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domingo, 11 de febrero de 2024

‘Quiero’, dijo Jesús y extendió la mano. ¿Dónde y cuándo tengo yo también que decir ‘quiero’ para extender la mano como Jesús?

 


‘Quiero’, dijo Jesús y extendió la mano. ¿Dónde y cuándo tengo yo también que decir ‘quiero’ para extender la mano como Jesús?

Levítico 13, 1-2. 44-46; Sal 31; 1Corintios 10, 31 - 11, 1; Marcos 1, 40-45

Lo que en su origen podía ser una norma sanitaria y de higiene para preservar del peligro de contagio sobre todo en pueblos trashumantes  por lugares de desierto y con muchas carencias se convirtió con el paso del tiempo en una ley religiosa que conllevaba una cierta discriminación e inhumanidad sobre todo visto de los ojos de nuestro tiempo.

La salida de Egipto y el itinerario a lo largo de muchos años por el desierto sirvió para el pueblo de Israel para constituirse como pueblo y aprender a ser pueblo con normas comunes de convivencia y de organización. Con ojos humanos en lo que podemos ver en ese recorrido aunque transcendemos de esa realidad humana para descubrir la presencia de Dios junto a su pueblo que como tal lo va constituyendo. Es el sentido de los mandamientos, que resumimos en una tabla de diez mandamientos, pero que entraña muchas cosas que atañían a esa organización como pueblo que se fue dando en el camino del desierto.

¿Era necesaria aquella norma que al mismo tiempo conllevaba mucho de inhumanidad y de discriminación? Quiero, de alguna manera, ponerme en el lugar de quien en su origen dictara tales normas y las hiciera cumplir para tratar de descubrir los sentimientos de su corazón cuando así se obligaba a vivir a quienes padeciesen esas enfermedades contagiosas, como hace referencia a la lepra en esta ocasión. Doloroso era para quien se veía privado de sus derechos a la pertenencia y presencia en medio de su comunidad, pero también pienso tendría que ser quien tenia que hacer cumplir tales normas.

No quisiera ver inhumanidad nunca en el corazón del hombre, aunque bien sabemos que muchos rasgos de inhumanidad seguimos teniendo también hoy. Y es lo que tendría que hacernos pensar, en el hoy con sus discriminaciones y signos de inhumanidad que seguimos de muchas formas teniendo, en el lugar de quedarnos en hacer juicio critico de actitudes o posturas de otros momentos, porque cada momento de la historia tiene que tener su interpretación en su propio lugar y circunstancia.

La Buena Noticia de Jesús que nos llega hoy a través de esta página del evangelio tiene que hacernos descubrir los pasos que también nosotros hoy tenemos que dar para llenar de más humanidad a nuestra humanidad. Puede parecer un juego de palabras, pero no lo es. Hay gestos que vamos descubriendo en esta página del evangelio que nos van manifestando esa necesaria ruptura de muchas cosas para no quedarnos en la vasija vieja, sino para buscar esos odres nuevos en nuestra vida que nos abran a un sentido nuevo.

Es rompedor este texto del evangelio. Un leproso, que tenía que estar confinado en un lugar aislado, que se atreve a presentarse en medio de un grupo de gente y llegar hasta los pies de Jesús. No era cualquier grupo si consideramos lo que nos dice el evangelio que muchas personas se aglomeraban alrededor de Jesús para escucharle. Y allí en medio se atreve a llegar aquel hombre con su petición, ‘si quieres, puedes limpiarme’.

Pero es bien significativa la reacción de Jesús. ‘Compadecido extendió la mano y lo tocó’. ¿Entraba también Jesús al atreverse a tocar al leproso en la condición de los que había que considerar inmundos? Cualquiera que tocase algo impuro o alguien al que se consideraba impuro quedaba impuro también. ¿No recordamos las exigencias de los fariseos de lavarse y purificarse las manos incluso cuando regresaban de la plaza por si algo impuro habían tocado y comiesen entonces con manos impuras?

Algo nuevo está sucediendo. ‘Quiero’, fueron las palabras de Jesús cuando tocó aquel cuerpo enfermo y en consecuencia impuro. ‘Y la lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio’. ¿Nos estará diciendo Jesús lo que tenemos que hacer?

Quiero’, que no fueron solo palabras. ‘Extendió la mano y lo tocó’. ¿Será lo que tenemos que decir y que hacer cuando nos cruzamos con aquellas personas a las que seguimos mirando de lejos? Porque seguimos poniendo distancias, seguimos manteniendo barreras, seguimos mirando de lejos, con no todos queremos juntarnos; seguimos queriendo ignorarnos los unos a los otros, decimos que para no molestarnos pero realmente porque rompemos sintonías y queremos caminar cada uno por su lado; seguimos saludando a unos sí y a otros ni las vemos porque no miramos a la cara; decimos que no somos racistas pero, ¿cómo miramos a las inmigrantes que traspasan nuestras fronteras? ¿Tratamos igual a un extranjero que viene en avión con su pasaporte a gastarse su dinero en nuestra tierra que al inmigrante que nos llega de forma clandestina, en patera o como decimos de forma ilegal?

‘Quiero’, dijo Jesús y extendió la mano. ¿Dónde y cuando tengo yo también que decir ‘quiero’ para extender la mano como Jesús? Os digo con sinceridad que me deja inquieto esta página del evangelio. Tenemos que ir sanando de muchas lepras a tantos a nuestro lado y a nuestro mundo, pero tenemos que ir sanándonos nosotros de esa lepra que de una forma u otra hemos dejado meter en nuestra vida con nuestros gestos y actitudes no siempre tan buenos.

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