Una nueva pauta, una nueva medida, un nuevo estilo y sentido porque estaremos haciendo vibrar la fibra del amor llenándonos de unos sentimientos para todos
Levítico 19, 1-2. 11-18; Salmo 18; Mateo 25, 31-46
No siempre vemos las cosas de la misma manera, ni aunque tengamos delante de los ojos las mismas cosas no todos lo vemos de la misma manera, por medio pueden estar muchas cosas, desde las perspectivas desde donde lo veamos, la cercanía o la lejanía en que estemos, el estado de ánimo en que nos encontremos, o el cristal que tengamos delante de los ojos.
Variemos la perspectiva, más allá o más acá, desde un ángulo o desde otro, acerquémonos para ver los detalles, quedémonos en la distancia, o mirémoslo en su conjunto, limpiemos o no el cristal de nuestras lentes y estaremos viendo las cosas de distinta manera. Hagamos vibrar las fibras de nuestro corazón, o desprendámonos de aquellas cosas que nos crean disonancias y comenzaremos a sentir de manera distinta. Es lo que nos está enseñando hoy Jesús.
¿Cómo miramos al que está a nuestro lado? ¿Por qué con unos nos sonreímos y sacamos la mejor expresión de nuestro rostro y pronto la conversación se hace amena y agradable, mientras que con otros nos mostramos adustos y ni a la fuerza somos capaces de sacar una sonrisa, y lo más que saldrá de nuestros labios son monosílabos entrecortados? Lo que decíamos, ¿cómo miramos al que está a nuestro lado?
No se trata solo de lo que no debemos hacer, en nombre del respeto que deberíamos tener a toda persona, simplemente por eso, por su dignidad que respetamos, sino lo que tendríamos que ser capaces de hacer cuando tenemos el corazón caldeado con el amor. Quizás solo desde el respeto evitaremos hacerle daño pero nuestras relaciones son frías y pueden quedarse en la distancia porque la fibra que tendría que vibrar no la hemos afinado lo suficiente desde el amor; es por donde tenemos que ir.
Si el que está a tu lado lo sientes como amigo seguro que esa fibra vibrará de una forma distinta; si aquel que está lejos, aunque no lo veamos claramente a causa de la distancia sabemos que es el amigo que viene a nosotros para con nosotros compartir el más pequeño detalle nos será reconocible y en la esperanza del encuentro nuestro corazón comenzará a destilar nuevos y bonitos sentimientos. Nadie será ya indiferente para mi vida.
Hoy Jesús en el evangelio, cuando está hablándoles a los discípulos, aquellos que siempre estaban con El y que incluso estaban dispuestos a todo por Jesús porque lo amaban, para decirles que su amor tiene que tener una cobertura más universal les dice que todo lo que le hagan a los demás es como si se lo estuvieran haciendo a El a quien tanto amaban. Les está haciendo cambiar la perspectiva de la mirada que han de tener con los demás, han de tener con todos. Si en el otro están viendo a Jesús estarán viendo a quien tanto les ama, y de ese amor de Jesús ellos se sienten bien seguros, y entonces como si dieran respuesta a ese amor de Jesús han de amar a los demás.
En el otro ya no vemos, no podemos estar mirando desde esas categorías humanas con las que nos catalogamos, con las que nos hacemos nuestros distingos y nuestras separaciones, en el otro estaremos viendo a Jesús, que nos llama amigos porque nos ama, que nos hace sentirnos hermanos porque comenzamos a ser una nueva familia, que nos hace vernos a nosotros mismos también de una forma distinta porque nos dice que somos hijos de Dios porque somos amados de Dios.
Otra es entonces la pauta, la medida, el estilo, el sentido que le damos al amor a los demás. Y lo que le pasa a los demás lo sentimos ya incluso como si nos pasara a nosotros mismos porque entramos en otras ondas de solidaridad.
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