Emprendamos
camino de desierto en la cuaresma, busquemos y dejémonos envolver por el
silencio, encontremos momentos de interiorización, entremos en la sintonía de
Dios
Génesis 9, 8-15; Salmo 24; 1 Pedro 3,18-22;
Marcos 1, 12-15
Muchos ‘arcoiris’ necesitamos que se
levanten sobre nuestras cabezas en el camino de la vida y en el mundo de hoy.
Esa señal luminosa que se forma sobre el horizonte como predicción de fecundas
lluvias para nuestros campos, como anuncio de tormentas borrascosas que se
alejan de nuestro entorno; una luminosidad llena de colorido cuya aparición
siempre se convierte en anuncio gozoso al que quisiéramos alcanzar como un
deseo de esa misma armonía que aparece en sus colores pero que tendría que
llenar nuestros corazones.
¿Será algo que hoy necesitamos?
Tentados nos sentimos demasiado en el mundo que vivimos a rupturas y
desencuentros, porque son demasiados los tintes negros que nos rodean en la
misma situación de nuestro mundo, muchos desencantos vamos sufriendo en la vida
tanto en nuestras mutuas relaciones, como en esa espiral de tensión y de
violencia que cada día parece que nos envuelve más.
Sentimos inquietud en nuestro corazón; desearíamos
que esos no fueran los derroteros por los que circule nuestra vida; queremos
hacer algo desde nuestra voluntad y algunas veces nos sentimos impotentes;
muchos con su vida loca e insensata parece que nos están gritando que dejemos a
un lado esas preocupaciones y que vivamos la vida que total son dos días;
algunas veces parece que queremos meternos también en esa riada de la vida
queriendo aprovecharnos de todo, buscando placeres o buscando poderes,
dejándonos influenciar por las vanidades de la vida, o por ese estilo de vida
de los viven despreocupados por todo y que nos parecen más felices. ¿Qué hacer?
¿Nos dejamos arrastrar por esa vorágine de la vida que contemplamos a nuestro
lado o buscamos que nos dé otro sentido y otra profundidad a la vida?
Necesitamos detenernos en esa loca
carrera; necesitamos un tiempo que nos haga encontrarnos con algo distinto a lo
que nos está ofreciendo la locura del mundo; necesitamos mirarnos a lo más
profundo de nosotros mismos, pero también elevar nuestra vida bien a lo alto,
más allá de las estrellas para encontrar lo que eleve nuestra vida y lo que nos
de otra trascendencia. Necesitamos quizás irnos al desierto, hacer desierto y
hacer silencio, porque hay sonidos de los que en medio de esos ruidos no
podemos disfrutar.
En este primer domingo de cuaresma,
mientras en el ambiente externo se sigue con un ruido ensordecedor – en nuestra
tierra sigue y seguirá sonando el bullicio de los carnavales – el evangelio sin
embargo nos habla de desierto. Se nos puede hacer difícil escuchar esta
Palabra. Pero es una Palabra que de parte de Dios quiere llegar a nuestro corazón
y a nuestra vida. El evangelio nos dice que ‘el Espíritu empujó a Jesús al
desierto y se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás,
vivía con las fieras y los ángeles le servían’.
¿Tendremos que sentir eso mismo en el
hoy de nuestra vida? El Espíritu también quiere guiarnos, también quiere hoy
conducirnos al desierto, pero no sé si nos dejaremos guiar, nos dejaremos
conducir. ¿Acaso le tendremos miedo al desierto? ¿Acaso le tendremos miedo al
silencio que allí vamos a encontrar? ¿Acaso no es que estaremos viviendo lo
mismo porque también nosotros vivimos entre tentaciones de muchas cosas que nos
quieren arrastrar? ¿En qué mundo vivimos? ‘Vivía con las fieras’ decía
el evangelio de Jesús en el desierto. ¿Y nosotros? ¿No recordamos lo que antes decíamos
de ese mundo que nos envuelve?
‘Los ángeles le servían’, dice el evangelista. ¿No habrá también un ángel del
Señor que nos sirve, que nos inspira, que nos acompaña, con el que sentimos que
no nos falta la fuerza del Señor? ¿No llegaremos a descubrir esa luz nueva que
nos ilumina y esa fuerza que nos alimenta?
Emprendamos este camino de desierto,
este camino de Cuaresma que hemos iniciado el pasado miércoles de ceniza. Dejémonos
envolver por ese silencio, busquemos ese silencio, encontremos esos momentos de
interiorización, entremos en la sintonía de Dios para escucharle, para escuchar
su Palabra que sea nuestro alimento y nuestra vida, que sea esa luz que
necesitamos. Es ese ‘arcoiris’ anuncio de algo nuevo, prefiguración de
victoria, senda de armonía y de paz. Lo anunciaba el Señor a Noé después del
Diluvio porque era anuncio de que el amor de Dios no nos faltaría nunca, porque
nunca Dios quiere la muerte sino la vida. Ese ‘arcoiris’ que veremos brillar
sobre la cruz del calvario porque nos llega la luz de la Pascua. Es para lo que
ahora en la cuaresma nos vamos preparando, es el camino que queremos ir
haciendo.
‘Se ha cumplido el tiempo y está
cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio’. Es la Buena
Noticia que seguimos escuchando, es el Evangelio que con el testimonio de
nuestra vida nosotros tendremos también que anunciar.
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