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sábado, 17 de febrero de 2024

Necesitamos tener unas nuevas aptitudes que nos hagan disponibles siempre para el servicio, pero también con las que valoremos a los demás sin descartes que anulan

 


Necesitamos tener unas nuevas aptitudes que nos hagan disponibles siempre para el servicio, pero también con las que valoremos a los demás sin descartes que anulan

Isaías 58, 9b-14; Salmo 85; Lucas 5, 27-32

Cuando queremos conseguir a alguien que nos haga un buen trabajo trataremos de informarnos bien sobre quien queremos contar, buscaremos a alguien que nos lo recomienden como muy capaz de realizarlo, pero al tiempo queremos buscar una buena persona de la que tengamos alguna certeza de su integridad y honradez para confiarle aquello en lo que además nos vamos a gastar nuestros dineros. No buscamos a cualquiera, escogeremos muy bien y en los lugares que consideremos más apropiados. Parece que eso sería lo normal que tendríamos que hacer.

Pero he aquí que hoy nos encontramos con un texto del evangelio que parece que nos viene a echar abajo todas esas buenas predisposiciones por nuestra parte, todo ese afán de buscar lo más integro y lo más capaz. Jesús está buscando, por decirlo de alguna manera, seguidores, y además en estas elecciones que va haciendo Jesús está, podríamos decir, mirando en la lejanía porque aquellos que ahora invita a seguirle, serán los que un día nombrará apóstoles y en cuyas manos a poner toda la tarea de anunciar y realizar el Reino de Dios.

Sin embargo, ¿a quien vemos hoy que busca Jesús y le invita a seguirle? Un publicano, una persona que en razón de su profesión y de la mala fama que se habían ganado eran despreciados por los judíos, porque eran considerados como unos colaboracionistas con los que ahora les dominaban y de manera especial por sus dirigentes. Mala fama tenían de ladrones y de usureros, porque eran además los que se dedicaban al negocio de los préstamos, cosa que siempre ha habido a través de todos los tiempos. Y Jesús llama a seguirle a uno de ellos; y mira por donde encontraré en él una prontitud para seguirle realmente admirable, porque se levantó de su garita de cobrador y se fue con Jesús, además con alegría porque en su honor querrá celebrar un banquete.

En medio de todo esto tendríamos que preguntarnos que es lo que realmente mira Jesús a la hora de su llamada. No le importa su condición de pecador, fama de publicano que se había ganado, porque como vemos ante la reacción que pronto se producirá por parte de los escribas y fariseos que se quejan de que Jesús se siente a la mesa con los pecadores y como con ellos, nos dirá que El ha venido como salvación y que son los enfermos, que son los pecadores los que necesitan del médico, los que necesitan de la salvación y es a ellos a donde Jesús primero se dirigirá.

Aquí con sinceridad tendríamos que comenzar por pensar en nosotros mismos. El Señor sigue contando con nosotros que somos pecadores. Porque cuantas veces hemos sentido los regalos del amor de Dios en nuestra vida y aunque en principio parecía que queríamos responder, sin embargo luego la respuesta de nuestra vida se ha vuelto tantas veces negativa. Jesús está pasando también por la garita de nuestra vida y también nos está invitando a seguirle a pesar de lo encerrados en nosotros mismos que vivimos tantas veces con nuestras debilidades, con nuestras infidelidades, con nuestro pecado.

Jesús le dio una nueva oportunidad a Leví y éste la aprovechó; dio pronta respuesta que sería en un seguimiento en fidelidad de los caminos de Jesús, caminos que luego nos trasmitiría con el evangelio de Jesús que nos escribió. Pero esto me lleva a pensar, aunque fuera brevemente, en algo más. ¿No tendríamos que aprender a dar nuevas oportunidades a los demás?

Con mucha facilidad vamos por la vida descartando; con aquel no contamos porque es así, aquel ya en una ocasión nos dejó plantados así que no volveré a contar con él, aquel no creo que sea capaz de hacer nada de provecho, en otros nos fijamos en lo que nos parece la pobreza de su vida y no somos capaces de descubrir los valores que pueden haber en su corazón… y así vamos descantando a tantos, la lista se haría interminable.

¿Aprenderemos a tener unas actitudes nuevas como Jesús nos está enseñando?

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