Vistas de página en total

miércoles, 12 de junio de 2013

No olvidemos que la ley del Señor nos conduce a la plenitud

2Cor. 3, 4-11; Sal. 98; Mt. 5, 17-19
Hoy nadie quiere someterse a normas o leyes; pensamos que nosotros sabemos lo que tenemos que hacer y que  no nos haga falta que nadie nos diga lo que hemos de hacer, como no  nos gusta que nos digan lo que es bueno o lo que no es bueno. Yo actúo según mi conciencia, decimos, pero quizá eso de nuestra conciencia es simplemente nuestro yo subjetivo sin referencia a ningún principio objetivo. Creo que somos muy subjetivistas y nos convertimos nosotros en norma de nosotros mismos sin querer aceptar una norma objetiva que nos ayude.
Pero eso nos pasa hoy y tenemos que decir que ha pasado siempre. Cuando hay cualquier cambio de tipo social enseguida lo que se pretende es que se nos quiten esas normas o leyes y a la larga caemos en una pendiente peligrosa porque en nombre de nuestra libertad personal podemos estar conculcando la libertad o los derechos que puedan tener también las otras personas.
Creo que detrás de las palabras que le escuchamos a Jesús hoy está una reacción o unos deseos en este sentido de muchos de los que lo escuchaban. ‘No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas, les dice, no he venido a abolir sino a dar plenitud’. Y nos habla de que hasta lo más pequeño o lo que nos parece menos importante tiene su valor y su significado.
Ya sabemos que no es aceptar la ley por la ley. Ya nos decía el apóstol en la carta a los corintios que Dios ‘nos ha capacitado para servidores de una alianza nueva: no basada en pura letra, sino en el Espíritu, porque la pura letra mata y, en cambio, el Espíritu da vida’. Por eso tenemos que aprender a dejarnos conducir por el Espíritu del Señor para que alcancemos esa plenitud de la que nos ha hablado Jesús que viene a darle a la ley del Señor.
Los mandamientos no son un capricho de Dios, por así decirlo. Son un camino, inscrito además en nuestros corazones en lo que llamamos la ley natural, que conducen nuestra vida por esos caminos de plenitud. Nunca el mandamiento del Señor daña o merma la libertad del hombre, sino todo lo contrario. Nos está señalando el camino, un camino que si respetamos nos hace felices a nosotros y ayudaremos a ser felices a cuantos nos rodean, porque siempre el mandamiento del Señor lo que busca es el bien y la felicidad del hombre, de toda persona.
No somos esclavos de la ley, sino que siguiendo ese mandamiento del Señor y dejándonos conducir y además fortalecer por el Espíritu divino nos hace más libres, nos hace más felices, y en ese respeto que surge hacia los demás, que con el mandato de Jesús además se convierte en amor, haremos un mundo mejor, un mundo donde reine la felicidad y la paz, porque reinará la justicia y el bien de toda persona. Es precisamente por esos caminos del amor por donde Jesús nos quiere llevar a la plenitud.
Pero ya sabemos que se nos mete por dentro el orgullo en nuestro corazón que nos incita a la rebeldía, a creernos dioses de nosotros mismos y al tiempo en dioses y señores de los demás porque terminaremos queriendo a la larga imponer lo nuestro a cuantos nos rodean.
Recordemos cómo allá en la primera página de la Biblia ya aparece esa tentación al hombre, la tentación al orgullo, a rebelarse y no querer reconocer lo que el Señor había señalado para el hombre; recordemos que el tentador le dice a Eva que serían dioses si comían del fruto de aquel árbol. Queremos ser dioses; no queremos nunca que nada ni nadie esté por encima de nosotros y por eso tanto nos cuesta aceptar lo que es la voluntad del Señor olvidando qué es lo que realmente Dios quiere para el hombre.

Desde el reconocimiento del Dios que nos ama y siempre quiere lo mejor para nosotros buscamos y aceptamos su voluntad siendo conscientes de que buscaremos la gloria del Señor cuando buscamos el bien del hombre, de todo hombre, de toda persona que está a nuestro lado. Que el Espíritu del Señor nos ilumine para que comprendamos de verdad lo que es la voluntad del Señor y dejándonos conducir por el Espíritu hagamos esos caminos de plenitud a los que estamos llamados, caminos siempre para la gloria del Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario