Señor,
danos siempre esa luz, abre nuestros ojos y nuestro corazón para finalmente
conocerte y llenar el mundo de luz
Santiago 1, 19-27; Sal 14; Marcos 8, 22-26
¿Seremos
ciegos? Desgraciadamente sabemos bien quien nace con esa discapacidad en sus
ojos y la ceguera le impide ver la luz y los colores, o peor aún, no poder
contemplar el rostro de los seres
amados. Muchos a lo largo de la vida vamos perdiendo por distintos motivos la
capacidad total de visión y hoy podemos valernos de muchos medios para recobrar
la luz de sus ojos. Qué gozo cuando tras una cirugía de cataratas puedes
contemplar de nuevo los colores con toda nitidez e intensidad, por ejemplo.
Pero cuando
estamos ahora refiriéndonos a la ceguera todos entendemos que queremos decir
algo más. En la vida fácilmente nos cegamos, en la vida no siempre vemos con
total claridad, en la vida damos muchas veces palos de ciego, como suele
decirse, unas veces desde nuestro orgullo en que quizás queremos que todos
tengan nuestra misma forma de mirar las cosas, muchas veces porque nos
ofuscamos en muchas cosas y cerramos nuestra mente no queriendo ver más allá de
la punta de nuestra nariz, como suele decirse.
Hay ocasiones
en que recibimos tantas influencias de tantas luces fatuas de nuestro entorno
que quedamos encandilados sin saber qué camino tomar, cuales son las decisiones
más importantes de nuestra vida, o perdemos el sentido de nuestro caminar, el
sentido de nuestra existencia. Cegueras, muchas veces que nos buscamos, muchas
veces que lo que está a nuestro alrededor nos las impone, o cegueras en que
algunas veces hay quien quiera que caminemos con ellas, manipulaciones en la
sociedad hay demasiadas.
¿Dónde
encontrar la luz, cómo encontrar la luz? Intentamos por nosotros mismos tantas
veces interiorizar en nuestra vida, haciéndonos preguntas hondas para
clarificarnos, para saber qué es lo que queremos o cuál es el rumbo que hemos
de tomar. Es una búsqueda de la luz. Necesitamos hacerlo, no hemos de tener
miedo a arriesgarnos a hacernos esas preguntas y planteamientos o ponernos en
ese camino de búsqueda. Mejor es andar buscando aunque tanteemos y nos podamos
equivocar que quedarnos en nuestra ceguera para siempre.
Quienes
seguimos a Jesús sabemos donde podemos encontrar la luz. Precisamente le
seguimos porque tenemos la experiencia de que en El hemos encontrado esa luz.
Así se nos presenta El en el Evangelio y nos invita a seguirle, y si no le
seguimos ya nos dice que andaremos en tinieblas. Son muchos los textos que en
los evangelios y en los distintos evangelistas de una forma o de otra nos
hablan de la luz, de esa luz que en Jesús podemos encontrar.
Hoy el
evangelio nos habla de un ciego que llevaron a Jesús para que Jesús lo curara.
Un detalle, hubo alguien que se preocupó de la ceguera de aquel hombre y lo
llevó a Jesús; creo que nos puede estar diciendo mucho a todos los que creemos
en Jesús y parece que nos guardamos la luz solo para nosotros.
Y Jesús curó
a aquel hombre, devolvió la luz a sus ojos. Fue todo un proceso, porque a aquel
hombre le costó recobrar totalmente la visión de sus ojos. Confundía a las
personas con árboles que caminaban. Todo un signo, porque aunque la Palabra de
Jesús llega a nosotros para darnos esa luz nueva, hay ocasiones en que nos
cuesta interiorizar de verdad el mensaje de Jesús. Pero tenemos que seguir
buscando, tenemos que seguir estando al lado de Jesús y escuchándole. Podremos
encontrar ese sentido nuevo, esa visión nueva que Jesús quiere darnos.
Señor, danos
siempre esa luz.
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