero con unas características especiales porque se trata de vivir la misma vida de Jesús.
Somos los discípulos de Jesús, los que seguimos a Jesús. El discípulo es el que sigue a su maestro; y no se trata solo de escucharlo, porque podemos escuchar muchas cosas y que incluso nos sintamos encantados con eso que escuchamos, pero que luego no sea precisamente lo que vivamos. El verdadero discípulo que sigue a Jesús es el que quiere vivir su misma vida. No solo escucha, sino que planta en su corazón para vivirlo.
Por eso nuestros ojos y nuestro corazón están puestos de una manera fija en El, porque no queremos perdernos detalle de lo que Jesús dice y hace, y porque todo eso que vemos en Jesús y todo lo que nos enseña Jesús lo queremos llevar a nuestra vida aunque nos cueste. Con cuanta atención, entonces, estamos pendientes de su evangelio, escuchamos su Palabra, nos dejamos conducir en nuestro corazón por su Espíritu.
Y eso muchas veces nos cuesta. Nos cuesta porque hay cosas que nos distraen y no le prestamos la necesaria atención. Hay otras cosas que nos pueden llamar la atención y atraer nuestro corazón y a la larga nuestra manera de actuar lejos de los valores y principios que vemos en Jesús y El nos enseña en el Evangelio.
El tentador siempre estará detrás de nosotros para arrastrarnos por otros caminos y como a Eva en el paraíso tratará de confundirnos presentándonos como bueno lo que sabemos que no lo es; nos sugerirá en el corazón que son cosas sin importancia, que total todo el mundo lo hace así, y con mil insinuaciones, nos arrastrará lejos de esos valores que nos enseña Jesús en el evangelio. Y si somos cristianos de verdad no es simplemente hacer lo que todos hacen y porque todos lo hagan pensar ya que es bueno, sino que tenemos que analizar bien las cosas para no dejarnos seducir por el maligno.
Por eso vemos la radicalidad con que nos habla Jesús. ‘Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo… si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al abismo’. Claro que entendemos que no se trata de ir mutilándonos por ahí, sino que está diciéndonos cómo tenemos que apartarnos del mal, como tenemos que alejar de nosotros todo lo que pueda poner en peligro nuestra fe y la santidad de nuestra vida. Creo que tenemos la experiencia de que cuando condescendemos con algo que no es tan bueno, terminamos al fin dejándonos arrastrar por el mal y haciendo aquello que en principio no queríamos hacer.
Nos habla hoy Jesús en concreto de la fidelidad del amor matrimonial que no podemos nunca poner en peligro, sino que desde lo más hondo de nosotros mismos hemos de saber guardar esa fidelidad en el amor, alejando de nosotros toda tentación que nos haga desear lo que no nos está permitido. Tema este el de la fidelidad matrimonial, o de la infidelidad, del adulterio o del divorcio tan extendido en el mundo en que vivimos y que nos vamos acostumbrando a verlo tan al corriente en nuestro derredor que al final no le damos importancia.
Es triste que lleguemos a acostumbrarnos a vivir una vida así donde tanto se ha devaluado el valor de la fidelidad. Andamos como marionetas dejándonos arrastrar por el primer viento que nos llegue de nuevo y cambiando fidelidades y amores como si nos cambiáramos de camisa. Y es triste también como estos valores se van perdiendo a la hora de la educación y formación de nuestros jóvenes porque parece que ya nos guiáramos solamente por los caprichitos de la vida.

Somos discípulos de Jesús y tenemos que mirar mucho a Jesús y escuchar sus palabras y aprender de lo que nos enseña en el Evangelio para que nuestro seguimiento sea total y lo hagamos con total radicalidad. Que el Espíritu del Señor nos ilumine y nos dé fuerza.

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