La
humildad y la buena disposición interior nos abre el camino a la fe y podremos
llenarnos de la sabiduría del evangelio de nuestra salvación
Santiago 1,1-11; Salmo 118; Marcos 8,11-13
Las actitudes y posturas negativas en
lugar de abrir puertas las cierran. Es bueno en todo ir siempre con una actitud
positiva por delante; que tenemos un problema con alguien, trata de contener
tus sentimientos o tu orgullo herido y acércate a esa persona con una actitud
positiva; si vas de greñas, vamos a decirlo así, aún la buena actitud que
pudiera tener la otra persona se la destrozamos, porque somos nosotros los que
no sabemos ver la bueno que nos pueda ofrecer. Cuesta, porque nos cegamos y no
somos capaces de ver sino aquello que está brotando violentamente desde dentro
de nosotros, y por mucho que queramos no tendremos la serenidad suficiente para
llegar a un entendimiento, incluso hasta poder hablar con calma.
Hoy en el evangelio vemos que una vez
más los fariseos y todos aquellos que estaban en oposición a Jesús vienen de
nuevo a pedirle signos, a pedirle pruebas para poder creer en El. Ya venía de
antemano con una actitud condenatoria y serían incapaces de ver las señales que
estaba mostrando Jesús con su vida, con sus palabras, y con los milagros que
realizaba, los signos que estaba realizando continuamente que siempre remitían
a lo que habían anunciado los profetas. Pero aquellos que además se las daban
de doctores y enterados de la ley y los profetas eran incapaces de ver. Jesús
los deja por imposibles, podríamos decir, porque se marcha a otros lugares a
predicar.
Son las actitudes y posturas que
nosotros también podemos tomar tantas veces ante Dios. No nos escucha, decimos
tantas veces, pero ¿cómo es esa oración con la que le estamos pidiendo a Dios?
¿Estaremos rogando o estaremos exigiendo? ¿Somos acaso nosotros los que tenemos
que decirle a Dios cómo tiene que hacer las cosas? ¿Nos consideramos con más
sabiduría que Dios? Necesitamos una cura de humildad, necesitamos aprender a
acudir al Señor, aprender a orar de verdad.
Jesús nos lo va señalando a lo largo
del evangelio. Hemos de saber tenerlo presente. ¿Recordamos al fariseo y al
publicano que subieron al templo a orar? ¿Quién fue el que bajó del templo
justificado? El que humilde supo ponerse en la presencia de Dios, reconociendo
su nada y su pecado, y queriendo acogerse a la misericordia de Dios. ‘Ten
compasión de este pecador’, repetía allá en el último rincón, mientras el
fariseo orgullo parecía que quería llevarle las cuentas a Dios de todas las
cosas que hacía; pero su corazón estaba bien lejos de Dios, su corazón estaba
lleno de orgullo y de vanidad.
Nos falta fe y nos sobra orgullo; nos
falta humildad y tenemos demasiada autosuficiencia. Recordamos a la mujer que
humilde y calladamente se atrevió a tocar por detrás el borde del mando del
Señor. ‘Tu fe te ha curado’, le decía Jesús. Recordamos a aquella mujer
que aparentemente se siente rechazada, pero ella reconoce que no es digna, ella
sabe que es gentil, no es del pueblo de Israel, pero con confianza acude al
Señor, como el cachorro que está bajo la mesa esperando que caiga alguna migaja
de la mesa de su amo; y aquella mujer sí se vio escuchada y atendida en su
petición. Cuando a Jairo le dicen que no moleste más al maestro porque la niña
ya ha muerto, Jesús le pide que siga confiando, que siga teniendo fe, porque la
niña no está muerta sino dormida, y la tomará de la mano y se la entregará sana
a sus padres.
Necesitamos recorrer muchas veces las
páginas del evangelio. Repasar una y otra vez los distintos episodios, escuchar
una y otra vez las parábolas y las palabras de Jesús. Recordamos que cuando el
rico epulón pedía que Lázaro se apareciera a sus hermanos para convencerlos de
que tenían que cambiar de vida para no llegar a aquel infierno que él estaba padeciendo,
desde el cielo le dicen que ellos tienen a Moisés y los profetas, que
los escuchen, porque si no tienen esa buena disposición de querer escuchar la
Palabra de Dios ni aunque un muerto resucite van a creer.
Tenemos con nosotros, a nuestra mano,
la Palabra de Dios que cada día podemos y tenemos que escuchar. Ahí
encontraremos la luz, ahí aprenderemos a tener ese corazón humilde, ahí
aprenderemos a tener esas necesarias buenas actitudes del corazón para conocer
a Dios, para reconocer a Jesús, para encontrar la salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario