‘Quiero’,
dijo Jesús y extendió la mano. ¿Dónde y cuándo tengo yo también que decir
‘quiero’ para extender la mano como Jesús?
Levítico 13, 1-2. 44-46; Sal 31; 1Corintios
10, 31 - 11, 1; Marcos 1, 40-45
Lo que en su origen podía ser una norma
sanitaria y de higiene para preservar del peligro de contagio sobre todo en
pueblos trashumantes por lugares de
desierto y con muchas carencias se convirtió con el paso del tiempo en una ley
religiosa que conllevaba una cierta discriminación e inhumanidad sobre todo visto
de los ojos de nuestro tiempo.
La salida de Egipto y el itinerario a
lo largo de muchos años por el desierto sirvió para el pueblo de Israel para
constituirse como pueblo y aprender a ser pueblo con normas comunes de
convivencia y de organización. Con ojos humanos en lo que podemos ver en ese
recorrido aunque transcendemos de esa realidad humana para descubrir la
presencia de Dios junto a su pueblo que como tal lo va constituyendo. Es el
sentido de los mandamientos, que resumimos en una tabla de diez mandamientos,
pero que entraña muchas cosas que atañían a esa organización como pueblo que se
fue dando en el camino del desierto.
¿Era necesaria aquella norma que al
mismo tiempo conllevaba mucho de inhumanidad y de discriminación? Quiero, de
alguna manera, ponerme en el lugar de quien en su origen dictara tales normas y
las hiciera cumplir para tratar de descubrir los sentimientos de su corazón
cuando así se obligaba a vivir a quienes padeciesen esas enfermedades
contagiosas, como hace referencia a la lepra en esta ocasión. Doloroso era para
quien se veía privado de sus derechos a la pertenencia y presencia en medio de
su comunidad, pero también pienso tendría que ser quien tenia que hacer cumplir
tales normas.
No quisiera ver inhumanidad nunca en el
corazón del hombre, aunque bien sabemos que muchos rasgos de inhumanidad
seguimos teniendo también hoy. Y es lo que tendría que hacernos pensar, en el
hoy con sus discriminaciones y signos de inhumanidad que seguimos de muchas
formas teniendo, en el lugar de quedarnos en hacer juicio critico de actitudes
o posturas de otros momentos, porque cada momento de la historia tiene que
tener su interpretación en su propio lugar y circunstancia.
La Buena Noticia de Jesús que nos llega
hoy a través de esta página del evangelio tiene que hacernos descubrir los
pasos que también nosotros hoy tenemos que dar para llenar de más humanidad a
nuestra humanidad. Puede parecer un juego de palabras, pero no lo es. Hay
gestos que vamos descubriendo en esta página del evangelio que nos van
manifestando esa necesaria ruptura de muchas cosas para no quedarnos en la
vasija vieja, sino para buscar esos odres nuevos en nuestra vida que nos abran
a un sentido nuevo.
Es rompedor este texto del evangelio.
Un leproso, que tenía que estar confinado en un lugar aislado, que se atreve a
presentarse en medio de un grupo de gente y llegar hasta los pies de Jesús. No
era cualquier grupo si consideramos lo que nos dice el evangelio que muchas
personas se aglomeraban alrededor de Jesús para escucharle. Y allí en medio se
atreve a llegar aquel hombre con su petición, ‘si quieres, puedes
limpiarme’.
Pero es bien significativa la reacción
de Jesús. ‘Compadecido extendió la mano y lo tocó’. ¿Entraba también
Jesús al atreverse a tocar al leproso en la condición de los que había que
considerar inmundos? Cualquiera que tocase algo impuro o alguien al que se
consideraba impuro quedaba impuro también. ¿No recordamos las exigencias de los
fariseos de lavarse y purificarse las manos incluso cuando regresaban de la plaza
por si algo impuro habían tocado y comiesen entonces con manos impuras?
Algo nuevo está sucediendo. ‘Quiero’,
fueron las palabras de Jesús cuando tocó aquel cuerpo enfermo y en consecuencia
impuro. ‘Y la lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio’. ¿Nos
estará diciendo Jesús lo que tenemos que hacer?
‘Quiero’, que no fueron solo
palabras. ‘Extendió la mano y lo tocó’. ¿Será lo que tenemos que decir y
que hacer cuando nos cruzamos con aquellas personas a las que seguimos mirando
de lejos? Porque seguimos poniendo distancias, seguimos manteniendo barreras,
seguimos mirando de lejos, con no todos queremos juntarnos; seguimos queriendo
ignorarnos los unos a los otros, decimos que para no molestarnos pero realmente
porque rompemos sintonías y queremos caminar cada uno por su lado; seguimos
saludando a unos sí y a otros ni las vemos porque no miramos a la cara; decimos
que no somos racistas pero, ¿cómo miramos a las inmigrantes que traspasan
nuestras fronteras? ¿Tratamos igual a un extranjero que viene en avión con su
pasaporte a gastarse su dinero en nuestra tierra que al inmigrante que nos
llega de forma clandestina, en patera o como decimos de forma ilegal?
‘Quiero’, dijo Jesús y extendió la mano. ¿Dónde y cuando tengo
yo también que decir ‘quiero’ para extender la mano como Jesús? Os digo
con sinceridad que me deja inquieto esta página del evangelio. Tenemos que ir
sanando de muchas lepras a tantos a nuestro lado y a nuestro mundo, pero
tenemos que ir sanándonos nosotros de esa lepra que de una forma u otra hemos
dejado meter en nuestra vida con nuestros gestos y actitudes no siempre tan
buenos.
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