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martes, 13 de febrero de 2024

No nos dejemos sucumbir por acosos e influencias que recibimos de todas partes, sino mantengamos encendida la lámpara de nuestra fe anclando nuestra vida en el evangelio

 


No nos dejemos sucumbir por acosos e influencias que recibimos de todas partes, sino mantengamos encendida la lámpara de nuestra fe anclando nuestra vida en el evangelio

Santiago 1, 12-18; Salmo 93;  Marcos 8, 14- 21

En ocasiones nos sucede, como si estuviéramos embotados, tenemos las cosas delante y no las encontramos, no las vemos. Y no es solo eso que nos sucede tantas veces que algo que necesitamos o estamos usando continuamente de pronto queremos buscarlo y no lo encontramos, no lo vemos, aunque prácticamente lo tengamos delante de los ojos.

Pero ya no pienso solamente en cosas materiales que tenemos perdidas de esa manera, sino que quizás alguien nos está hablando de una cosa, que se sobreentiende que hemos de entender de lo que nos está hablando, y tampoco parece que nos queremos enterar; quizás alguien nos quiere contar algo y nos lo quiere decir con una delicadeza especial, podríamos decir que nos lo quiere decir con imágenes que se pueden expresar también con palabras y nos quedamos en una interpretación tan literal que no llegamos a entender el mensaje que nos quieren transmitir, o lo que es peor, luego nos hacemos nosotros interpretaciones sesgadas que nos pueden llevar a malos entendimientos y hasta desconfianzas y rupturas. Cuantos problemas nos creamos con esa cerrazón de la mente.

Algo así les pasaba en ocasiones a los discípulos con Jesús. El quería aprovechar cada situación para enseñarles, para hacerles reflexionar, para abrir su mente y su corazón a la buena nueva del evangelio del Reino que Jesús no solo anunciaba sino que estaba constituyendo en medio de ellos. Como hacemos también nosotros en ocasiones que aprovechamos algo que sucede, algo especial que podamos contemplar y con ello queremos enseñar a los hijos o queremos trasmitir algo a los que están a nuestro lado.

Iban en la barca atravesando el lago y no habían cogido demasiadas provisiones para aquellos recorridos que Jesús hacia con los discípulos unas veces enseñando en los distintos pueblos por los que pasaban, u otra aprovechando esos momentos de mayor cercanía con el grupo de los discípulos para instruirlos con  mayor intensidad, podríamos decir.

Y Jesús les deja caer, como quien no quiere la cosa, que tengan cuidado con la levadura de los fariseos y de los escribas. Quizás a nosotros hoy nos pueda ser fácil interpretar el sentido de estas palabras de Jesús. La levadura es la que hace fermentar la masa para poder elaborar el pan; depende de la bondad de la levadura para que podemos tener un buen pan. Pero como la levadura es lo que queremos inculcar por ejemplo en los demás para una buena mentalización, para un crecimiento interior, para una nueva manera de ver las cosas; y vamos dejando caer nuestros pensamientos, vamos dejando nuestras reflexiones quizás resumidas en pocas palabras o en unas imágenes, vamos queriendo contagiar nuestro pensamiento y nuestra manera de obrar.

Lo podemos llamar propaganda o publicidad, lo podemos considerar como una mediación para lograr lo que queremos de nuestra sociedad. Estamos rodeados de esas influencias de todo tipo, nos bombardean desde los medios de comunicación afines a unas ideas, nos lo tratan de imponer trazando leyes y normas para la sociedad desde un sentido partidista, son las maneras de ir logrando un cambio en la sociedad.

Lo hacían los fariseos y los escribas haciendo entender a la gente que lo que ellos decían y ensañaban, aunque luego ellos no lo cumplieran, era lo válido para aquella sociedad y aquellos momentos. Desde una situación de poder, porque se habían convertido en los dirigentes de aquella sociedad, trataban de influir en la gente. Y es lo que Jesús les está diciendo a los discípulos, ‘cuidado con la levadura de los fariseos…’ Pero los discípulos no entendían; lo veían casi como una punta de Jesús porque no habían llevado suficiente pan para aquellos días que iban a estar por distintos lugares. Y Jesús tendrá que detenerse a hacerlos reflexionar, recordando muchas cosas que había hecho con ellos y en las que en otras ocasiones habían sabido ver la acción de Dios en sus vidas a través de aquellos signos y milagros que Jesús iba realizando.

¿Estaremos también nosotros cegados para no saber comprender lo que nos pasa, lo que sucede en la sociedad, lo que Jesús trata de decirnos a través del evangelio? También nosotros recibimos muchas influencias de todas partes, y como los fariseos estaban en contra de Jesús, también nos encontramos una sociedad que de alguna manera rechaza el mensaje del evangelio. Ahí está esa lucha sorda de tantos contra lo que significa la fe, la religión, la Iglesia; de muchas manera se trata de influir para hacer una sociedad de la que cada vez se destierre más a Dios y a nuestra relación con El.

¿Estaremos de verdad despiertos los creyentes para mantener encendida la lámpara de nuestra fe? ¿Nos dejamos influir o nos fortalecemos interiormente anclando nuestra vida en el evangelio, en Jesús, en Dios? No nos dejemos sucumbir por esos acosos e influencias que recibimos de tantos lados.

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